Bloqueo y fragmentación

PANORAMA POLITICO NACIONAL


El repago de deuda en dólares levantó una ola de sospechas que el ministro de Economía no logró disipar. La candidatura presidencial de Massa está en veremos.


En igualdad de condiciones, la explicación más simple suele ser la más probable”. Así rezaba el principio lógico que se le ocurrió al fraile Guillermo de Occam para afeitarles las barbas a las especulaciones metafísicas del medioevo. Esos laberintos inexplicables que impedían el desarrollo del método científico.


Si Sergio Massa quería devolverles a los mercados financieros la idea abandonada de una Argentina confiable, había dos cosas más sencillas por hacer, antes que la martingala que intentó con la recompra de bonos de la deuda externa. Dos iniciativas de constatación inmediata en la semana que se inicia: sacarle el respaldo de sus diputados a los intentos de juicio político contra la Corte Suprema y rechazar el abrazo del Gobierno argentino a los dictadores de la región en la reunión de la Celac.


Massa prefirió internarse en una metafísica compleja. Metió la mano en la caja más agónica del país -las reservas del Banco Central- y gastó el diez por ciento de lo que había para recomprar el uno por ciento de la deuda en bonos externos. Dijo que lo hacía para devolver la confianza en la economía nacional. En cuestión de horas volvió a subir el dólar.


El mercado se pobló de rumores sobre los beneficiados con la recompra de bonos. La operatoria tuvo todo el aspecto de una filtración de información privilegiada para generar un negocio millonario. Massa quedó en la mira. El ministro ya venía cuestionado por la condonación de deudas a las empresas de energía, de capitales cercanos a sus vinculaciones políticas. Para defenderse, contraatacó: dice que en realidad no hay que averiguar quién se benefició con el jubileo de los bonos, sino a los que estaban haciendo subir el dólar.


Si se aplica el principio lógico, la explicación más probable es la más sencilla: Massa rifó buena parte de los pocos dólares que hay en el Central.


Así como al Frente de Todos le faltan candidatos a presidente, a Juntos por el Cambio le sobran. No es una virtud sino más bien un problema para la oposición.



La maniobra de Massa se inscribe en un momento de alta fragilidad política para el Gobierno y el país. El Frente de Todos no tiene un candidato presidencial y aspira a que el ministro de Economía acepte encabezar la oferta electoral. En el kirchnerismo prevalece la idea de replegarse sobre la provincia de Buenos Aires. Espera que la tracción mutua del presupuesto de Axel Kicillof y los votos de Cristina Kirchner les provean la reelección del gobernador y la renovación de fueros para la expresidenta. Esa mirada de retracción hacia lo distrital es un espejo de lo que está haciendo todo el peronismo en los territorios que gobierna. La candidatura de Massa sólo funcionaría como una máscara de la fragmentación. ¿Por qué se arriesgaría el ministro a ese destino?


La respuesta más sencilla es la más probable: porque la oposición tiene las mejores chances para ganar y los dirigentes con mejor imagen, pero también está tensionada hacia la fragmentación. Su problema no es el exceso de demanda, sino de oferta.


Pero en política también los mercados se anticipan. Juntos por el Cambio es una coalición que no sabe todavía con qué integración llegará a las Paso. Esto conduce a otra conclusión. El sistema político argentino puede analizarse desde dos matrices de observación: la del funcionamiento institucional de sus tres poderes y la del orden establecido de su esquema de coaliciones.


El funcionamiento de los poderes está en una situación grave. El Ejecutivo nunca pudo salir del bloqueo de la interna entre el Presidente y la vice. El Legislativo permanece paralizado desde el día en que el oficialismo se dividió frente al único programa económico que halló en el camino: el acuerdo con el FMI. Permanece funcionando el Poder Judicial, al que el kirchnerismo necesita inactivo.


Si se mira desde el esquema de coaliciones, el momento previo a las primarias es el de mayor fuerza centrífuga para el sistema. Pero nada asegura que luego se reordene en polos consistentes. El riesgo es la fragmentación. Como en el resto de la región, Argentina empieza a sumarse a una escena donde además de la crisis económica y el malestar social, se avizoran conflictos para la gobernabilidad.


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