Discepolín

Armando Mario Márquez

* Integrante de la Junta de Estudios Históricos del Neuquén. Presidente del Centro de Estudios Constitucionales del Comahue

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Enrique Santos Discépolo está ligado a los grandes hacedores de nuestra música ciudadana, la de la Buenos Aires en la que vio la luz y sus tangos en la primera línea de los más populares.


El 27 de marzo de 1901 nacía en el barrio porteño de Balvanera Enrique Santos Discépolo, prolífico autor y compositor, quien quedara popularmente inmortalizado por el apodo de “Discepolín”, algunos dicen generado para diferenciarlo de su hermano mayor, de nombre Armando, conocido dramaturgo de la época -le llevaba trece años de edad- y otros aseguran que lo era por su esmirriada y menuda figura.

La actividad artística le corría por la sangre, no solo por la decisiva influencia de su hermano, sino también por la de su padre Santos, un inmigrante napolitano que llegó a ser un destacado director de orquesta, y la de su madre -una criolla hija de genoveses- de nombre Luisa de Lucchi, mujer ligada a la música cual fiel acompañante de su esposo, matrimonio del que nacieron otros tres hijos, todos en la ciudad del puerto.

Su nombre está ligado, indudablemente, a los grandes hacedores de nuestra música ciudadana, la de la ciudad de Buenos Aires en la que vió la luz y sus tangos en la primera línea de los más populares.

Como lo dijera al inicio su obra fue muy prolífica, no limitándose únicamente a la composición de letras musicales, sino que también incursionó con éxito en el campo de la dramaturgia y el guión cinematográfico -fue también actor y director-, ámbitos en los que su obra se vio impregnada del tinte crítico y dramático, que orillaba la tragedia, seguramente heredado de su hermano y mentor, sin descartar su propia experiencia de vida: al ponernos en contacto con su obra hay un profundo y muy sentido trasfondo que no podemos soslayar.

Son de su pluma tangos imperecederos e inolvidables como “Malevaje”, “Yira, yira”, “Cambalache”, “Chorra”, “Esta noche me emborracho”, Cafetín de Buenos Aires”, “Uno”, entre muchos otros más.

De entre las obras teatrales y cinematográficas de su autoría me permito destacar los filmes “Y mañana serán hombres” y -de manera muy especial- “El Hincha”, ésta del año 1951 pero de plena actualidad, que nos muestra a los argentinos tal cual somos ante nuestra pasión futbolera: la interpretación que hace Discepolín como personaje central es memorable, cuando no, antológica.

Estuvo identificado con el peronismo, por lo que, con el seudónimo de “Mordisquito”, tuvo un microprograma radiofónico muy popular titulado “¿A mí me la vas a contar?” en el que abordaba temas cotidianos de interés público simulando un monólogo con un opositor, entregas de muy rico contenido que fueron colectadas en un libro con ese mismo nombre, que tal vez algún afortunado -como lo fui yo- pueda encontrarlo en alguna librería de textos usados.

Este último aspecto le valió hacerse de muchos enemigos, lo que lo llevó a un hondo estado depresivo que desencadenó su muerte por un accidente cerebro vascular, la que acaeciera el 23 de diciembre de 1951 en la misma ciudad que lo viera nacer.

Así, en prieta síntesis, la vida de un personaje mayor de nuestro acervo cultural, al que homenajeamos cada vez que una de sus variadas creaciones nos llena de emoción y sentimiento.

* Presidente de la filial Neuquén de la Sociedad Argentina de Escritores.


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