Día Mundial del Clima: la adaptación al cambio climático
Isabel Mansiones y Diana Zac *
Lilian Ferreyros Kuppers y Fryné Santisteban **
Necesitamos darnos cuenta de que estamos acabando con la despensa del mundo, haciendo del nuestro, un planeta con el tiempo contado. Es necesario activar y promover nuestras capacidades de empatía y de cuidado, dirigido a nuestro entorno
Cuando ocurre un fenómeno climático que deviene desastre, todos quedamos damnificados, porque lo que ocurre con el planeta nos concierne a la humanidad entera. La vida de los seres humanos no es posible de ser imaginada sin el entorno que nos conforma y estructura.
Estas crisis climáticas devienen crisis emocionales en el colectivo social y en las personas, crisis socioeconómicas, crisis que trascienden las generaciones y se instalan en una especie de memoria colectiva generando leyendas, mitos, ideas.
Cuando un problema es del colectivo social, la respuesta tendrá que convocar a todos los saberes. Se requiere entonces la conformación de enfoques y trabajos multidisciplinarios para el abordaje desde una práctica en territorio.
Sabemos que el riesgo para la salud en general y en especial la salud mental es producto de factores como la vulnerabilidad y la amenaza por la exposición al peligro y sus efectos en la subjetividad, lo que influye en la capacidad de reacción y respuesta.
Otro factor importante es la responsabilidad de los líderes y de quienes detentan el poder económico y político que hasta el momento muestran poca voluntad para llevar adelante una acción concertada y eficaz frente al cambio climático.
Al respecto hay consenso en la comunidad científica acerca de que hay un calentamiento global y el clima está cambiando gradualmente hacia estados significativamente distintos de los que se esperaría por variabilidad normal climática. Sin embargo no todos los eventos que vemos son producto de ese cambio climático La manera irracional de expandir territorios, arrasando bosques, depredando tierras agrícolas, alterando cauces de los ríos, etc. nos expone a peligros como inundaciones y sequías cada vez más frecuentes. (Fuente: entrevista a Leandro Giordano, geógrafo y Dr. en ciencias aplicadas)
Decía Freud que son tres las fuentes del sufrimiento humano: el causado por la naturaleza, el que proviene de la debilidad del cuerpo y el que surge de las relaciones con los otros. El tema de la crisis climática y nuestras adaptaciones a la misma convoca los tres tipos de sufrimiento-.
Los psicoanalistas podemos colaborar con la sociedad y sus grupos, y lo venimos haciendo, promoviendo una cultura de la prevención, del cuidado de la vida y por tanto sensibilizando sobre la necesidad de una relación cuidadosa con los recursos y atendiendo a los damnificados. Son varias las experiencias de trabajo que hacemos en ese sentido como las realizadas post terremotos, inundaciones, huracanes, durante la pandemia COVID, etc.
La elaboración y puesta en territorio de proyectos comunitarios se orientan a sostener familias, niños/as y adolescentes, así como a adultos mayores y población en condiciones especiales de vulnerabilidad.
Estas prácticas están destinadas a construir y activar herramientas que potencien un desarrollo adecuado de las adaptaciones que necesita hace la subjetividad y la intersubjetividad en escenarios de vulnerabilidad psicosocial.
Nuestra presencia inspirando productos culturales como libros, películas, dibujos animados para niños, teatro, etc. ayuda a la escuela e instituciones que colaboran con el desarrollo humano a generar la toma de conciencia en la comunidad.
Asimismo, se trabaja con profesionales de primera línea, como personal de salud, socorristas, bomberos, policías, y organizaciones del tercer sector que colaboran ante las crisis y que pertenecen a la defensa civil, acompañándolos y fortaleciendo sus capacidades para sostener a otros. De ese modo ponemos en marcha una atención y generación de interés que tiene efecto de cascada.
Trabajamos desde una mentalidad que incluye la emocionalidad de todos los actores sociales, de tal manera que tengan un adecuado registro de las mismas. Esto habilita la posibilidad de darles un curso distinto de la acción automática, un curso que permita la posibilidad de elaborarlas, si al menos se puede empatizar con dichos estados afectivos. Recordemos que la especie humana produce afectividad todo el tiempo.
Cuando los incidentes críticos ocurren, son potenciales hechos traumáticos, como por ejemplo con las inundaciones, y consecuente pérdida de bienes materiales e inmateriales que tienen significado emocional para una familia. Esto no se soluciona solo con la ayuda económica y material, aunque en esos momentos resultan imprescindibles.
Lo que queda sin nombrar, compartir y procesar, producto del miedo, la incertidumbre y el estado de indefensión, pasa a integrar una “cultura del silencio y de la ausencia”. Lo que estuvo y ya no está es vivido internamente como ausencia, y nuestra labor es constituir presencias desde nuevos vínculos personales y sociales.
El trabajo en prevención incluye no solo el conocimiento de la información sino de los estados emocionales que esta convoca, y la reunión de ambos registros contribuye a la mentalización de las experiencias y la creación de nuevos espacios mentales que posibilitan, entre otras cosas, pensamientos orientados hacia la construcción de una responsabilidad social
En un día como hoy, haríamos bien en reflexionar sobre la relación que tenemos con nuestro planeta. Preguntarnos por ejemplo si nuestro insaciable consumo, que produce incontables desechos y explotación de recursos más allá de los límites, no es acaso manifestación de nuestras dificultades emocionales como sentimientos de omnipotencia, exagerado afán de dominio y control de la naturaleza; así como una incapacidad de tolerar la frustración y de postergar la satisfacción inmediata en aras de un consumo respetuoso y compartido.
Necesitamos darnos cuenta de que estamos acabando con la despensa del mundo, haciendo del nuestro, un planeta con el tiempo contado. Es necesario activar y promover nuestras capacidades de empatía y de cuidado, dirigido a nuestro entorno y al mundo que nos cobija: a los bosques y los árboles, a los ríos y mares, a las especies animales y vegetales que tienen todo el derecho de vivir y ser cuidados como reclamamos para nosotros.
En la tradición de nuestros pueblos, en nuestra memoria colectiva, deben quedar guardadas aquellas prácticas de atención, cuidado y guardianía de la naturaleza que haríamos bien en evocar y retomar. Con seguridad todos saldríamos ganando y nuestra salud mental contaría con áreas reverdecidas y fértiles.
* Secretaría de Psicoanálisis y Comunidad de APdeBA (Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires)
* SPP (Sociedad Peruana de Psicoanálisis)
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