El bobo de todos
Marcelo A. Angriman *
El partido de cuartos de final del Mundial de Qatar fue un tsunami de emociones. Una verdadera montaña rusa, con la monotonía del inicio, la sorpresa de la definición de Molina, la relajación con el penal convertido por Lionel Messi y luego la hecatombe final del 2-2, con las definiciones de Wout Weghorst a milímetros de cruzar el Rubicón.
Sin embargo, tras semejante mazazo y al borde del conteo del KO, fue Argentina quien dio mayores indicios de resiliencia. Así en el segundo tiempo del alargue, concretó no menos de media docena de situaciones de gol.
Para que el libreto fuera completo faltaban las manos salvadoras de Emiliano Martínez y la definición del último penal por parte del hasta ahora errático Lautaro Martínez
¿Puede el bobo de todos aguantar tanto? ¿Puede el músculo cardíaco paralizarse y luego bombear alocadamente por lo que sucede en una cancha a 13.306 kms de distancia? ¿Cuál es el misterioso proceso que logra que de esa sangre bombeada broten luego tantas lágrimas?
Hay cosas que la ciencia difícilmente pueda explicar y pasan por la sensibilidad de las personas. Lo curioso en el caso de Argentina, es que esa comunión sea tan generalizada y que solo se consiga a través de la selección nacional. Literalmente, hastiada de tanta mentira, la sociedad busca en mensajes más transparentes, como los que da el deporte, algo en qué inspirarse y sentirse representada.
Es particularmente atractivo preguntarse por qué tantos jóvenes eligen voluntariamente ponerse la camiseta blanquiceleste, tras cada éxito de la selección.
Si bien el triunfalismo del que somos tan afectos, puede ser una clara respuesta, la necesidad de soltar tanta emoción contenida (más aún tras la pandemia) y compartirla con familiares y amigos de la misma u otra generación, parece ser una respuesta más contundente. Ello sin renunciar al viaje adrenalínico que supone vivenciar cada presentación del equipo nacional.
El otro bobo que pasará a la historia será el Nro. 19 de Países Bajos , Wout Weghorst, quien en el acceso a los vestuarios y con los escarceos propios de un partido picado, intentó provocar a Messi mientras daba un reportaje y este contestó: “Qué miras bobo, andá para allá”.
El enrarecimiento del partido en los minutos finales y en la ronda de penales por parte de jugadores neerlandeses que “barrearon” a los nuestros, generó la inesperada reacción del capitán argentino y del Dibu.
Era llamativo observar cómo a pesar del triunfo, el rosarino y el arquero seguían con una mirada desencajada producto de diferentes agresiones recibidas. Por primera vez se vio al 10 dirigirse al mismísimo Luis Van Gaal para devolver gentilezas sobre ciertas opiniones peyorativas del veterano entrenador previas al partido.
En tal sentido esta versión que muchos destacan como maradoniana de Messi, no es la más conveniente ni para él, ni para el equipo. No está mal que se plante y critique el pésimo arbitraje o que se queje a la FIFA por ello, pero ceder a la provocación ajena no es algo que participe de la esencia de la Pulga, ni que resulte beneficioso para focalizar lo que viene.
He de preferir siempre como símbolo distintivo de esta selección ver cómo el capitán aprieta el puño buscando a su familia en las plateas o cómo Lionel Scaloni se abraza con su pequeño hijo en el banco de suplentes tras el partido. Es presumible sospechar que Messi pudo ver los nubarrones de otras frustraciones tan cerca, que ello haya nublado su habitual equilibrio. Por ello, aun sin participar de ese tipo de reacciones, he de preferirlas a otras como la indiferencia o la cabeza gacha.
Pues bien, algunos han probado con ser streamer como Luis Enrique y se han ido; otros como Brasil con un equipo estelar, pero con bailes sobradores de festejos -técnico incluido- y se han ido.
Argentina, por su parte, ha logrado llegar al séptimo partido. Algo que solo cuatro de los treinta y dos equipos consiguen. Que siga siendo este sólido grupo unido, aun con limitaciones, es la mayor fortaleza de este conjunto.
No hace falta ser el más guapo, sólo silenciar al rival con el resultado deportivo y desearle un buen regreso a casa. En eso también, no hay que ser bobos.
*Abogado. Prof. Nac. de Educación Física. Docente Universitario.
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