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Elecciones en Estados Unidos: a pocas horas del futuro

En EE.UU. y en el mundo, no es hora de moderados ni de políticas de centro. Y tampoco de discursos racionales. Lo que las masas de Occidente reclaman son amenazas de destruir a oponentes.

El próximo martes el electorado norteamericano elige nuevo presidente, el que gobernará de enero de 2025 a enero de 2029. Pocas veces desde el fin de la Segunda Guerra Mundial la elección en EEUU estuvo tan reñida (aunque con una ventaja en el Colegio Electoral a favor de Trump) y también muy pocas veces ambos candidatos sostuvieron posiciones tan extremas.

Kamala Harris, la candidata del partido Demócrata, sostiene posiciones que pertenecen al ala izquierda de su partido y se suelen identificar con el ideario socialista (como el control de precios, aumentar el déficit fiscal para la ayuda estatal a los sectores más desprotegidos y permitir que el Estado intervenga fuertemente en la regulación económica; todas políticas que son vistas como demasiado izquierdistas por los norteamericanos).

A su vez, Donald Trump, el candidato Republicano, ha manifestado su deseo de poner impuestos muy altos para que los productos fabricados fuera de EEUU tengan problemas para ingresar al mercado norteamericano. En lo político e ideológico se ha encargado de manifestar que piensa perseguir a los que no piensan como él, comenzando por los medios de comunicación, los universitarios, los artistas y los científicos. Y eso sería solo el comienzo: ha dicho que admira a los generales de Hitler y ha fantaseado con poseer un ejército como el que tuvo el líder nazi para “disciplinar” a los EEUU una vez que asuma.

Trump y Harris representan bien al electorado norteamericano actual (y en gran medida a los electorados de todas las democracias occidentales). En todas partes la mayoría quiere líderes extremos, guerreros, y ve con muy malos ojos a los “políticos”, los que quieren negociar y buscar caminos de consenso. No es hora de moderados ni de políticas de centro. Y tampoco es la hora de los discursos racionales. Lo que las masas de Occidente reclaman son amenazas, promesas de destruir a los oponentes. Por eso gran parte del electorado valora positivamente que su líder sea violento y prometa destruir a los que no son de su bando.

No sucede en EEUU nada muy diferente de lo que vivimos en la Argentina con el presidente Javier Milei, atacando cada día a sus “enemigos” políticos y prometiendo a sus partidarios que los va a exterminar como “ratas”. Lo mismo sucede en Brasil con los partidarios de Jair Bolsonaro, aunque esté imposibilitado por la Justicia brasileña de presentarse a elecciones hasta 2030. Y algo similar se ve en toda Europa, desde la derecha española (en especial, la extrema, nucleada en torno a Vox) hasta los italianos que apoyan a la Primera Ministra Giorgia Meloni y que reivindican no solo al fascismo tradicional sino que proponen el exterminio de los inmigrantes.

El diario The Washington Post presentó un informe en el que estudió la veracidad o falsedad de cada frase dicha en público por Donald Trump mientras fue Presidente de los EEUU. Encontró que dijo 30.573 mentiras, sin la más mínima duda de que mintió.

Esa enorme cantidad de mentiras es excepcional aun para un político, una de las profesiones que más suelen mentir. Es más, Trump casi no dijo nada cierto en público o cuando dice algo que es verdadero es una frase intrascendente (como que hace calor o que está en tal ciudad del país o que llueve). Todos los norteamericanos saben que Trump miente y que miente siempre. Y, sin embargo, casi medio EEUU lo quiere de Presidente nuevamente.

Tolerancia al fascismo

La encuestadora norteamericana ABC/Ipsos hizo una encuesta en todo el país a votantes registrados sobre si creían que Trump era “fascista” o no (y definían “fascista” como “un extremista político que quiere actuar como dictador, ignora los derechos individuales y amenaza o usa la fuerza contra sus oponentes”). El 49% de los encuestados dijo que pensaban que Trump era eso y que les parecía bien. Es exactamente la misma proporción de votantes que dicen que elegirán a Trump la semana próxima. Es decir, sus votantes saben que Trump es, como mínimo, autoritario y que puede limitar o arrasar con la democracia y lo apoyan por eso mismo.

En la Argentina pasa algo similar.

Aunque aun nadie midió si los votantes de Milei lo admiran porque lo ven realmente fascista (totalitario, que detesta la democracia y capaz de usar la fuerza contra sus oponentes), pero todas las encuestas muestran que a los que tienen una imagen positiva del presidente argentino no les molesta su “estilo” patotero.

Ver que estamos entrando en un futuro horrible (porque el fascismo siempre lo es) no nos salvará. Estamos en una época en la que el diálogo y el debate han desaparecido y solo vale la violencia (desde la amenaza a la concreción). Si triunfara Trump el próximo martes, ¿en qué mundo viviremos dentro de tan solo unos pocos meses?


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