Nuevos datos ratifican que Priebke fue protegido y huyó desde Italia ayudado por la Iglesia
La primicia la había dado “Río Negro” en 1996 tras una entrevista exclusiva con el exjerarca nazi en prisión. Ahora un libro da detalles sobre dónde estaban escondidos Priebke y otros importantes jefes criminales, en Tirol del Sur (Italia), y cómo fueron ayudados por referentes eclesiásticos.
El 15 de septiembre de 1943 la casa de la familia Carpi en via Leonardo da Vinci 20, en Bolzano (Italia), fue saqueada y los muebles arrojados a la calle “como advertencia” para todos los demás. ¿La culpa de los Carpi? Ser judío. Toda la familia, incluida Olimpia, una niña de tres años, fue deportada y asesinada en los campos de concentración nazis.
En la misma calle, pero a dos puertas de distancia, Erich Priebke, el “verdugo de las Fosas Ardeatinas” fue escondido y protegido en julio de 1948, mientras esperaba los documentos necesarios para escapar a América Latina.
«Si alguien cree que solo Priebke (radicado durante décadas en Bariloche, y extraditado y juzgado en Italia desde 1996), estaba protegido por los tiroleses del sur, ya que era considerado el vengador de los 33 soldados del regimiento «Bozen» asesinados por los partisanos, deberá repensarlo», ya que junto a él había varios criminales. Así lo dice Massimiliano Boschi, en un artículo publicado en altoadigeinnovazione.it al anunciar y comentar el libro de reciente aparición de Gerald Steinacher: “El camino secreto de los nazis”.
El historiador alemán Steinacher revela que, junto con Priebke, muchos otros criminales nazis o sus familias encontraron hospitalidad y protección en Tirol del Sur. La lista completa se puede encontrar en ese libro. Algunos son (entre paréntesis, la ciudad en la que encontraron refugio): Karl Wolff, general de las Waffen-SS y Jefe Supremo de Policía y SS en Italia (Appiano). Karl Haas, oficial de contrainteligencia que participó activamente en la coordinación y ejecución de la masacre de las Fosas Ardeatinas en Roma (Bolzano). Pierre LavaI y Jean Luchaire, respectivamente primer ministro y ministro de propaganda del gobierno francés de Vichy (Merano). La hija y esposa del jefe de las SS Heinrich Himmler (Selva di Val Gardena). Esposa e hijos de Martin Bormann (Merano y Bolzano).
Además del mencionado Erich Priebke, Adolf Eichmann y Josef Mengele también encontraron cobijo en Tirol del Sur. Ambos lograron escapar a Sudamérica gracias a documentos emitidos por el municipio de Termeno.
“Parece claro -dice Boschi- que quienes protegían a personas de este calibre podían y debían haber contado con una red de protección amplia y organizada. Una red en la que el vicario de la diócesis de Bressanone, Alois Pompanin, premiado con la Ehrenzeichen des Landes Tirol en 1958, y Karl Nicolussi Leck entre los fundadores de Museion, así como la Escuela Superior de Salud Claudiana, actuctuaron en un papel no secundario”.
Escribe Steinacher en su libro: “A nivel práctico, la gestión de los aspectos legales (e ilegales) de la emigración se confió a argentinos de origen alemán para oficiales de las SS escondidos en Italia. También fue relevante el trabajo en equipo paralelo del grupo pronazi del Tirol del Sur, encarnado por el oficial de las SS, originario de Bolzano y condecorado con la orden de los caballeros (Ritterkreuzträge), Karl Nicolussi Leck”.
Por su parte, Sven Reichardt, al comentar el mismo libro, hace notar que el historiador Steinacher reconstruyó integralmente las rutas de escape, destinos y redes de cómplices de los verdugos nacionalsocialistas después de 1945. Este estudio pionero saca a la luz toda la cadena de actividades de la huida nazi, iluminando el papel de Italia, la Cruz Roja Internacional, el Vaticano, los servicios secretos aliados y Argentina, “el líder de la última esperanza” según la efectiva expresión de Simon Wiesenthal. Particularmente detallada -dice Reichardt- es la exploración de ese verdadero Nazi-Schlupfloch (escondite nazi) que era el Tirol del Sur. La ruta a través del Brennero y el Tirol del Sur de habla alemana resultó ser una ruta ideal. Sólo unos pocos nazis fueron “traicionados” durante la fuga. Los asientos eclesiásticos redactaron un impresionante número de cartas de presentación para el sobrecargado y negligente Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que por su parte se prodigó en emitir documentos de viaje sin controles serios. “No menos vívida y convincente es la reconstrucción histórica del apoyo brindado por la amplia red institucional vaticana, en particular por la Pontificia Comisión de Asistencia a los Refugiados con sede en Roma. Igualmente clara –agrega Reichardt- es la reconstrucción del trabajo de las fervientes instituciones del Tirol del Sur, así como de las camarillas locales de las SS, en particular el papel desempeñado por el oficial Karl Nicolussi-Leck. Lo mismo se aplica a las figuras del «obispo nacionalsocialista» Alois Hudal y del monseñor croata Krunoslav Draganovic, ayudantes sistemáticos de los criminales nazis que huían”.
“Se produjo una estrecha colaboración entre pequeños grupos de ex SS, figuras eclesiásticas intermedias y coadjutores que operan dentro del CICR Anticomunismo de la Iglesia Católica y los servicios secretos aliados, así como se facilitó la voluntad de acogida por parte del gobierno argentino de Juan Perón”.
Así, Italia se convirtió en el puente principal tanto para refugiados como para criminales de guerra. Alrededor del 90 por ciento de estos últimos, según la estimación de Steinacher, logró escapar en libertad a través de Italia. Esto se debe a que ya en 1946 el gobierno militar aliado se había retirado, el país estaba repleto de refugiados de toda Europa y la situación general era extremadamente confusa.
Las revelaciones del libro de Gerald Steinacher están en línea con uno de los hallazgos de RÍO NEGRO en su cobertura del caso en Italia, a través del periodista Ítalo Pisani, el único que pudo entrevistar a Erich Priebke en la cárcel militar de Forte Boccea (Roma) en 1996, cuando se realizaba el primer juicio: la confirmación para el mundo de que Priebke era un «peso pesado» que escapó ayudado por la Iglesia. En particular, por el austríaco Alois Hudal, poderoso funcionario que mantuvo frecuentes encuentros con el papa Pío XII (Eugenio Pacelli), criticado por su política de silencio frente a las crueldades del nazismo.
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