El cofre que atesora las palabras


A diferencia de los militantes que batallan por imponer el lenguaje inclusivo, la tarea de las academias del idioma es ayudar a comprender mejor la lengua que hablan todos.


La Real Academia Española

El panorama que ofrece el siglo XXI al comenzar la tercera década es el de un campo de batalla. Hay una batalla literal: gran parte del mundo está participando -aunque aun de manera más o menos velada- en la guerra que se lleva a cabo en Ucrania. A esa batalla literal se le agrega, en especial en la Argentina, una batalla metafórica: la guerra por imponer en las escuelas el lenguaje artificial que inventaron los militantes de lo políticamente correcto. Este lenguaje artificial (que le suma un tercer género, el neutro, a los ya existentes en castellano) se autodenomina “inclusivo”, aunque excluye al 99.9 de los hablantes (en realidad, excluye a todos, incluso a sus promotores, ya que nadie lo habla de manera habitual ni lo usa para pensar ni nadie tampoco sueña en él).

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