Cipolletti, entre narcos y candidatos

Martín Belvis

Prosecretario de Redacción. Nació en 1967 en Buenos Aires y comenzó en el periodismo a los 21 años. Durante 10 años cubrió noticias políticas de la provincia de Neuquén y más tarde fue el primer editor del suplemento de Energía del diario Río Negro, de cuya agencia Cipolletti fue jefe entre 2009 y 2013. Vivió una década en Bariloche, donde se desempeñó como jefe de su agencia. En Diario RÍO NEGRO desde 1991.

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Los dos postulantes a gobernador que se perfilan para polarizar la elección en 2023 son del mismo lugar: Alberto Weretilneck (Juntos Somos Río Negro) y Aníbal Tortoriello (Pro).


Cipolletti aparece en el horizonte político de la provincia como el distrito donde el año que viene se definirá un capítulo clave en la pelea por el poder. Los dos principales candidatos que alzan sus aspiraciones para suceder a Arabela Carreras fueron intendentes allí: el senador Alberto Weretilneck y el diputado Aníbal Tortoriello.

Pero en Cipolletti se está gestando también un clima de violencia al que, aunque parezca increíble por las evidencias que se suceden, ni el gobierno ni la Justicia prestan atención.

Una banda narco que tomó por asalto el espacio vacante en la barrabrava del club Cipolletti se hace fuerte, avanza sobre los barrios, amenaza a las autoridades y mantiene una impunidad que no está a la altura de su marginalidad. Su crecimiento se debe menos a la inteligencia de sus jefes que a la desidia de los que deberían intervenir.

En Roca la actividad de los narcos también se nota en ebullición, pero allí sí parece que hay una reacción del Estado.

Cipolletti tiene 15 fiscales, entre titulares y adjuntos. El primer hecho público de violencia (que trascendió) fue en noviembre de 2021, cuando esta banda irrumpió en la cantina del club Cipolletti y se la arrebató a la barrabrava que estaba en caída. Sobran videos pero los funcionarios judiciales que tienen en sus manos el impulso de las investigaciones penales no actuaron porque -se defendieron- nadie hizo la denuncia. Si este conflicto evolucionara hacia un asesinato, va a ser difícil semejante lavada de manos.

La Policía y el ministerio de Seguridad de la provincia no le van a la zaga. Los efectivos de seguridad están en las canchas, bajo presupuesto a cargo de los clubes, para custodiar, precisamente, que estos episodios no se produzcan. Y la cartera que conduce Betiana Minor, una abogada con experiencia académica en juicios por delitos de lesa humanidad, espera, como los fiscales, que haya una denuncia.

En septiembre de 2010 el clan Montecino, que dominaba el narcomenudeo en Cipolletti y buena parte del área circundante, fue atrapado, encarcelado y más tarde condenado. Operaba con total impunidad en la ciudad bajo la fachada de la compra-venta de autos usados. Weretilneck era entonces intendente, intentó el disparate de juntar firmas para echarlos de la ciudad y todo indica que terminó moviendo sus artes de negociación hasta que se cumplió el objetivo.


Una banda narco tomó por asalto la barrabrava del club más popular de la ciudad y se impone en la sociedad con una violencia que fiscales y gobernantes tratan de no ver.


Pero no fue la Justicia rionegrina ni la Policía provincial las que desbarataron semejante banda narco. Tampoco fue la división de la Policía Federal dedicada a la toxicomanía (a perseguirla, es claro) con sede en Cipolletti.

Carolina Pandolfi, hija del tan legendario como polémico abogado penal, era (y aún lo es) jueza federal de Neuquén pero del fuero civil. Subrogaba el penal cuando tomó la valiente decisión de actuar, con la excusa de que los Montecino operaban en Centenario, que es su jurisdicción. Pidió el auxilio de la Policía de Neuquén y dio el golpe más efectivo y certero del que se tenga recuerdo en la región.

Esta nueva barrabrava-narcobanda, cuyo nombre no viene al caso porque los que deben actuar ya la conocen y no es cuestión de darles propaganda, es independiente de los poderes políticos que suelen usar los servicios de organizaciones así. La comercialización de droga es un enorme ingreso, suficiente para no tener que pedir mucho.

El actual intendente Claudio di Tella (del oficialista Juntos Somos Río Negro) va perdiendo peso dentro de su partido y llegará al final de su mandato, en 2023, sin demasiado apoyo para la reelección.

Por “apoyo” se entiende el dedo de Weretilneck, que desde 2011, cuando dejó la intendencia, no ha hecho más que reducir su popularidad en la ciudad que lo adoptó hace casi 40 años. Lo aisló a su sucesor, Abel Baratti, renunció a tener candidato propio cuatro años después (así ganó Tortoriello) y ahora piensa en una figura del Pro. De eso hablaba el miércoles cuando lanzó la ambiciosa propuesta de sumar, además del PJ, al partido de Mauricio Macri a la alianza que -creé él- lo devolverá al poder provincial.


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