El berrinche y lo berretín
El simbólico reclamo por la propiedad de las represas disfrazó una puja por el cruce de dirigentes entre el MPN y el Frente de Todos, sin toques de distinción.
El sorpresivo frenesí del MPN por la propiedad de las represas hidroeléctricas, cuya concesión vence el año que viene, desnudó cuestiones más urgentes que se cubrieron en términos políticos por epítetos como “discurso berretín” y “campaña de desprestigio”. El jugador central es el secretario de Energía, Darío Martínez, quien perdió la aureola que le había puesto el gobierno de Omar Gutiérrez cuando fue nombrado en ese cargo, como una suerte de “embajador neuquino” en la cuna del poder político federal.
Todo comenzó el 17 de enero cuando Carlos Ciapponi dejó la presidencia de CALF y fue expulsado, informalmente, de la lista conocida como “círculo de confianza” de la vanguardia del poder en la provincia y en el municipio. Hasta tuvo que bancarse que le cuestionaran que dejó la cooperativa endeudada al quejarse de los baches en la ciudad al romper un monopatín. Gente grande que hace cosas de chicos.
Su sapiencia en el negocio energético fue cubierta por materia gris proveniente del EPEN y del sindicato petroleros. Después nadie lo dijo ni lo reconoció, recibió un llamado de Martínez quien lo invitó al “asiento” de la secretaría en la calle Mendoza al 1.000 de la ciudad de Neuquén.
Pasó febrero donde se pulió el vínculo y en la primera semana de marzo, el secretario nacional firmó la resolución N°130 que aprobó la conformación del “Equipo de Trabajo de Aprovechamientos Hidroeléctricos Concesionados” (ETAHC), el cual se integrará con representantes de la Secretaría de Energía, de la Subsecretaría de Energía Eléctrica, de la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrica S.A. (CAMMESA), del Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE) y de la empresa estatal Integración Energética Argentina S.A. (IEASA).
El MPN todavía no alcanzaba a lamerse la herida de haber perdido al dirigente y apuró la recuperación de Darío Lucca para el oficialismo del partido, la lista Azul, luego de que apareciera festejando junto a Rolando Figueroa. Otros dirigentes que quisieron imitarlo para ver si los llamaban vieron fracasar estrepitosamente su intención y ya perdieron el pudor de fotografiarse con el diputado nacional.
Neuquén supo ser dueña en parte de las represas en el Limay y en el Neuquén pero, sin debate interno, decidió venderlas aquejado por urgencias financieras.
¿A quién puso Martínez para coordinar ese equipo? a Ciapponi. Cuando el partido provincial se desperezó y dejó de mirarse para adentro, reaccionó, fueron todos para el mismo lado sin coordinación.
Martínez todavía tiene una factura pendiente con Gutiérrez a quien le endilgó el fracaso de la ley de hidrocarburos que había enviado al Senado, tal vez en forma inocente, a sabiendas que la interna del Frente de Todos la iba a enmarañar. En términos públicos el gobernador habla más veces con Martín Guzmán “el jefe” de Martínez que con quien fuera otrora su embajador en el poder.
El titular de Emprendimientos Hidroeléctricos, Elías Sapag, puso el grito en el cielo porque fue a Buenos Aires a una reunión supuestamente antes de que se hiciera la primera reunión del equipo de Ciapponi, recibió un whatsapp de Martínez donde se le dijo que la reunión se suspendió por una marcha piquetera. A la semana siguiente cuando debutó la comisión, Sapag no fue, enojado por el destrato.
Salió el nuevo aliado del MPN, el diputado Mariano Mansilla (UNE) a cuestionar esa decisión y fue el Frente de Todos el que sufrió el efecto Ciapponi del MPN, se les fue un hijo pródigo. Cinco diputados -no los más k- dijeron que el gobierno hace una campaña de desprestigio contra Martínez y que el discurso del MPN era berretín, como un capricho, un berrinche. El MPN salió al cruce, no negó la campaña y tampoco sacó el título de personeros en referencia a Mansilla y César Gass (UCR).
Neuquén fue dueña por un lustro del 19,5 de Alicurá, 39 de Cerros Colorados, 13 de Piedra y 29,9 de El Chocón. Las vendió porque no eran buen negocio, en cuatro años cobró 17 millones de pesos de dividendos, pero era poca plata para el Estado. ¿Berrinche o reparación de derecho?
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