Cita con las musas

Maximiliano Gregorio Cernadas*

(*) Diplomático de carrera, miembro del Club Político Argentino y de la Fundación Alem.

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El consumo de psicotrópicos destinado a encender la inspiración creativa es uno de los temas más remanidos de la cultura en todos los tiempos. Uno de los casos más emblemáticos de esa búsqueda se encuentra en el célebre ensayo “Las puertas de la percepción” (“The Doors of Perception”, 1954), en el cual el genial escritor británico Aldous Huxley volcó sus experiencias creativas con alucinógenos, cuyo concepto sería luego adoptado por la banda experimental ”The Doors” como motto de su planteo estético que, parafraseándolo, decía: “Existen cosas que conocemos y otras que no; en el medio están The Doors”.

Aunque carezco de toda experiencia en ese desaconsejable recorrido hacia la inspiración, conozco otros métodos, útiles para todo proceso creativo, se trate de grandes ideas o sencillas soluciones para pequeños problemas y más allá de la disciplina que se trate, que recomiendo enfáticamente, pues reúnen varias virtudes: son gratuitos, no son ilegales, son de libre acceso disponibles a cualquiera, no producen efectos secundarios y, lo que es crucial, son garantizadamente efectivos.

El primero de ellos lo aprendí de mi madre y consiste en aprovechar los instantes antes de caer en el sueño y al apenas despertar, para reflexionar acerca de ideas, experiencias o problemas. Está comprobado que la creatividad se encuentra en esos momentos “abierta” de un modo más amplio que en otros estadios de la vigilia. La diferencia a favor de estos momentos que cualquiera atraviesa a diario, consiste en proponerse aprovechar esos minutos de lucidez especial, para lo cual lo único imprescindible es disponer en la mesa de luz de papel y lápiz o de un móvil a fin de dejar registrado todo aquello que, de lo contrario, se olvidará fácilmente. Lo peor o, conviene decir, lo mejor que puede ocurrirle a uno es que la inspiración sea tan abundante que nos obligue a retrasar el sueño o retenernos en la cama para registrar alguna idea fecunda.

Otro método para reunirse con las musas es tan antiguo como el pensamiento mismo y consiste en emplear largas caminatas para reflexionar acerca de cuestiones que nos interesan o aquejan, como ya lo hacían los filósofos griegos. Recuérdese que la escuela de Aristóteles era llamada de los “peripatéticos” y a él mismo se lo apodaba “el peripatético”, palabra derivada del griego antiguo “peripatein” o caminar, precisamente porque enseñaban, dialogaban y reflexionaban andando.

Un método similar fue cultivado por los escritores del romanticismo alemán, aunque con la tradicional impronta de esa cultura, es decir, practicando el “Wandern” (“caminata”, en castellano), que consiste en largas marchas en medio de la naturaleza, atravesando bosques y montañas, cuyo contacto les inspiraba nuevas ideas. Aun hoy esta práctica es muy popular entre los alemanes como una suerte de reencuentro introspectivo con uno mismo, como lo traduce una palabra sustancial del idioma alemán que contiene esa singular sensación espiritual, como es “Waldeinsamkeit”, es decir, la sensación de estar sólo, en el bosque.

En mis varios años de estadía en Alemania pude comprobar cuánto de esas prácticas y sensaciones remonta a los alemanes a sus tiempos ancestrales como pueblos nómades atravesando los entonces frondosos bosques de esas tierras.

Otro tanto puede decirse del concepto francés “Flânerie” y de sus cultores “Flâneures”, que consiste en deambular sin rumbo pero con los sentidos abiertos y atentos, generalmente en la ciudad. El concepto es inmejorable para grandes urbes como Buenos Aires, por ejemplo, una de las ciudades del mundo más apropiadas para esta práctica, pues los estímulos de sus calles son infinitos.

En todos estos casos, el método de caminar en busca de ideas, es una práctica indiscutidamente asociada a la circulación aeróbica de la sangre y su oxigenación del cerebro, así como de una estimulante reacción de los sentidos frente al entorno.

La última de mis recomendaciones para explorar recursos que alteren la capacidad perceptiva habitual consiste en escuchar composiciones de Bach, en especial de obras para clavicembalo, las cuales son tan profusas en elementos diversos y originales que, escuchadas con atención, producen una suerte de disrupción mental, propia en la música de un compositor que, no casualmente, fue llamado por el gran pensador Theodor Adorno, como “el mensajero del futuro”, pues su música produce una suerte de perturbadora sensación de vértigo ante un mundo de sonidos tan extraños como deslumbrantes.

En última instancia, lo fundamental es persuadirse de que la inspiración, al menos en la escala de lo que nos estamos refiriendo aquí, no está acotada a los genios ni responde a fórmulas mágicas o arcanas, sino a la voluntad, al empeño y a la disciplina de cualquiera de nosotros.

(*) El autor es diplomático de carrera


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