El silencio no es inocente
Los silencios oficiales en torno a las crisis políticas son ruidosos y generan estrategias que afectan a quienes deben recibir los resultados, la sociedad.
La parálisis y el silencio se adueñan de lo que, en teoría, debería ser la vanguardia dirigencial del gobierno y del partido provincial, cuando deben hacer frente a una crisis política que pone en riesgo el capital de adhesión pública.
A fines de los 80 e inicios de los 90 se había adquirido en la capital provincial que, cuando había movilización hacia la Casa de Gobierno, se recibía a una delegación de quienes protestaban y se dialogaba con alguna autoridad electa, no un designado políticamente. Esta tradición se rompió cuando Julio Fuentes sacó de las casillas al vicegobernador Felipe Pipe Sapag. Luego, su hermano, Jorge en el papel de funcionario de Jorge Sobisch y luego como vicegobernador también experimentó la política de diálogo que tuvo su abrupto final cuando, en 1997, fueron encarcelados Horacio Panario y Alcides Christiansen acusados de tomar el poder porque hubo destrozos en la Casa de Gobierno.
El plan de paz social que se implementó desde 2007 tuvo altibajos en relación con la forma en la que se hacía frente a un problema como una denuncia contra un funcionario. Se lo separaba del cargo y se lo exiliaba como fue el caso del titular de la comisión municipal de Villa Pehuenia que se había otorgado a si mismo un terreno para construir un emprendimiento turístico.
El gobierno de Omar Gutiérrez comenzó con una impronta más de presencia, de gestos, que de palabras. En septiembre de 2016 el policía Fabián Escobar baleó a un delegado sindical Luis Bastías tras una puja que hubo fuera de la secretaría de Trabajo. A las pocas horas, el gobernador se apersonó en el hospital y visitó al herido, se interiorizó cómo había sido el incidente. Esa impronta luego fue abandonada por el silencio y la distancia con la que se enfrentan los conflictos sociales y hasta los políticos. La excepción es la disputa interna con el actual diputado Rolando Figueroa quien tiene la capacidad de sacar de las casillas tanto a Jorge Sapag como el gobernador Gutiérrez.
De todas formas siempre hay un límite. Figueroa es conciente de que sus palabras tienen un impacto distinto en su antigua casa, la lista Azul del MPN, y por eso, cuando critica al gobierno por el escándalo de las estafas lo hace con frases hechas sin pedir, como Guillermo Pereyra, renuncias. Dice que cruzaron el límite porque le sacan plata a los pobres, concepto tribunero si los hay.
Las estafas en Desarrollo Social y las denuncias de abuso en Diversidad y en Trabajo requieren en forma imperativa rectificar las respuestas en crisis.
En la crisis de la pandemia, el gobernador mantuvo silencios muy ruidosos y ausencias muy notables. La anécdota del comerciante del oeste que había comprado flores para vender el Día de la Madre y se enteró por Twitter a las 22 del sábado anterior que el gobernador comunicaba que no podía abrir su local. Los intendentes, propios y ajenos, pusieron en marcha el hacé que yo miro para otro lado, sin llegar a un enfrentamiento innecesario.
En la crisis con los autoconvocados se repitió la historia. Lo que podría haber sido una actitud presencial previa, como fue en el caso del policía que baleó al sindicalista, se convirtió en un esquema de autoconvencimiento entre propios y la búsqueda de responsables afuera. Un mes y medio después el costo fue enorme en pérdidas económicas y políticas.
¿Porqué no se separa del cargo al ministro de Desarrollo Social Abel Di Luca? Quienes escuchan la pregunta y tienen vinculación con el Poder Ejecutivo hacen el gesto de levantar los hombros. Los que no, tejen especulaciones que se resumen en que se trata de una tela de araña que si tocan un tramo se daña toda la estructura. La declaración del ministro a este diario dejó más dudas que certezas en relación a su supuesto desconocimiento.
Si con eso no alcanzara para proferir un cambio en las respuestas políticas en crisis, surgieron esta semana dos casos de denuncias de funcionarios acusados de abuso sexual. Las reacciones fueron medidas al dedillo sin la conveniente aclaración de que la estrategia de ambas dependencias en su esencia no cambiaba, lo que sería imperativo, por su naturaleza.
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