Religión y Estado, dos asuntos que están muy poco separados en Río Negro
La costumbre cada vez más frecuente de mezclar actos de gobierno, en ejercicio de la administración del Estado, con manifestaciones religiosas, constituye un serio retroceso en nuestro país. La paz del mundo pende de un hilo por las diferencias religiosas; no parece una buena idea entonces imponer las creencias de los funcionarios en actos públicos.
“Todos los habitantes de la provincia tienen la libertad de profesar, pública o privadamente, su religión. La Provincia no dicta ley que restrinja o proteja culto alguno”, dice el texto de la Constitución de Río Negro.
“Nadie está obligado a declarar la religión que profesa”, incluye en el párrafo siguiente.
¿Qué habría pasado si, en plena inauguración de la oficina de PAMI en Cipolletti, entrara una persona, pongamos, musulmana?, ¿tendría que poner sus palmas hacia arriba, como hizo el diputado nacional Aníbal Tortoriello, con tal de no quedar obligada esa persona a declarar que no profesa el cristianismo?
El respeto por la diversidad (sexual, intelectual, religiosa, política) hace urgente que se revise este tipo de actos.
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