Análisis | El inicio de una dura derrota para Milei: el triunfo de los gobernadores
El presidente descuidó las formas y buscó imponer su proyecto desconociendo negociaciones y hasta desacreditando representantes. Aseguran que había perdido interés en la propuesta tras el recorte de casi un tercio de los artículos. Dónde perdió.
Finalmente sucedió. Y fue más temprano que tarde. En las últimas horas se aseguraba que el presidente Javier Milei había perdido el interés en la Ley Ómnibus. Él había pedido no negociar y la poda de artículos, producto de los acuerdos prometidos por sus representantes, terminó por ser el terreno de su derrota. El proyecto legislativo, que mutó de bases refundacionales para la sociedad argentina a una caja de herramientas mínimas de gobernabilidad, volvió a foja cero y se acomoda en el mismo escritorio del semiparalizado DNU 70. En suma, el plan de gobierno de Milei parece estar sin brújula y mañana la respuesta de los mercados podría acrecentar las malas noticias.
No resulta llamativo que el presidente Milei esté en el exterior cuando se jugaba una partida tan importante en el Congreso. Seguramente haya confiado su decisión al lugar que en sus prioridades le fue dando al proyecto a medida que se marchitaba. También hay una constante que se repite y que tiene que ver con la falta de experiencia y pericia política, y lo que parece ser una subestimación de lo que él denomina la casta: la política tradicional. Clave, todavía, para gobernar.
En esta cruzada política la casta fueron los diputados y, fundamentalmente, los gobernadores. La carga de adjetivación peyorativa que utilizó en contra de ellos resultó por momentos difícil de entender para un presidente con una notoria minoría en ambas Cámaras legislativas. También la torpeza de sus legisladores, quienes hasta a veces no entendieron los reproches de Miguel Pichetto y se los festejaron con vivas. Si en la punta de ese ovillo se encuentra la expectativa de un respaldo popular movilizado, la maniobra no parece menos que audaz y de un riesgo incalculado.
¿Milei quiere realmente que se apruebe la Ley Ómnibus?
Es muy claro que Milei mantiene altos niveles de aprobación. También es cierto, de acuerdo a las últimas mediciones, que empieza a empalarse y que sus principales medidas económicas cosechan una mirada negativa por mayoría. El regreso a comisiones de la Ley Ómnibus, que significa iniciar de cero su tratamiento, es la primera gran derrota para el presidente. Está claro que tiene un colchón de aceptación popular que le permitirá digerirla, pero también es cierto que puede ser el inicio de un futuro de mucho mayor costo.
Sin las herramientas de gobierno, que declaró imprescindibles, la hoja de ruta que miran desde todo el mundo queda endeble e incierta. En todo caso, en la otra vereda, la certidumbre está puesta por los gobernadores que, a diferencias de los legisladores, no soportaron el maltrato y lo hicieron saber, como lo hizo el rionegrino Alberto Weretilneck quien le dijo que no los iban «a ver de rodillas».
En ese barro general fue el que se estancó Milei. Un barro al que él contribuyó negando la posibilidad de negociación, desautorizando a sus representantes y, sin reconocerlo, cediendo y entrando a un terreno donde la experiencia política domina los tiempos. No son artes que en sí misma merezcan un reconocimiento, pero son las reglas que existen en la relación entre los poderes. En la obstinación que se le conoce lo hizo perder el control de la estrategia y terminar donde no quería estar.
Es valorable que se busquen nuevas prácticas para la política, pero eso no fue lo que ocurrió. Milei pareció enfocarse solo en uno de los costados de lo que él dice condenar, que fue el del castigo y el hostigamiento. Un comunicado de La Libertad Avanza (LLA), repite el error, habla de «traición» y que la misma «se paga». Se refiere a un supuesto compromiso de gobernadores que no se cumplió.
Cómo esperaban que se cumpliera si a esta altura, donde debe incluirse el dulce de aprobar el proyecto en general, la carga estaba invertida y el que tenía un compromiso era el Gobierno con las provincias. Algo que decidieron dejar en mute todo el fin de semana, mientras Milei visitaba a su novia en Mar Del Plata. A eso se sumó la confirmación del viaje oficial de Milei, que podrá excusarse también diciendo que estaba previsto de ante mano, porque el cálculo era que el tema estuviera resuelto antes.
Pero para el Congreso fue otro destrato, como aquel del discurso de asunción de espaldas al recinto. Y como los calificativos de la previa.
Pero fundamentalmente está el contenido. Y en el contenido está el sentido más federal que los gobernadores pudieron rescatar. Muchas de las leyes que lograron sobrevivir a la poda, tras los acuerdos entre el oficialismo y los dialoguistas, eran de aplicación en los distritos de los mandatarios provinciales. Y, según dijeron, no fueron consensuados ni consultados al respecto. Eso parece más que una herida narcisista. Parece una charla desoída o descalificadora, como dijo el presidente provisional del Senado: «los gobernadores son animalitos que gastan».
El inicio de una dura derrota para Milei queda reflejado, no solo en el retiro del proyecto, sino en las formas. El oficialismo lo hizo tras empezar a perder sistemáticamente las votaciones sin tener la mínima capacidad de autodefensa. Nadie, incluso una porción de la posición dialoguista, va a arriesgar capital político cuando el barco empieza a filtrar.
A su regreso Milei deberá revisar en qué estado quedó su estrategia y cómo puede reimpulsarla. Habrá que ver si sigue contando con toda la oposición que lo auxilió en general, claro está con condiciones, en su inconsulto megaproyecto de ley.
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