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De Venezuela a la degradación del discurso político

La sociedad venezolana expresó su hartazgo en las urnas el domingo pasado, aun cuando el Gobierno de Maduro se niegue a reconocerlo.

Hace más de 15 años, precisamente el 4 de Junio del 2009, se publicó en este diario una nota de mi autoría titulada: “El “Neopopulismo” donde realicé un análisis crítico de ese fenómeno político que en aquél entonces se estaba gestando en Venezuela y que amenazaba con expandirse rápidamente en toda la región. Al poco tiempo lamenté comprobar cómo mis pronósticos agoreros de aquel discurso impetuoso con postulados nacionalistas, comenzó a calar hondo en el discurso político en general, acicateando antinomias y divisiones que luego se tornaron irreconciliables.

En nuestro país, como si alguien se empecinara en mantener vigente la famosa frase de Ortega y Gasset que aún nos interpela: “Argentinos, a las cosas…” la clase política, en general, en lugar de ocuparse de la superación de la crisis para dirigir nuestro potencial hacia el desarrollo se subió a la ola romántica del neopopulismo. En el fondo era más discursiva que concreta, por cuánto si bien el postulado legitimador del discurso chavista y líderes afines se afirmaba en la unidad latinoamericana, lo cierto de todo es que ninguno de los actores políticos que encarnaba el discurso progresista de unidad regional, concretó política alguna en tal sentido, aun cuando estaban en óptimas condiciones de hacerlo.

No olvidemos que ,el auge político neopopulista coincide en una época donde la mayor parte de la región era gobernada por dirigentes que acuñaban ese discurso, (Chávez en Venezuela, CFK en Argentina, Correa en Ecuador, Lula en Brasil, Mujica en Uruguay, Lugo en Paraguay, Evo Morales en Bolivia, etc.). Sin embargo, estos líderes unidos sin fisuras en el discurso, jamás llevaron adelante una política real y efectiva de integración regional, como podría haber sido la creación de un mercado común y la liberación de barreras aduaneras entre los países parte.

Curiosamente, quienes postulaban la unidad latinoamericana para defender los intereses del cono sur de los embates “imperialistas”, prefirieron sostener el viejo esquema de tratados económicos bilaterales a medida de los intereses de las mismas multinacionales que desde siempre mantuvieron vínculos comerciales con Latinoamérica en base al modelo agroexportador y explotación de comodities.

En tal contexto, el Mercosur, que de mercado común sólo tiene el nombre, siguió siendo cartón pintado, pero el discurso siguió coloreando y creando estamentos inservibles (como los parlamentarios del Mercosur, por ejemplo) y así la rueda siguió y siguió girando en falso…

En fin, como dice el refrán: del dicho al hecho hay mucho trecho, y hoy muchos de los que forjaron legítimas expectativas en un discurso progresista que se amoldaba a sus ideales, siendo objetivos, deben reconocer que en las últimas décadas en Latinoamérica no hemos tenido experiencias socialistas propiamente dichas, sino meros simulacros donde se ha acuñado como falsa moneda un discurso político inconsistente con la realidad, hasta el punto de degradarlo.

Eso explica de algún modo que de pronto haya tallado tan fuertemente en la sociedad la contracara, el discurso político que encarnan Milei en argentina, Bolsonaro en Brasil o incluso la propia oposición en Venezuela, que hoy parece tener la adhesión mayoritaria de la sociedad venezolana, quien -al igual de lo que ocurrió en argentina-, expresó su hartazgo en las urnas el domingo pasado, aun cuando el Gobierno de Maduro se niegue a reconocerlo, pues, cuando el discurso político se degrada, la voz del que lo porta, no hace más que mostrar sus pies de barro.

(*) Luis Virgilio Sánchez es abogado y escritor.


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