Noble sabe dónde

Acaba de lanzar su segundo disco como solista, "Nadie sabe dónde", en el que, asegura, ya se sacó el luto por la "muerte" de su banda durante doce años, Los Caballeros de la Quema. De eso y de la vida misma Iván

«… Yyy, ¿cómo es vivir en el sur?», pregunta Iván Noble (Buenos Aires, 1968) mientras otea en el espejo retrovisor de su auto, empuja un casete de Paul McCartney en el estéreo y enfila, junto a «Río Negro», hacia los estudios de América 2. Acaba de ensayar durante dos horas con la banda de Javier Malosetti y transformar «La rubia tarada», el hit de Sumo, en un alarido funk, una versión combustible en donde el bajo de Malosetti, claro está, golpeó los límites de lo posible.

Ya subido a su auto, Noble pregunta por la Patagonia, por el frío, por el sosiego, y, en medio de ruidos y frenos, de árboles y bares, busca impaciente lugar para estacionar. No es fácil. Son las 7 de la tarde y Palermo Viejo está encendido: el apuro se aprecia en el aire, en el hormigueo callejero, en esas sombras humanas que se desvanecen por la ventanilla. Pero si el encuentro hasta aquí ha sido intenso, cuando se abren los estudios de América por poco explota. Roberto Pettinato lo está esperando: Noble es el invitado del día en «Indomables» y el inefable conductor le hace honor al nombre de su programa. Va de aquí para allá como si no encontrara su sitio en la tierra. En medio de ese caos, de ese vértigo banal de programa de tevé, Noble tratará de ensayar con su banda. Tocarán dos temas de su nuevo disco, «Nadie sabe dónde», y luego esperará, paciente, la entrevista con la estrella del momento, Pettinato, quien sigue caminando nervioso. Sí, si la tevé es el desborde organizado, este tipo parece la quintaesencia del estrés.

Pasan unos momentos.

Una asistente abre una puerta y allí está Noble ante el espejo. Bebe un Martini de a sorbos y se acomoda el pelo que ya no luce tan largo. Ya no viste tampoco esas bermudas de jeans cortadas con los dientes sino un saco y una remera con la estampa de Thelonious Monk, prócer del piano y el blues.

Noble cierra la puerta y el clima se transforma. A pocos metros el mundo parece venirse abajo pero allí dentro es posible hablar sin interrupciones.

«¿Cómo es el disco? Bueno, supongo que cada disco tiene el humor del momento de quien lo hace», arranca el músico, con ese tono tan propio, acelerado y preciso. «Así que el disco supongo que refleja ese momento. Así como el disco anterior estaba más para adentro, éste es más abierto. En cuanto a lo musical, tiene más presencia de guitarras, quizás porque el productor es Juanchi (Balerón, Los Pericos).

– Ya pasó un tiempo de la separación de los «Caballeros», ¿Cómo ha sido el proceso?

– Estoy más relajado. Ya me saqué el luto.

Noble se toca el bíceps de su brazo, el lugar donde, antaño, una cinta negra servía como simbología del recuerdo. Comienza entonces a desplegar esa vocación por la metáfora que restalla en sus letras. La imagen como recurso, como ojo de cerradura de su estado de ánimo.

«Cuando formamos la banda tenía 21 y cuando me separé 33. Viví grandes momentos. Le debo mucho de lo que soy como tipo. La mayoría de las mujeres que conocí, muchas de las mejores noches de mi vida. Fue un

duelo, pero ahora estoy relajado. Va a ser un recuerdo hermoso siempre.

– ¿Cómo tomás a los que critican tu separación como una suerte de abandono, como si vos los hubieras desamparado a tus compañeros?

– Me parece una mirada adolescente e ingenua y también atrevida. No podés hablar de bandas ajenas. Es una actitud tribunera, es tirar un caño en mitad de cancha. Lou Reed dice que cuando escupís al cielo, después te cae el doble de lo que escupiste.

– ¿Tenés nuevo público o son seguidores «Caballeros»?

– Es una mezcla. Hay gente de la época de los 'Caballeros' pero por una cuestión generaciones hay chicos que hoy tienen 17 que nunca los vieron.

