El peso absoluto de la inmediatez
Los procesos informativos se aceleran, los discursos se adaptan y mutan de formatos. ¿Habrá lugar para la reflexión y la verdad?
La verdad, aunque relativa, siempre descansa en frases módicas, esas que habitualmente resuelven los silencios y generan complicidad. “Los niños eran más sanos y jugaban en la vereda”, “antes nos mirábamos a los ojos” y la gran línea que parece explicar de manera muy simple todos los conflictos de la sociedad “el problema es la educación”. Palabras sobre las que hay consenso global pero les cuesta volverse remedios aplicables. Es así que probablemente varios hemos escuchado la idea de que “estamos sobreinformados”, una sensación abrumadora de inmediatez que se lleva puesta la realidad diaria y determinados aspectos básicos del funcionamiento social.
Este tipo de alarmas sobre nuevas dinámicas comunicacionales no son nuevas, En los años 80, con la consolidación del control remoto y la proliferación de la tv por cable, los consumidores podían cambiar de canal de manera impulsiva y sistemática. El hábito de ver un programa entero y sus comerciales se vió abruptamente cortado por la potestad magnánima del televidente, que podía hacer pulgar abajo como Julio César. La pérdida de concentración y compromiso con los contenidos abría una nueva puerta de la revulsión a la contemplación.
Toneladas de estudios y escritos se rendían ante un nuevo código de consumo. Podemos citar un debate, conocido y analizado en muchas aulas de comunicación, entre Beatriz Sarlo y Oscar Landi, sobre la transformación cultural que el videoclip y el zapping estaban generando. Se hablaba de una especie de fin del discurso público tal cómo lo conocíamos. Eran los años 90 y se vivía el vértigo del nuevo mundo tras la caída del muro de Berlín.
Ese temor a un cambio rotundo, sigue latente en quienes nos toca analizar a una sociedad que ya perdió la costumbre de consumir sus contenidos en formato broadcasting para abastecerse siempre en modo demanda. Vemos a una generación que se le va a complicar al menos la espera y la paciencia. En este universo de transición entre la TV tradicional versus las plataformas a disposición, los eventos deportivos parecieran ser la última etapa de resistencia de un mundo que necesita todo ya.
En el universo de los estudios de la comunicación, sus científicos han ido transformando los enfoques conceptuales. La hermenéutica inauguró sus primeros estudios basándose en los efectos de los contenidos. Eso fue virando a nuevas perspectivas que trataron de escarbar y monitorear los tipos de consumo.
La escuela de Birmingham, un grupo de científicos sociales ingleses muy abocados a entender la clase obrera, fueron los primeros en decir, no es tanto lo que vemos sino la forma en la que lo vemos, nos importa mucho más lo que hace la familia alrededor de la TV, que el contenido de los programas. Esa línea metodológica y empírica nos va a servir para tratar de entender el vínculo de hoy con los medios de comunicación, internet, la información y las redes sociales.
We are social es una consultora que en base a datos hace análisis globales sobre los consumos de internet y las redes sociales. Esta hipótesis de que pasamos mucho tiempo en el teléfono, transitando entre reeles, posts e historias, accediendo a información nueva cada minuto, se puede al menos cotejar. La consultora cada año genera un reporte “overview” global sobre consumos, y también sobre países. Recomendamos ver el capítulo argentino.
Entre las conclusiones del Reporte global y el argentino, podemos recoger algunas definiciones que nos permiten tratar de entender las dinámicas del presente. El 96,5% de las personas que acceden a internet lo hacen desde su teléfono, siendo este dispositivo definitivamente el más usado. Una tendencia que se viene marcando hace años y que confirma esta idea sobre dónde pasamos la mayor cantidad de tiempo. Ahora, ¿en qué usamos este tiempo? El principal uso que se hace de Internet, además de navegar en redes sociales, es buscando información, tutoriales y dudas hogareñas.
En esta era de la información, los mayores de 45 años son quienes más buscan acceder a las noticias. Dentro de los veinte sitios más visitados en el mundo, no hay ninguno relativo a noticias. En el segmento etario entre 16 y 24 años la búsqueda de noticias está en el noveno lugar del orden de preferencias. En el correspondiente entre 55 y 64 años está en el segundo lugar. En Argentina, el medio Infobae aparece como el 5to sitio más visitado y un dato no menor, entre las búsquedas de google más solicitadas se puede ver el estado del clima y la cotización del dólar. ¿Lloverá o no lloverá?.
Yendo específicamente a las redes sociales, las personas, en promedio, pasan 2 horas y 23 minutos por día. Facebook, Youtube, Whatsapp e Instagram son las apps más usadas y en ese orden. Las razones principales para acceder a las redes son: compartir con amigos y familiares, llenar el tiempo y estar en contacto con famosos y referentes.
Claramente los formatos y deliverys comunicacionales vienen mutando a pasos de gigante, y como con cada nueva generación, se vuelve críptico el espeso arte de tratar de comprender los usos y deseos. En materia de agenda pública, tanto tiempo conectados a una matrix de información y con formatos irregulares y desfachatados, se empieza a comprender por qué la voracidad en los cambios de temas y la inmediatez con la que los tópicos se vuelven un simple salto de página. Sin ir más lejos, en nuestro país, dos hechos ocuparon las primeras planas de noticias y conversaciones, como el intento de atentado a Cristina Fernández y la acusación de violencia de género a Alberto Fernández. Temas de “cadena nacional” que al poco tiempo volvieron a perderse en la espesura de las recetas culinarias en instagram, las compras por mercado libre, las charlas eternas y mundanas de los streamers o entre canciones y podcasts de spotify.
Los procesos de inmediatez se aceleran, los discursos se adaptan y mutan de formatos mientras los analistas de la comunicación tratan de escribir algo sobre esto sin que quede viejo. Sin dudas, es la era de una nueva modernidad. ¿Habrá lugar para la reflexión y la verdad?
*Licenciado en Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires.
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