De Rusia sin amor, a los fracasos

Fernando Benítez Jaccod**


Inmortalizar la supuesta ‘’grandeza’’ es típico de los líderes rusos, como también el olvidar que las derrotas geopolíticas traen cambios inevitables dentro del sistema.


El empantanamiento de Rusia en su inserción militar a Ucrania comienza a generar interrogantes. ¿Es posible una sucesión de Vladimir Putin si su estrategia militar fracasa? Desde 1905 a la fecha, ya sea en su etapa zarista, soviética o post-soviética cada derrota bélica o crisis política y económica, generó fuertes cambios de régimen o liderazgo.

El ingreso a la Primera Guerra Mundial fue visto por el Zar Nicolás II como una oportunidad de revitalizar al imperio zarista luego de la derrota en la Guerra Ruso-Japonesa de 1904/05, y de la ‘’revolución de 1905’’. El fracaso obligó al zar a abdicar y finalmente Rusia salió de la guerra en 1917 con importantes concesiones al enemigo, y con Lenin como líder de la revolución bolchevique.

La derrota soviética en la guerra ruso-polaca de 1920, llevó a que Lenin abandone su idea de propagar la revolución comunista por toda Europa occidental. Ya con Lenin muerto, emerge la figura de Stalin, quien aprovecha la victoria del ejército soviético en 1945 para recobrar los territorios perdidos en 1917 y 1920, además de crear toda una gama de estados satélites, un ‘’cinturón exterior’’ para frenar a las potencias occidentales contra cualquier intento de tocar suelo soviético.

Stalin fallece en 1953 y es sucedido por Khruschev, quien entiende que la recuperación europea occidental y el estancamiento de la guerra de Corea, son señales de un nuevo tiempo. Promueve la “Coexistencia Pacífica”, contraria a la teoría de Stalin de un inevitable choque entre Occidente y la URSS. La derrota política que significó la construcción del ‘’Muro de Berlín’’, y el mal cálculo sobre la supuesta debilidad de John F Kennedy durante la crisis de los misiles cubanos de 1962 fueron motivos para removerlo en 1964. La nomenclatura sucesora a cargo de Brezhnev, quien gobernaría hasta su fallecimiento en 1982, sería la responsable del estancamiento tecnológico, económico y social frente a Occidente. Todo intento de cambio “interno” en su esfera de influencia era visto como un desafío al poder y a la doctrina de la URSS. Se aplastó a la Primavera de Praga (1968), se buscó acallar al sindicato “Solidaridad” en Polonia (1981), y se invadió a Afganistán en 1979, para evitar la desestabilización de sus fronteras musulmanas de sus repúblicas soviéticas.

Mijaíl Gorbachov (1985) sería quien permitiría los cambios más radicales, la “Glasnost” y la “Perestroika”, buscaban transparencia y generar voces disidentes en la URSS. El primer efecto dominó para la caída del comunismo en el este de Europa, se produce en Hungría cuando en 1989 se convoca a elecciones libres y la URSS no lo impide. Al desmembramiento geopolítico exterior, le siguió el interior. La política de redefinición de las nuevas fronteras y la votación del referéndum para un nuevo “Tratado de la Unión”, fueron tomadas como una claudicación inaceptable para el ala dura del Partido Comunista y la KGB, promoviendo un golpe de estado en agosto de 1991.

Con Gorbachov preso e incomunicado en Crimea, es Boris Yeltsin, recientemente elegido presidente de la República Federativa de Rusia dentro del marco de la reformada constitución soviética, quien aplasta el intento golpista. Estos hechos precipitaron la disolución de la Unión Soviética, que dejó de existir como estado y sujeto de derecho internacional el 26 de diciembre de 1991.

Además de ver la caída de su imperio y del ‘’mito’’ de su grandeza, la Rusia ‘’post soviética’’ asistió al fallido intento de inserción en el capitalismo global, ya sin la relativa seguridad social de la anterior economía planificada, sin moneda, desabastecimiento generalizado y mafias capturando el estado. Sumado al desastre de la invasión rusa a Chechenia (1994-96) y el ascenso de los comunistas en las elecciones parlamentarias de 1995, el futuro político de Yeltsin parecía sentenciado. Yeltsin renunció en 1999 por razones de salud y su sucesor Vladimir Putin, líder absoluto desde entonces, ha tenido siempre como prioridad el colocar nuevamente a Rusia en situación de gran potencia mundial.

Las referencias al orgullo del estado ruso instaurado por la dinastía de los Romanov en 1612 y a Pedro I ‘’El Grande’’ son permanentes. Para Putin, ‘’ Pedro I no estaba conquistando nada, estaba recuperando’’, y al igual que en aquella época ‘’también es nuestra responsabilidad recuperar y fortalecer’’, haciendo una clara analogía con su idea sobre la guerra contra Ucrania, y también recordando que Pedro I se hizo con el control de lo que hoy son Estonia, Lituania y Letonia, hoy amenazadas por expansionismo de Putin y símbolos del fin de la guerra fría y la expansión de la OTAN sobre Europa Oriental.

Inmortalizar la ‘’grandeza’’ es algo típico de los líderes rusos, también el olvidar que las derrotas geopolíticas siempre traen cambios inevitables dentro del sistema: de 1905 a 1991 siempre predominaron dentro de un orden establecido, excepto en 1917 y 1991, cuando el sistema ya no ofreció respuestas. Antecedentes válidos para Putin, en un contexto ‘’ucraniano’’ incierto.

* Magister en economía política y relaciones internacionales.

**Lic. en relaciones internacionales.


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