El dólar y los tribunales están esperando a Milei
En el mercado cambiario, el presidente puede disertar sobre libertad económica en cuanta academia se lo permita, pero no mostró todavía un plan de salida para el cepo al dólar. El pliego del juez Ariel Lijo, elegido para armar una mayoría propia en el máximo tribunal, espera en el Senado los mismos votos que el Gobierno pidió para la ley Bases y no le dieron.
Javier Milei suele utilizar una fórmula discursiva para atraer el interés de quienes lo escuchan en el exterior. Dice que viene del futuro a contar que los gobiernos con ideología colectivista están destinados al fracaso y sólo consiguen empobrecer más a quienes los votan. Aunque llame la atención, esa narrativa tiene dos puntos frágiles. Para los europeos o americanos que se enfrentaron con los peores experimentos colectivistas hasta voltear el Muro de Berlín, no hay novedad en el cuento. Les atrae en todo caso el señalamiento de que muchos de sus propios votantes lo han olvidado. El segundo punto débil es que allí donde gobierna, Milei sólo dió los primeros pasos para revertir el fracaso que describe. Sólo podrá mostrarse como ejemplo cuando supere definitivamente lo que heredó.
El protagonismo internacional de Milei no debe confundir puertas adentro. En los hechos de gobierno, que son los que interesan centralmente a los argentinos, Milei ha obtenido algunos resultados económicos favorables tempranos, pero provisorios. Y logros políticos trabajosos, pero inconclusos. Entre los primeros hay que anotar la baja de la inflación a un ritmo más veloz de lo previsto. Entre los segundos, la aprobación de la ley Bases, cuyo paquete impositivo avanza con lentitud.
La sanción de esa ley implicó para el Presidente una revisión traumática: el reemplazo en la Jefatura de Gabinete. Todo indica que esa revisión no ha concluido. El propio Presidente alimenta esa perspectiva al mantener la expectativa por el ingreso de Federico Sturzenegger. Sturzenegger es el autor intelectual del maximalismo normativo del Gobierno. Un objeto intelectual que tuvo valor contradictorio: despejó positivamente las dudas de los mercados sobre shock o gradualismo, pero condujo al bloqueo parlamentario de seis meses que padeció el oficialismo. De allí que su incorporación como ministro implica todo un desafío sobre los contornos de su ministerio.
Lo más relevante que subyace en las intrigas por el rol del nuevo ministro es hasta qué punto Milei considera necesario resetear el programa económico antes de que empiece a mostrar fisuras que alimenten expectativas desfavorables. Hay varios puntos delicados. La inflación cedió más de lo previsto pero con heterodoxias aplicadas a las tarifas. Esas dudas que se proyectan sobre el ancla fiscal son aún menos dirimentes que las que esperan respuesta en el mercado cambiario. Milei puede disertar sobre libertad económica en cuanta academia se lo permita, pero no ha mostrado todavía un plan de salida para el cepo al dólar.
Según el Gobierno, los trámites remanentes para la sanción completa de la ley Bases, con acuerdo fiscal incluido, siguen avanzando y Milei reprogramó el deadline para el 9 de julio. Se debería presumir entonces que el ministerio de Economía ya tiene diseñado su esquema de salida del cepo, sin impacto inflacionario.
Para Caputo, la salida del cepo se ha transformado en un desafío central. Incluye variables complejas: las expectativas inmediatas de recaudación por exportaciones, las negociaciones de un nuevo programa con el FMI, el plan de recomposición de las reservas. Y también las promesas políticas de Milei; en especial la ilusión monetaria sobre una dolarización.
Tribunales inquietos
La necesidad de calibrar de nuevo el Gobierno tras el primer semestre no se limita a la economía. La presión parlamentaria cedió por el error estratégico del kirchnerismo al intentar -otra vez- voltear una sesión legislativa incendiando el Congreso. Pero a Milei lo espera un conflicto con otro poder, de modales más delicados. Ese conflicto es el que abrió con la Justicia al intentar un abordaje populista sobre la Corte Suprema. El pliego del juez Ariel Lijo, el factor clave elegido por Milei para armar una mayoría propia en el máximo tribunal de la Nación, espera en el Senado los mismos votos que el Gobierno pidió para la ley Bases y no le dieron.
La señal errática que lanzó Milei a los tribunales se proyecta sobre la tarea de un estamento como el de los jueces, acostumbrado a descifrar los vientos cambiantes de la política. En poco tiempo, la Cámara de Casación Penal emitió dos fallos para que la política vaya digiriendo. Primero fue la decisión en la causa Amia, en la que responsabilizó al Estado iraní por el atentado terrorista. Luego resolvió en la causa Cuadernos, donde la flor y nata del poder económico local quedó expuesta pagando sobornos en los tiempos de la hegemonía kirchnerista. Con ese fallo, el tribunal de Casación favoreció al empresario Angelo Calcaterra, primo de Mauricio Macri, quien admitió el pago por su empresa de fondos frescos en concepto de aportes para campaña electoral.
Hay que imaginar el garage del hotel Hilton, en el barrio porteño de Puerto Madero. Según Calcaterra, en ese apartado tan poco luminoso, escasamente confortable para una operación lícita, la plata era entregada a los recaudadores de la familia Kirchner. La Cámara asume la presunción de que esa operación no tenía como correlato ninguna adjudicación de obras públicas. Pero sobre todo, al girar las actuaciones a la justicia electoral, el fallo evita que en un juicio oral y público se dilucide si esa contraprestación existió.
Frente a esa decisión, a Milei se le presenta un inconveniente irremontable. No podrá presentarse como querellante por intermedio de su ministro de Justicia. Por los mismos motivos que en el fallo sobre la Amia, donde tuvo que recurrir a Patricia Bullrich.
Ocurre que el ministro Mariano Cúneo Libarona, también en este caso, tiene impedido intervenir por sus antecedentes profesionales. En la causa Amia fue patrocinante del comisario Juan José Ribelli (el juez que decidió sobre aquella circunstancia fue Ariel Lijo). En torno a la causa Cuadernos también actuó como defensor. Fue el letrado del empresario Hugo Eurnekián, sobrino de Eduardo, antiguo jefe de Milei.
La casta es un territorio de límites difusos.
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