OPINIÓN: Postales mendocinas
EZEQUIEL FERNANDEZ MOORES
La noticia pasó desapercibida en Buenos Aires. Hay que estar en Mendoza para saber de qué se trata. Este fin de semana pasaron por Mendoza 'La Tigresa' Acuña boxeando ante 3.000 personas y Charly García tocando ante apenas 2.000 y denunciado además por unas prostitutas, que le reclaman 10.000 pesos por sus servicios. Y pasó también el victorioso San Lorenzo, hoy firme puntero del Clausura, que le ganó a Godoy Cruz en un estadio abarrotado por 40.000 personas.
Un San Lorenzo integrado por diez de once jugadores que un semestre atrás recibían goleadas y eran abucheados por sus propios hinchas. Pero eso ya lo saben todos. Lo que pasó desapercibido en Buenos Aires fue el mensaje y un rostro en sus camisetas que exhibieron los jugadores de Godoy Cruz al salir este domingo a la cancha: «Luchemos por las familias argentinas», decía el mensaje, acompañado del rostro de Laura Abonassar.
Laura, de 42 años, madre de dos hijos, fue asesinada en la madrugada del 15 de abril cuando ingresaba a su casa. Una de las tres balas que le dispararon le destrozó el cráneo. Los tres ladrones arrojaron su cuerpo a la acequia y tiraron también allí a su hijo de seis años, que dormía en el asiento trasero del automóvil robado. Hoy, casi toda Mendoza sigue movilizada y va de marcha en marcha protestando por la inseguridad.
Un taxista critica. Pero, entre tanto, pregunta al visitante si en el hotel al que irá hay televisión «porque hoy hay eliminación en Gran Hermano», cuenta entusiasmado. A José, asistente social en Tunuyán, a una hora de Mendoza, le preocupan otra clase de «eliminaciones». La de los pibes de 14 a 18 años librados a su suerte. Cuenta historias dramáticas de abandonos, maltrato, adicciones, desamparo y marginalidad. Una violencia de la que no se habla. Angel, que trabaja en juzgados de familia, añade que la cárcel termina siendo el peor lugar para esos jóvenes, porque justamente allí, afirma, aprenden todo lo que les faltaba conocer sobre el delito. Más mano dura, más cárceles, más policía, reclaman sin embargo las protestas, amplificadas por los medios. Pero el propio Alejandro Gil, esposo de la mujer asesinada, dice que «el cambio debe ser cultural y por la educación».
También solitaria, casi desapercibida, se lee una carta en el correo de lectores del diario Uno: «Si existieran políticas serias de inclusión social -dice allí Pablo Gareca- esta situación de inseguridad disminuiría considerablemente… Las cárceles están llenas de pobres, están llenas de personas que sufren la exclusión que generan tipos que luego ponen policías para reprimir y los verdaderos criminales se esconden en barrios privados, con fueros…»
El fútbol se unió al reclamo por el cruel asesinato de Laura. Además de los jugadores de Godoy Cruz, cuya barra protagonizó sonados hechos de violencia sólo semanas atrás, se unieron el sábado los del Gimnasia local, antes del clásico que perdieron ante Independiente Rivadavia. Horas antes de ese partido, quince barras de Gimnasia se bajaron de una camioneta Ford Ranger para golpear a hinchas rivales que viajaban en un micro de línea y le metieron dos balazos a un estudiante de bioquímica de 18 años que viajaba en el asiento trasero. El fútbol, acaso el deporte de mayor inclusión social, sí que también sabe de violencia. Y de eliminaciones. Aunque hoy por hoy, tanto en Buenos Aires como en Mendoza, las eliminaciones de tapa sean las de Gran Hermano.
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