El caso de CALF y los heridos del MPN
La lista Azul, que aún no reconoce públicamente la derrota, se mimetizó con su propia metáfora. Primero fueron los propios heridos: Ferraresso y Llancafilo.
Antes de las elecciones internas del MPN, la fecha que movió el tablero de la política neuquina, circuló una metáfora: la ambulancia opositora -en referencia a la médica emergentóloga Luciana Ortíz Luna que acompañó a Rolando Figueroa en la fórmula- y consistía en calcular a cuántos heridos por el oficialismo Azul lograba subir Rolo. Finalmente fueron casi 2.400 más que su competidora.
La lista Azul, que aun no reconoce públicamente la derrota, se mimetizó con su propia metáfora. Primero fueron los propios heridos: para María Eugenia Ferraresso, cabeza de la lista, se creó el ministerio de la Mujer y para Osvaldo Llancafilo, compañero de fórmula, llegó el ministerio de Gobierno y Educación. Pero el raid sanitario no terminó ahí y cruzó la frontera de los enojados.
La llegada de Darío Lucca a la presidencia de CALF, quien festejó públicamente el triunfo de Figueroa y poco después convocó a la militancia a votarlo en 2023, es uno de los ejemplos de la búsqueda de ampliación del oficialismo. Lucca, exsindicalista de los taxistas, es un hombre cercano al exministro Guillermo Coco, quien aportó a la campaña de Rolo.
CALF necesitará bajar a tierra sus números. Con más de 400 empleados y un presupuesto que debe estar cercano a los 5.000 millones de pesos, debe recuperar calidad.
“Tenemos que ser más humildes, no abandonar a nadie y, principalmente, no maltratar”, había dicho Lucca en noviembre del año pasado cuando se encolumnó en la campaña a gobernador para el actual diputado nacional del MPN. En el mismo mensaje saludó a quien, aseguran, fue el artífice de acercar las posiciones con el gobernador Omar Gutiérrez y el intendente Mariano Gaido: el concejal Claudio Domínguez.
Todos aparecieron semanas atrás en una misma foto. Domínguez también había pasado unas vacaciones enojado y los reproches se multiplicaron cuando se “olvidó” de hacer campaña para la Azul en las internas.
Ahora aseguran que “todo está superado” y repiten la frase de Elías Sapag sobre la caducidad, a los 90 días, de los agravios en la política.
La llegada de Lucca también significó la salida de Carlos Ciapponi. Los motivos de su salida no fueron la abultada deuda que le generó a la cooperativa durante los tarifazos del macrismo como parte de una estrategia proselitista. Si bien el dirigente, de extracción peronista, se alejó por causas personales, había motivos políticos: hizo promesas electorales que no cumplió y quedó públicamente apoyando a los candidatos del Frente de Todos.
El espaldarazo que recibió del secretario de Energía, Darío Martínez, en la última etapa de su gestión no alcanzó para equilibrar las cuentas de CALF. La distribuidora fue incluida en el plan de renegociación de deudas con Cammesa y hasta consiguió una quita del 40%. El pasivo, entonces fue estimado en $2.200 millones, sin embargo, la caída del Presupuesto Nacional 2022 afectó esos planes de renegociación y el rojo volvió a ser toda una incógnita. El que la despejó esta semana fue el concejal Domínguez, quien cruzó a Ciapponi por una crítica a Gaido y la tasó en $3.000 millones.
Lucca también entendió que necesitaba del acercamiento a Gutiérrez. El gobierno provincial comenzó a pagar las deudas que tenía con CALF por tarifa social y por consumo de los organismos públicos. El expresidente la había estimado en 600 millones de pesos, a fines de 2020. Además se supo que las nuevas autoridades, aprovechando la buena sintonía política, comenzaron a charlar con el Municipio una nueva suba para la tarifa eléctrica.
Convocado o pidiendo permiso, la autoproclamada lealtad de Lucca a las filas de la Azul solo se constatará en las elecciones. Quizá como reaseguro es que uno de los hijos de Guillermo Pereyra, Martín, quedó de segundo del extaxista.
En paralelo el también ex, pero petrolero, arrancó con su clásica ruptura con el gobierno de turno del MPN. Lo hizo con los tres anteriores gobernadores en búsqueda de un espacio. En el oficialismo emepenista no lo ven jugando en la elección de cargos partidarios, pero si en la gobernación.
Sin embargo, antes de que todo eso pase, CALF necesitará bajar a tierra sus números. Con más de 400 empleados y un presupuesto que debe estar cercano a los 5.000 millones de pesos, debe recuperar calidad en el servicio reactivando el plan de obras. La amenaza es que la historia se repita, esta vez, como farsa.
Journalism Trust Initiative Nuestras directrices editoriales
Comentarios