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El presidente Milei promueve el socialismo

El mercado no funciona como piensa el libertario, que con sus políticas extremas provocará, tarde o temprano, la vuelta al financiamiento estatal de la seguridad social y el incentivo de la demanda.

Panic show. El histrionismo de Milei, divorciado de la agenda real de la gestión.

En medio del proyecto de ingeniería social que atraviesa la Argentina, del cual la abrumadora mayoría desconoce cómo y quién lo ejecuta, hemos presenciado – una vez más- el espectáculo del presidente en el Luna Park presentando su libro. Sin abundar en la profundidad psicológica que abruma a la criatura (él se definió así en el acto) ha dejado en claro una vez más que existen dos modelos antagónicos: el capitalismo y el socialismo (éste con diversas variantes: algunas por cierto fracasadas y otras aun no ejecutadas).

Si bien para esta opinión el discurso está lleno de inconsistencias y refritos (existen más de 5 páginas del libro textualmente plagiadas, debiendo la editorial modificar el CV por mentiroso), sus afirmaciones muestran una desconexión con la economía asombrosa. La misma desconexión que mantiene con la realidad: allá afuera de su mundo teórico hay un mundo económico, social y político, que parece claramente no estar viendo. Ojalá lo alcance a ver a tiempo; por él y por nosotros.

Me detengo en algunos pasajes de quien afirma es experto en crecimiento económico, desconociendo la brutal destrucción de capital (físico y humano) que soportamos en la actualidad, con números nunca vistos en un país del norte de la Argentina. Aun así no logra todavía concretar los objetivos centrales de su gestión: pagar la deuda externa y transferir los activos públicos principales del país, lo cual dijmos desde estas páginas al inicio de su gestión.

Afirma que los países que más crecen son los de más libertad económica, pero en realidad China y Vietnam (supuestamente comunistas) son los que en promedio más han crecido en los últimos 15 años. Por cierto, entre los principales con más libertad económica (www.heritage.org) están Suiza, Singapur e Irlanda. Sin bien los tres son considerados paraísos fiscales donde se ocultan y lavan cientos de miles de millones de dólares extraídos de la economía real y también obtenidos ilegalmente, los dos primeros mantienen una fuerte presencia del Estado en la conducción económica.

Afirmó que el mercado es un proceso de cooperación social donde se intercambian voluntariamente derechos de propiedad y que ello se frustra cuando interviene el Estado. Ni los propios teóricos originarios del modelo económico liberal (Adam Smith y David Ricardo) se animaron a tanto. Mucho menos los economistas de esta tendencia que han construido la teoría liberal en los últimos 150 años. Por el contrario, Adán Smith cuestiona las rentas parasitarias de tierra abogando por la imposición de un impuesto especial utilizando la teoría del valor, trabajo que el presidente adjudicó exclusivamente al Keynes, economista inglés liberal que salvó al capitalismo de sus crisis cíclicas luego del crack de 1929, consecuencia del “dejar hacer al mercado” que todo lo acomoda. Los riesgos que ante las crisis sistémicas recurrentes las personas opten por el socialismo triunfante en la URSS y otros países, hizo que la Corona Británica impusiese a Keynes (premiado con el título de Lord) la tarea de encontrar una solución al peligro que se avecinaba.

La solución fue que el Estado interviniera en los ciclos recesivos impulsando la demanda. Ello se aplicó en Europa y en los EE.UU. El presidente odia a Keynes y considera que el mercado encuentra su punto de equilibrio interactuando libremente. Por ej., es posible que quien lee esta nota acuerde el precio de equilibrio con la serena empresa láctea que detenta el 88% del mercado, o que un peón rural pacte el precio y las condiciones de trabajo con el patrón sin intervención alguna de terceros; o mejor aún, que al dejar de comprarle acero a quien controla más del 80% del mercado bajará los precios porque la empresa más chica que vende más barato (por arte de magia) aumentará sus ventas perjudicando al más grande haciéndolo bajar sus precios.

El razonamiento es de un infantilismo y desconocimiento propio de un adolescente. Se anima a considerar a los monopolios como algo benéfico para la sociedad con un ejemplo: en una carrera de 20 gana 1 y los otros pierden, ¿por qué habría que ayudarlos, porqué hacer justicia social con ellos?

Más allá del individualismo y la deshumanización extrema que entraña esta idea, fue uno de los teóricos principales del liberalismo, John Stuart Mill en su obra “Principios de la economía política” (1948) quien afirmaba que debía respetarse el principio general de la justicia social entre los propietarios de altos ingresos.

Su enemigo principal – el socialismo – encabezado por Marx, (muy pocos lo estudiaron en profundidad) se destaca por haber descubierto las leyes básicas de la acumulación del capital en forma permanente y la concentración en pocas manos del mismo. Este es el verdadero terror de sus opositores, dado que sobre socialismo y comunismo casi no escribió. Por ello se lo estudia en profundidad en las Universidades de elite de occidente, donde se forman los que serán líderes políticos y empresariales.

Pero el presidente seguramente no lo sabe. También evita explicarlos porque el mercado perfecto generó que 8 megamillonarios tengan el mismo capital que 3.300 millones de personas.

Parece que el mercado no funciona como piensa el presidente, que con sus políticas extremas provocará una vuelta al modelo de financiamiento estatal de la seguridad social y el incentivo de la demanda agregada; más temprano que tarde.

* Abogado. Docente de la facultad de Economía UNCo


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