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El liberal y el libertario

El anarcocapitalismo sostiene que hay que darle total autonomía al individuo y destruir el Estado. En casi todo el mundo se lo considera un delirio inaplicable, excepto para el presidente Milei, en Argentina.

El martes pasado el diario La Nación publicó la columna del reconocido economista y ensayista francés Guy Sorman titulada “Javier Milei, el liberalismo al revés”. No es la primera vez que Sorman escribe sobre el actual presidente argentino. Poco después de que Milei fuera el más votado en las PASO del año pasado, Sorman publicó un artículo en España en el que sostenía que Milei está loco y que le iba a hacer mucho daño al liberalismo si lograba triunfar porque, a pesar de presentarse como liberal, sus ideas no son liberales. Sorman conoce bastante a Milei porque fue su profesor.

En su nueva columna Sorman dice: “Los argentinos que lo votaron querían ante todo expresar su hastío y su rechazo a un estatismo social ineficaz… Milei ha sido elegido por defecto y no para aplicar al pie de la letra una doctrina liberal que solo conoce por haber hojeado algunos libros sobre el tema. Por lo tanto, el presidente argentino empieza con mal pie al imaginar que toda la población se adherirá a su visión fundamentalista, en la que el individuo ocupa todo el espacio, la “sociedad” no existe y se hace caso omiso del Estado. Ser liberal, estimado presidente Milei, es, ante todo, ser humilde. Y negociar con el fin de convencer a los adversarios de que se conviertan en socios para llevar a cabo una política razonable, progresista y no violenta”. Lo contrario de lo que Milei hizo en sus 150 días en la Casa Rosada.

Sorman y Milei tienen ideas muy distintas del liberalismo. Sorman pertenece a la gran tradición liberal que fundó la democracia moderna y que es la que influye en los gobiernos de los países más prósperos del planeta, de Francia a EEUU y de Noruega a Suiza. Milei se inspira en una corriente marginal del liberalismo fundamentalista extremo que jamás fue puesto en práctica por ningún gobierno nacional.

El liberalismo surge en Inglaterra en el siglo XVII como un debate entre los partidarios de la monarquía absoluta y los partidarios de la voluntad popular expresada en el Parlamento. A partir de las guerras de religión que se libraron durante todo el siglo XVII se comenzó a cuestionar la autoridad no solo de los monarcas de cada país sino el papel de la iglesia católica para decidir sobre la vida y los bienes de los individuos. John Locke fue el primero en la época moderna en sostener que el Estado tiene la responsabilidad de proteger tres derechos que considera naturales: la vida, la libertad y la propiedad privada.

Para Locke, además del monarca -que se debía encargar de gestionar el Estado- debía haber un parlamento que representase a los ciudadanos y elaborase las normas que regirían para todos. Esta primitiva división de poderes inspiró 70 años más tarde a Montesquieu para su tratado sobre los tres poderes del Estado.

Estas ideas políticas fueron absolutamente revolucionarias, ya que justificaban disminuir el poder del rey (que no podía seguir siendo absoluto) y les reconocían al pueblo el derecho a darse sus propias leyes (a las que debía someterse también el rey). El principio básico del liberalismo es la igualdad de todos ante la ley: no se pueden permitir privilegios.

Durante los siguientes dos siglos el liberalismo fue la teoría política, cultural y social que iluminó todas las revoluciones que cambiaron el mundo: desde la norteamericana hasta la francesa y luego a todas las de América Latina en su lucha por la independencia. A toda esta corriente -que reconoce la existencia del Estado, pero sostiene que su papel debe limitarse a garantizarle la vida, la propiedad y la seguridad a cada individuo- se la conoce como “liberalismo clásico”.

En el siglo XX en EEUU surgió una corriente liberal extrema que propone la destrucción total del Estado a la vez que solo acepta como forma de producción al capitalismo (esta corriente fundamentalista se conoce como anarcocapitalismo). Javier Milei adscribe a esta corriente.

Por eso dijo en campaña que es partidario de permitir que la gente venda sus órganos o que un padre podía vender a su hijo. El anarcocapitalismo sostiene que hay que darle total autonomía al individuo y destruir totalmente el Estado.

Hasta 2023 en ningún país las mayorías nunca habían elegido como presidente a un candidato anarcocapitalista. En casi todas partes se lo considera un delirio inaplicable con excepción de la Argentina. Según las últimas encuestas, hay casi un 50% de argentinos que cree que la política extremista de Milei los va a a sacar del pozo.

Por eso un liberal clásico como Guy Sorman está tan alarmado: teme que la gente crea que las medidas que toma Milei son el “verdadero” liberalismo. Cree que este gobierno finalmente fracasará. Entonces, la ciudadanía se enojará con “el liberalismo” y, en su oscilación pendular, pedirá un gobierno antiliberal.

Estamos viviendo un experimento social que fue elegido por la mayoría. Somos un país increíble.


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