“No tengo odios ni perdón”
NEUQUÉN/CENTENARIO (AN/ACE).- Pablo Hodola es hijo de Oscar Hodola y Sirena Acuña, ambos nacidos y criados en Huincul y desaparecidos en Buenos Aires, donde se habían refugiado luego de huir de la comarca petrolera al saberse perseguidos por su militancia política. Aunque el caso del secuestro de sus padres no es parte de este proceso judicial, Pablo ha estado en la mayoría de las audiencias en las que declararon testigos o víctimas de la dictadura de la comarca petrolera. En sus testimonios Pedro Maidana, Dora Seguel, Luis Almarza, Emiliano Cantillana o Juana Aranda, hablaron del afecto o el trabajo con su padre. “Mi papá incentivaba la formación de centros de estudiantes, por eso conocía a Maidana –sobreviviente de la dictadura y secuestrado a los 19 años de la ENET de Huincul–. Yo tenía tres meses cuando vivía con ellos en la calle Río Colorado”, dijo. Explicó que la noche del 15, madrugada del 16 de noviembre de 1976 sus padres estaban en el hospital, donde él estaba internado con bronqueolitis y se enteraron que en la casa “hubo un operativo con gente de civil. Mi abuela, años después, creyó reconocer a Gómez Arenas”, en referencia al jefe del destacamento de Inteligencia 182, uno de los principales responsables del funcionamiento de “la Escuelita” de Neuquén. Añadió que a partir de esa noche “mis papás, y de hecho también yo, pasamos a la clandestinidad”. Del hospital en Cutral Co sus padres se fueron a La Plata y luego a Moreno, donde su padre Oscar “había recibido la sotana en 68-69, porque era ex seminarista”. Relató que la noche del 12 de mayo de 1977 hombres armados que bajaron de un Falcon entraron “en una casa operativa del partido, porque ellos eran del PRT –Partido Revolucionario de los Trabajadores– y secuestraron a mi mamá y mi papá”. Pablo tenía un año y ocho meses y el grupo de tareas lo dejó en casa de una vecina. “Este juicio es una reconstrucción de lo sucedido, de la militancia y del compromiso de alguien a quien nunca voy a conocer. Es lo que me reconforta”, dijo Pablo. Reveló que “no tengo odio ni rencor, tampoco perdón para todo el daño que cometieron y sembraron en la sociedad. Es imposible dar vuelta a la hoja cuando hay una herida abierta y los mismos militares no dan respuestas a las aberraciones que cometieron: lo que hicieron no cabe en la razón de cualquier persona de bien”, dijo. Aseguró que el juicio en el que se ventilan los hechos ocurridos durante la dictadura repercuten positivamente. “Hay observancia desde la sociedad, porque nos invitan desde las escuelas a dar testimonios, de las radios nos llaman para ver cuáles son los avances del juicio, y en la sociedad quieren ver que fue lo que sucedió”, sostuvo. Consideró que en muchos casos este acompañamiento “es pasivo, pero no deja de tener interés en la comunidad, lo veo en Cutral Co y en Huincul”, su lugar de origen, al que volvió para vivir con la familia que armó.
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