Energía: un nuevo panorama mundial trae oportunidades para la Argentina
Nadie sabe cuánto tiempo durará la guerra en Ucrania pero, gane o pierda Rusia, los europeos harán lo posible por reducir drásticamente su dependencia de su petróleo y gas.
Aunque nadie sabe muy bien cuáles serán las consecuencias a largo plazo de la guerra de conquista que Rusia está librando en Ucrania, los especialistas en temas geopolíticos coinciden en que serán profundas. Prevén que el proceso de globalización se frenará al intentar los distintos bloques hacerse autosuficientes y que las potencias occidentales boicotearán a Rusia por varios años, lo que a la larga beneficiaría a China que la ve como una fuente casi inagotable de recursos materiales.
Para la Argentina, el que las placas tectónicas estén moviéndose con rapidez creciente le supone una serie de desafíos que tendrá que enfrentar con cautela. Muchos preferirían el no alineamiento que, suponen, permitiría que el país sacara provecho de la rivalidad de China y Estados Unidos. Algunos miran con interés a la Unión Europea, cuyos dirigentes no quieren que siga siendo un protectorado norteamericano. Y, antes de iniciar Vladimir Putin la desastrosa invasión de Ucrania, quienes aconsejaban al presidente Alberto Fernández creían que Rusia estaba destinada a ocupar un lugar de privilegio en la jerarquía internacional. A juzgar por lo que ha sucedido desde mediados de febrero, se equivocaban; saldrá muy debilitada de la aventura.
Sea como fuere, mientras que hasta hace muy poco, la competencia geopolítica era de baja intensidad y por lo tanto la neutralidad no planteaba demasiados riesgos, en adelante los participantes principales serán menos tolerantes. La guerra les ha recordado que hay mucho más en juego que los meros intereses económicos.
Si bien en su estado actual la Argentina es vulnerable a las presiones externas, aún cuenta con ventajas naturales que otros sólo pueden envidiar.
Además de ser uno de los principales graneros del mundo, en Vaca Muerta cuenta con una reserva gasífera gigantesca. Aunque por ahora el país no está en condiciones de aprovechar la suba de los precios internacionales del petróleo, gas, maíz y trigo, si logra dotarse de un gobierno relativamente sensato el impacto que está teniendo lo hecho por Putin podría ayudarlo a salir del pozo en que se ha precipitado.
El comercio importa. Es merced a él que el Japón es uno de los países más prósperos del planeta y China está en vías de transformarse en una superpotencia. Sin embargo, lejos de querer impulsar la productividad del campo, por motivos ideológicos el gobierno kirchnerista parece resuelto a sabotear los esfuerzos del único sector que es internacionalmente competitivo.
No le gustan las exportaciones porque, entre otras cosas, en el corto plazo tendrían un impacto negativo en “la mesa de los argentinos”. En cuanto al gas y petróleo de Vaca Muerta, la mayor parte sigue bajo tierra.
Así pues, aunque está soplando con fuerza renovada el viento de cola que trajo tantos beneficios al país durante la gestión del gobierno de Néstor Kirchner, no sirve para mover el barco nacional porque sus velas están penosamente agujereadas.
Nadie sabe cuánto tiempo durará la guerra en Ucrania, pero el consenso es que, gane o pierda Rusia, los europeos harán lo posible por reducir drásticamente su dependencia del petróleo y gas que exporta. Es una decisión estratégica. Aun cuando, para sorpresa de muchos, sin Putin en el Kremlin Rusia se convirtiera en un país tan pacífico que las democracias levantaran todas las sanciones que han impuesto, para entonces el mercado energético ya se habrá reconfigurado de manera radical.
Puesto que los europeos siguen gastando casi 850 millones de dólares por día para comprar gas y petróleo a Rusia, les convendría invertir muchísimo dinero en las obras de infraestructura que Vaca Muerta necesitaría para estar en condiciones de reemplazar, aunque sólo fuera temporal y parcialmente, lo que reciben de los rusos, pero no hay señales de que se hayan propuesto hacerlo en la escala requerida.
Puede que haya europeos y otros, como los japoneses y norteamericanos que estarían dispuestos a participar de lo que sería un gran proyecto estratégico de importancia no sólo para el país mismo sino también para el mundo occidental, pero por razones que, por desgracia, son comprensibles, se han acostumbrado a desconfiar tanto de la Argentina que son reacios a tomarla en cuenta aún cuando sea cuestión de encontrar alternativas a los inmensos recursos energéticos de Rusia.
Es que una serie de defaults les ha enseñado que sería un error muy grave arriesgarse en un país cuyos gobernantes se ufanan de desconocer lo que otros creen son obligaciones irrenunciables. Convencerlos de que la Argentina realmente ha cambiado no sería fácil, pero en vista de lo que está ocurriendo en otras partes del mundo, podría ser menos difícil de lo que hubiera sido el caso apenas tres meses atrás.
Journalism Trust Initiative Nuestras directrices editoriales
Comentarios