El mundo espera a la cigüeña
El declive de la población mundial podría tener efectos positivos para el medio ambiente o la producción de alimentos. Pero también planteará desafíos a las fuerzas laborales y el crecimiento económico.
Más allá de las pitonisas, los oráculos, los adivinos, los estrategas o los científicos, los cálculos de los expertos de las Naciones Unidas anuncian que la cigüeña ya está en vuelo con la persona número ocho mil millones. Las predicciones dicen que el bebé llegará en apenas cuatro meses, el 15 de noviembre, aunque no se sabe en qué lugar o en qué familia lo depositará.
Y tal como ocurre desde 1987, esta será la fecha simbólica que marcará un nuevo récord demográfico y una nueva etapa en la historia del planeta. Otro hito que va acompañado de éxitos, reveses y paradojas.
¿Qué importancia tiene que el mundo alcance 8.000 millones de habitantes? Quizás, en sí mismo, casi nada. Pero las predicciones de los demógrafos no están cargadas de optimismo. Al contrario. Según las proyecciones, para la segunda mitad del siglo o posiblemente antes, la población mundial entrará, por primera vez, en un declive sostenido.
Las tasas de fertilidad disminuyen en casi todas partes. De hecho, en América Latina y el Caribe, Asia oriental y sudoriental, Europa y América del Norte, Australia y Nueva Zelanda disminuyeron notablemente.
Como resultado, se espera que en 2.080 la población mundial entre en una fase de estabilidad, y luego, comience a descender. Lo cual empieza a ser una preocupación política primordial. Y, a la inversa de lo que sucedió en la década del 60 cuando el biólogo Paul Ehrlich disparó las alarmas sobre la superpoblación y sus consecuencias, hoy las advertencias se centran en el fenómeno opuesto.
En su libro “La bomba demográfica” (1968) Ehrlich pintó un panorama apocalíptico: desabastecimiento de alimentos que provocarían la muerte de cientos de millones de personas en un colapso global sin precedentes. Sus advertencias aún resuenan y calientan el debate.
¿Estamos ante una catástrofe inminente como advirtió Ehrlich, pero esta vez, por la disminución de la población mundial?
Cuando el profesor de Standford escribió ese libro, la población mundial crecía a razón del 2,1% anual. Desde entonces, se ha moderado, a menos del 1,1%. Y hoy es la más baja desde la década del 50.
Si bien en promedio las mujeres tienen menos hijos que en 1960, la desigualdad en el crecimiento se acentúa, marcada por las diferencias en las tasas de fecundidad y mortalidad y por los patrones de migración de cada país.
Las últimas proyecciones de las Naciones Unidas indican, sin embargo, que la población mundial aumentaría, dado el retraso que existe para que la disminución de la tasa de fertilidad se traduzca en una disminución de la población, en términos absolutos. Así, en los próximos 30 años se agregarán 2 mil millones de personas para alcanzar 10.400 millones en 2100. Pero más de la mitad de ese crecimiento se concentrará en sólo ocho países: la República Democrática del Congo, Egipto, Etiopía, India, Nigeria, Pakistán, Filipinas y Tanzania.
La gran protagonista del crecimiento poblacional será África. El baby boom que se espera significa que más de la mitad de los países africanos duplicarán su población para 2.050, y la triplicarán con creces de aquí a fin de siglo. Con todo, el continente más poblado seguirá siendo Asia. India desplazará a China como el país más poblado del mundo a partir del año que viene.
Nadie tiene aún una respuesta concluyente. El declive de la población mundial podría tener efectos positivos para el medio ambiente, el cambio climático o la producción de alimentos. Pero también planteará desafíos para las fuerzas laborales y el crecimiento económico. A lo que se suma otro factor de peso: una población mundial que marcha hacia el envejecimiento y obliga a transformar los sistemas de seguridad social.
La historia de la Humanidad ha sido, salvo con algunos baches, la historia del crecimiento demográfico. Muy lento al principio, y más acelerado en el siglo XX. Una tendencia hacia el crecimiento que se mantendrá en los próximos años, pero con una dinámica muy diversa entre países y regiones, antes de iniciar su declive.
Esas tendencias demográficas son las que dan forma a las sociedades, las economías, la geopolítica, redefinen las cadenas de suministro y las relaciones internacionales. Y aunque la cigüeña siga sobrevolando por el mundo depositando bebés en las cunas vacías, la pregunta siempre será cómo resolver las crisis poblacionales en función de los recursos laborales y naturales de un mundo que busca un equilibrio inalcanzable.
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