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Debate educativo en Río Negro: ¿qué sujetos buscan formar con la reforma curricular?

La  propuesta oficial aspira a formar “profesionales tecnificados”, gestores en lugar de educadores. No dialoga con una educación inclusiva y transformadora del contexto actual.

Hoy, ante la propuesta de reforma de los planes de estudio presentada por el Ministerio de Capital Humano de la Nación, nos preguntamos: ¿qué sujetos se busca formar a partir de los nuevos lineamientos curriculares? Para responder, analizamos la Resolución 476/24 que plantea la actualización de los diseños curriculares de todos los Institutos de Formación Docente del país. El desafío es un tema central en nuestro campo de intervención como docentes, ya que estos documentos contienen el sentido amplio de la Educación. Van más allá del “qué enseñar”.

¿Cómo es esto? Los diseños curriculares se constituyen en reflejo de un momento histórico, al sintetizar -define Alicia de Alba- “elementos culturales: conocimientos, valores, costumbres, creencias, hábitos, que conforman una propuesta político-educativa pensada e impulsada por diversos grupos y sectores sociales cuyos intereses son diversos y contradictorios”.

Esta definición que trabajamos en las aulas hoy se tensiona, adquiere forma y cuerpo en la iniciativa del Instituto Nacional de Formación Docente (INFoD), creado en 2007 por la LEN (Ley N° 26206), ahora enmarcado en el Ministerio de Capital Humano y en su Secretaría -ya no Ministerio- de Educación. Tal como señala De Alba, la síntesis de elementos que propone esta reforma está en línea con el modelo de país iniciado hace un año, al plantear la formación “eficaz”, “concreta”, “práctica” de docentes.

Ante este viraje de escaso sustento epistemológico y teórico, sostenemos que enseñar es mucho más que transmitir conocimientos. Es un acto político en tanto su intención es transformadora. A diferencia de este posicionamiento, sostenido históricamente en la educación argentina, los nuevos lineamientos proponen un giro en la enseñanza. Esta “tiene como objetivo principal desarrollar competencias docentes que abarquen una combinación de conocimientos, habilidades y actitudes”, desde una “formación -que- debe ser práctica y orientada a que los futuros docentes sean capaces de resolver problemas concretos”, afirma la resolución. Esto no es nuevo. Pero ahora, lo que esta propuesta nos despierta es una inquietud profunda: ¿qué tipo de sujetos se busca moldear en nuestras aulas y qué tipo de sociedad quiere construir?

El paradigma de la escuela inclusiva nos ha enmarcado en una formación y actualización permanente sobre sujetos pedagógicos emancipados y críticos, donde los estudiantes son agentes de cambio.

Hemos aprendido que quienes se forman en la docencia necesitan comprender su realidad socio-histórica para intervenir sobre ella, a partir del trabajo en contextos diversos. A futuro, estas identidades docentes consolidarán infancias y adolescencias autónomas, capaces de decidir, elegir y reflexionar a partir de integrar el aprendizaje, en su dimensión cognitiva y afectiva. De la misma manera, los estudiantes deben ser protagonistas en espacios que respeten y celebren la diversidad cultural.

Desde la perspectiva sociocultural, sustentada en autores como Vygotsky, Freire y Piaget, la educación debería formar sujetos capaces de analizar su contexto y actuar para transformarlo. En cambio, el documento base de Nación parece limitar esta posibilidad al enfatizar la tecnificación de la enseñanza y la homogeneización de los procesos formativos.

Propone un enfoque que prioriza el desarrollo de “competencias empresariales”, alejándose de lo que denomina el “saber enciclopédico”. Aunque sugiere intenciones de renovación pedagógica, la lectura descontextualizada del marco referencial, no dialoga con las necesidades de una educación inclusiva y transformadora, situada en un contexto económico, político y social empobrecido y atomizado como el de nuestro país.

Según la propuesta, la aspiración es formar “profesionales tecnificados”, gestores en lugar de educadores y eficientes en habilidades específicas; orientados al manejo instrumental y técnico de estrategias centradas en competencias de enfoque utilitario; adaptados a contextos híbridos, lo cual supone estar preparados para incorporar formatos virtuales y digitales, sin cuestionar en profundidad las posibilidades concretas que existen.

En este punto, se plantea “fomentar un aprendizaje sincrónico o asincrónico que sea inclusivo para todos los estudiantes y que permita sostener trayectorias reales en los tiempos que requiere la formación de nivel superior”. No menciona cómo materializar estas prácticas en momentos de eliminación de planes de equipamiento digital, de reducción de la inversión en equipos humanos especializados e infraestructura para andamiar una alternativa de este tipo.

¿Acaso esta reforma propone formar docentes críticos, inclusivos y emancipadores? ¿O promoverá perfiles técnicos al servicio de un sistema para el que deben ser funcionales, en tanto prioriza la eficacia por sobre la transformación social?

* Psicóloga y Docente del Nivel Superior .

** Lic. en Comunicación y Docente de Nivel Superior.


Hoy, ante la propuesta de reforma de los planes de estudio presentada por el Ministerio de Capital Humano de la Nación, nos preguntamos: ¿qué sujetos se busca formar a partir de los nuevos lineamientos curriculares? Para responder, analizamos la Resolución 476/24 que plantea la actualización de los diseños curriculares de todos los Institutos de Formación Docente del país. El desafío es un tema central en nuestro campo de intervención como docentes, ya que estos documentos contienen el sentido amplio de la Educación. Van más allá del “qué enseñar”.

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