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A Milei se le encogió el horizonte político

En un clima económico complicado por el contexto internacional y errores propios, enfrenta otra vez un “momento Bases”.

El gobierno de Javier Milei parece estar desconcertado por una sorpresiva aceleración de los tiempos económicos y políticos. De mirar las elecciones de octubre con confianza y en el horizonte de mediano plazo quedó de pronto urgido por fechas de corto plazo en las que se juega su destino inmediato. En lo económico: el último tramo de abril, fecha tentativa para el cierre del acuerdo con el FMI. En lo político: el 18 de mayo, fecha de las elecciones distritales en la Ciudad de Buenos Aires.

Una combinación de factores negativos externos y de errores propios no forzados por la oposición han puesto al Gobierno en esa encrucijada. Los factores contextuales son evidentes para cualquier observador imparcial. Tienen nombre y apellido: las erupciones del volcán Donald Trump. El gobierno parece subestimar a veces la incidencia de esa marea revuelta. En otras ocasiones parece advertirlo, pero sin posibilidad de señalar sus efectos negativos por su alineamiento incondicional con el presidente norteamericano.

Su margen de acción para eludir el impacto del contexto externo sería de todos modos más que escaso. Eso lo obliga a observar con detenimiento los errores. El dólar sigue inquieto y los precios de la canasta pueden comenzar a moverse con ese sensor infalible para la memoria inflacionaria de los argentinos. Mientras intenta bajarle el precio a la discusión pública de la inestabilidad cambiaria, el Gobierno decidió ir comunicando de manera unilateral y en cuentagotas los contenidos del acuerdo en ciernes con el FMI.

El ministro Luis Caputo intentó despejar la incógnita del monto del nuevo préstamo, pero mantuvo la incertidumbre sobre las condiciones. Estas condiciones no son una variable menor. El volumen del préstamo es un indicador relevante sobre la capacidad de maniobra futura del Banco Central. En las condiciones puede estar la clave sobre el futuro del cepo cambiario y especialmente sobre una eventual devaluación.

Urgido por las presiones del mercado y el drenaje de reservas, el Gobierno con sus declaraciones en el máximo nivel se anticipó en demasía a los tiempos del FMI. Suele ser mejor comunicarles a los mercados hechos consumados antes que proyecciones o expectativas.

Contradicciones


A esos tropiezos comunicacionales la Casa Rosada le añadió errores políticos. En medio de una potente ofensiva opositora para instalar protestas virulentas en la calle, el Gobierno había conseguido un triunfo político: que se apruebe el decreto de emergencia para acordar con el Fondo, sin que el Congreso conozca ni el monto ni las condiciones negociadas.

En lugar de sacar provecho político de ese logro, exhibiendo un respaldo a la gobernabilidad de un conjunto de fuerzas políticas que exceden al oficialismo, la estrategia del Gobierno fue volver a ufanarse por una conquista en la que aportó menos que sus aliados: poco más que el escándalo de la corte de los milagros que llevó al Parlamento en aquellas listas indigentes que armó en 2023 con el épico objetivo de defenestrar a la casta.

Si se combinan los escenarios inescindibles de la política y la economía, el gobierno de Milei no cesa de exponerse en una contradicción: sostiene de a ratos que la presión del mercado cambiario es un tema menor, para luego denunciarlo como un movimiento golpista. Para bajarle el precio a la inquietud cambiaria, Milei le sube el volumen a la inquietud institucional.

¿Implica esto desconocer la estrategia de la principal oposición a Milei? Hay datos fundados para sostener que esa estrategia estuvo presente en el diseño de la reciente protesta violenta ante el Congreso. Y es evidente que luego esos mismos sectores políticos se pusieron a la vanguardia de la presión pública que reclama primero una devaluación, para señalar luego sus efectos letales sobre la economía de las víctimas. Pero la estrategia política del Gobierno no es la de concertar fuerzas con todos los aliados posibles para sostener la estabilidad económica y la gobernabilidad política.

Milei dice que Cristina Kirchner tiene miedo a perder su libertad por una condena firme. Aun cuando esa hipótesis sea apropiada, la acción política del gobierno parece encaminada en un sentido opuesto al recomendable: no suma aliados a su causa, más bien los repele.

En ese contexto conviene observar el error de abrir una primera ventana plebiscitaria -en un momento de volatilidad económica- nada menos que en el distrito electoral más visible del país: la Ciudad de Buenos Aires. La oferta electoral de las fuerzas que deberían estar conformando un frente común contra la ofensiva kirchnerista se presentará no sólo fragmentada, sino también contenciosa.

Cinco vertientes que se definen a sí mismas como adversarias del PJ conducido por la familia Kirchner competirán por separado. En una elección que en los papeles tiene objetivos distritales, pero el momento político nacionalizará sin remedio.

El diálogo entre inexistente y tortuoso de Javier Milei con quienes quieren apoyarlo desde identidades distintas provocó una combinación de dos falencias. Los primos Macri desdoblaron la fecha electoral sin acordar ese movimiento con el gobierno (o más bien como una fuga ante un intento de alianza frustrada). Los hermanos Milei tampoco pactaron los límites de la contienda. Ahora sólo pueden ganar si destruyen a sus aliados antes que a sus adversarios.

A estas desprevenciones el oficialismo no se las puede endilgar a la oposición. Nada tiene que ver Cristina Kirchner. El Gobierno atraviesa un momento similar al primer fracaso legislativo que tuvo con la ambiciosa ley Bases. En aquella instancia reaccionó con realismo, volvió a dialogar con quienes lo apoyan, aceptó ceder algo de su maximalismo para conseguir finalmente el resultado que quería y obtuvo.

¿Cuál sería ahora un gesto de realismo político de Milei para recuperar posiciones? Pactar el discurso de campaña en la vidriera porteña sería un avance. Pero sobre todo tomar decisiones que muestren la capacidad de procesar los errores propios y avanzar con pragmatismo.

Abandonar definitivamente esa aventura temeraria y costosa que fue el juez Ariel Lijo para la Corte Suprema de Justicia, por ejemplo.


El gobierno de Javier Milei parece estar desconcertado por una sorpresiva aceleración de los tiempos económicos y políticos. De mirar las elecciones de octubre con confianza y en el horizonte de mediano plazo quedó de pronto urgido por fechas de corto plazo en las que se juega su destino inmediato. En lo económico: el último tramo de abril, fecha tentativa para el cierre del acuerdo con el FMI. En lo político: el 18 de mayo, fecha de las elecciones distritales en la Ciudad de Buenos Aires.

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