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El país frenético de los vetos cruzados

El sistema institucional funciona, agitado por su diseño de pesos y contrapesos.  Milei despejó del horizonte la amenaza implícita de los dos tercios. El Congreso marcó un límite a las amenazas de gobernar por decreto.

Si se aparta la hojarasca que sobreabunda en la discusión política (esa resaca de rencillas digitales en que se ha convertido el discurso de época) una mirada más genérica del sistema institucional argentino podría encontrar que su diseño de pesos y contrapesos funcionó esta semana en el sentido en que fue pensado. Las tres legitimidades emergentes de la última elección cruzaron sus lanzas y los resultados fueron diversos: el Presidente, los legisladores y los gobernadores obtuvieron triunfos y derrotas parciales en el escenario del Congreso .

Javier Milei regresará esta noche a ese campo de batalla para instalar el tema central de su agenda próxima: el Presupuesto. Dará comienzo a un nuevo debate, con los ejes que le interesa subrayar como norte de toda su gestión política: equilibrio fiscal, reducción de la intromisión del Estado que ahoga la potencia productiva de la sociedad civil.

Milei preparó la avanzada de esta noche con un antecedente crucial: el veto a la ley que proponía un cambio en la movilidad de haberes jubilatorios. Desde el punto de vista táctico, obtuvo un resultado importante: anunció el veto en el mismo momento en que se aprobó la ley; se mantuvo intransigente ante los pedidos de un veto parcial; operó personalmente para desarmar la trama de los dos tercios necesarios para rechazar el veto; consiguió que esa mayoría se cayera en el mismo recinto donde se construyó.

Arriesgó su capital político con los jubilados, gravemente afectados por el ajuste, pero en lo estratégico despejó del horizonte la amenaza implícita de los dos tercios, una mayoría especial que suele dar pasto a las más febriles fabulaciones políticas.

Las diferentes vertientes de oposición consiguieron otros objetivos. Desde los más puntuales e ignotos que pueblan la lista de demandas de los gobernadores de provincia, hasta otros más generales. El decreto especial para Santiago Caputo, el que le asignaba a la Side fondos sin destino transparentable, ha fenecido. El Congreso usó su poder de veto sobre ese instrumento en el que el Poder Ejecutivo actuó como legislador.

No ha sido habitual que el Parlamento desautorice un decreto de necesidad y urgencia; pero, así como Milei espantó el fantasma de los dos tercios, el Congreso marcó un límite a las amenazas de gobernar por decreto.

Cuando después de un largo y sinuoso camino el Congreso aprobó la ley Bases, algunos imaginaron que los cruces de las tres legitimidades vigentes no se iban a repetir por un buen tiempo en la arena parlamentaria. Ya entonces era obvio que no sería así. La discusión iba a volver por imperio de la realidad: la economía y la trama social crujen desde hace años por una crisis profunda, las ideas para resolverla son muy diferentes y en muchos casos contradictorias. Ejemplo: la insistencia legislativa por el financiamiento universitario y el nuevo veto anunciado por Milei se van a solapar ahora con la disputa más general del Presupuesto.

Teoría y práctica


Ese es uno de los motivos por el cual Cristina Kirchner salió a polarizar contra el Presidente sobre economía (otras razones no menos evidentes están relacionadas con la interna del PJ por los cuestionamientos a su conducción, tras el colapso del delfín cristinista, Alberto Fernández). Cristina ha resuelto discutirle teoría económica a Milei y éste se regocija en el desafío. Un poco porque la teoría económica es su especialidad y su obsesión. Otro poco porque confía en el recuerdo social de la praxis económica del kirchnerismo, que puso el año pasado al país al borde de otra hiperinflación.

Al mismo tiempo que la oposición impuso sus votos para la cuestión educativa, el Gobierno los consiguió para avanzar algo con la boleta única de sufragio, una herramienta imprescindible para cualquier construcción política transformadora. Una señal clave sobre la intención de Milei de ampliar su estrecha base política territorial.

Por otra parte, la reaparición de Cristina criticando a Milei por sus acuerdos con la casta le ha resultado extremadamente funcional al Gobierno para descansar del atolladero en el que se metió con el pliego del juez Ariel Lijo. ¿Cómo podría el kirchnerismo poner sus votos para Lijo sin contradecir el más reciente discurso anticasta de su principal lideresa?

El giro de Milei hacia la operación política directa es consecuencia de una preocupación central para el Gobierno: el plan antiinflacionario ingresó en una meseta y no está en condiciones de soportar ninguna contingencia política que aliente dudas sobre el programa fiscal. La inflación mensual se ha estacionado en un cuatro por ciento difícil de perforar.

Si bien es un indicador tolerable frente al vendaval que dejó la gestión anterior (y fue obtenido a una velocidad que nadie había previsto), arrastra complicaciones significativas. El ritmo de devaluación oficial se aleja de la convergencia que el Presidente busca para espantar a los que opinan de rezago cambiario. La acumulación de reservas también se pospone y aumentan las dudas sobre la solvencia esperable para el pago de deudas.

En el escenario externo, el desplazamiento por el FMI del economista chileno Rodrigo Valdés como negociador de la deuda argentina es lo que MIlei venía buscando. Se ignora si esa concesión traerá como consecuencia un endurecimiento del FMI, una vez removida la excusa.

Mientras tanto, comienzan a aparecer otras señales provenientes de la base social. El gobierno consiguió en su primer tramo de gestión un logro importante al retomar el control de la calle con una combinación de reconstitución de la autoridad pública y desintermediación de los planes sociales.

Con la pelea de fondo de los vetos cruzados de la Casa Rosada y el Congreso, surgieron nuevas protestas que desafían la estrategia oficial. Sucedió con los reclamos por la movilidad jubilatoria y es esperable que ocurra con la demanda universitaria. También en esos frentes Milei deberá conducir al gobierno con su nuevo perfil de gestor político.

Al fin y al cabo, de todo eso se trata la tarea de gobernar la crisis.


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