Opinión: El Rojo neuquino y cómo no sentirse así
Independiente de Neuquén perdió la final del ascenso con Bolívar y terminó lleno de bronca con el arbitraje. Después de tantos episodios similares, se va con la sensación de que era un desenlace inevitable.
La impotencia es uno de los peores sentimientos que puede tener el ser humano, algo que como casi todas las cosas de la vida puede trasladarse al fútbol.
Perder jugando mal fastidia, pero cuando el futbolista siente que haga lo que haga no va a ganar, la sensación es mucho peor.
Eso le paso esta tarde en Carmen de Patagones a Independiente de Neuquén, que perdió 3 a 0 con Bolívar en la final por el ascenso al Federal A con un arbitraje polémico.
Enfrentar al equipo de Marcelo Tinelli encendía las alarmas en la previa. El fútbol del ascenso tiene decenas de ejemplos recientes en los que se benefició al más poderoso.
La rigurosa expulsión a Mauricio Villa, que jura no haber insultado al juez, marcó el desarrollo del encuentro. El árbitro, Pablo Núñez, le sacó la roja después de dos amarillas seguidas, ambas por protestar.
Los nervios y la mala predisposición le jugaron una mala pasada al Rojo en un desenlace que no le hace justicia a lo que fue su gran campaña.
Esa actitud del plantel, al que le fue difícil abstraerse del contexto, es lógica y entendible. Con todos los episodios lamentables que se viven en el fútbol del ascenso, nadie se podría ver sorprendido ante un arbitraje beneficioso para Bolívar, club que ni siquiera participó de una liga para entrar a este torneo.
En ese marco, parece una misión imposible no salirse de sus cabales ante un fallo que consideró injusto. Cómo no sentirse así si cualquier futbolero hubiera apostado, incluso antes del comienzo del torneo, que el club de Tinelli sería ayudado a ascender.
La triste imagen final no debería empañar el juego y el coraje de un grupo fuerte y con un gran sentido de pertenencia. Igual queda la espina por haber sufrido en carne propia las desventajas habituales del fútbol argentino.
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