– ¿Hay nostalgia en los recitales, pedidos de reunión?

– Sí, pero no es un deseo que esté ni en mí ni en los chicos de la banda satisfacer ni hoy ni mañana. No está en el horizonte próximo, pero no sé las carambolas del destino. Creo incluso que hay heridas que no cerraron del todo. Me sigue emocionando esa nostalgia, pero es como un matrimonio que se separa y los chicos dicen «dale papá, volvé a casa». Hoy no hay casa; cada uno se está construyendo su casa nueva.

– ¿Tu responsabilidad es la misma?

– Siento más responsabili-dad puertas para adentro. Adentro de la sala, «Caballeros» era muy democrático, acá como solista el poder de veto lo tenés siempre. Pero tam

bién trato de tener un «sonido de banda», con gente que transpira la camiseta.

– ¿Y cómo está Noble hoy, con 36, casado y solista?

– Estoy feliz, haciendo lo que me gusta hacer, de la manera que me gusta. Ser solista tiene una cosa que te mirás de nuevo a la cara con situaciones que hace mucho no vivías. Te hace mirar de nuevo a tu vanidad, a tu ego, es…

– Un pequeño salto al vacío

– Obvio. Y está bueno. En un punto es grosso porque te pone de frente a dudas, temores y miedos que uno tiene. Pero está bueno tenerlos a esta edad. Está

bueno llegar a los 40 con preguntas. Ahí están los nombres de los dos discos, «Preguntas equivocadas» y «Nadie sabe dónde».

– Suenan 'sabinescas…'

– Y, calculo que hay influen-cia, he escuchado mucho a Sabina. Escribe las mejores canciones que escuché. Junto a los tangueros, Andrés, Charly. Y de afuera, Waits, Reed.

– Músicos cronistas…

– Bueno, soy un tipo al cual le gusta mucho leer. Si me regalás un disco, lo primero que voy a hacer es leerlo, y va a ser difícil que lo escuche si primero no me gustó cómo está escrito.

– ¿Cómo funciona tu ADN musical, consumís información?

– Sí, trato de consumir, pero no porque piense que eso me va servir. Me gusta mucho leer, ir al cine, pero tampoco me gusta lo erudito. También me gusta jugar al fútbol con mi amigos y emborracharme. Creo que de eso también se aprende. Me gusta leer a Gelman, por ejemplo, creo que tenés un plus con eso, pero no vas a escribir como Gelman y, además, si te quedás leyendo a Gelman todo el día en tu casa, es probable que te pierdas cosas. El otro día iba en el auto con una canción a medio terminar y me paré adelante de un camión. Te-nía escrita una leyenda que decía «En la cama de los piolas, este gil duerme la siesta». Yo dije, chau, ésa es una canción.

– Súper tanguero…

– Claro. Tenés que mamar de ahí también. Creo que el rock muchas veces hace un culto de lo rústico, la esquina, la intuición, y se pierde lo que te pueden dar… Scorsese, Gelman, otra música. Yo recién vengo de tocar un tema de Sumo con Malosetti… me saco el sombrero. Si fuera un ro-quero puro diría no, quién es, to-ca jazz, no, es raro. El tema es te-ner cosquillas, probar, tropezar, volver atrás. Hago música, no puentes, hay que tomar riesgos.

Tocan la puerta. Pettinato lo espera para arrojarle preguntas. Será una suerte de combate dialéctico. Un asunto del lenguaje. No hay problema. En eso, Noble sabe dónde poner cada cosa.

 

Pablo Perantuono


"... Yyy, ¿cómo es vivir en el sur?", pregunta Iván Noble (Buenos Aires, 1968) mientras otea en el espejo retrovisor de su auto, empuja un casete de Paul McCartney en el estéreo y enfila, junto a "Río Negro", hacia los estudios de América 2. Acaba de ensayar durante dos horas con la banda de Javier Malosetti y transformar "La rubia tarada", el hit de Sumo, en un alarido funk, una versión combustible en donde el bajo de Malosetti, claro está, golpeó los límites de lo posible.

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