«No nos esperábamos tanta crudeza, tanta muerte, tanta tristeza»

Empezar a salir de los estragos de la pandemia no es sencillo. La médica roquense Silvana Lagos, que vive en Barcelona, hace un balance, un mes después de su diálogo con RIO NEGRO.

Silvana Lagos se quiebra y corta el mensaje. Arranca otra vez. Se vuelve a emocionar. Hace exactamente un mes, esta doctora que pasó su infancia y adolescencia en Roca y que desde hace 13 años vive en Barcelona, habló con RÍO NEGRO sobre cómo se vivía allí la pandemia desde su lugar, una sala de urgencias de un hospital privado.


Ahora, cuando las cifras comienzan a bajar y la ciudad retoma de a poco su “nueva” normalidad, Silvana hace un balance de todo este tiempo, en una comunicación vía Whatsapp.

“Todos estamos muy tocados, todos estamos con un grado de ansiedad enorme, porque hemos vivido mucha muerte y esa es una cosa real, que no se puede describir. Íbamos haciendo sobre la marcha, casi como robots. Recién ahora, desde hace unas dos semanas, ha comenzado a ceder”, explica Silvana en su primer mensaje, desde el mediodía de Barcelona, en su día libre.

La primera charla con ella -el lunes de esta semana- debió interrumpirse porque un paciente había empeorado. Pero ayer pudo volver a hablar.

“Dentro del hospital, la mejoría se vive con ansiedad, y con alivio porque ya no tenemos que vestirnos con toda esa ropa de Covid. Vestirse de Covid es muy duro: no se puede respirar, todo el tiempo estás con el miedo ahí, latente, aunque bloqueando también todo el tiempo esas sensaciones. Aquí todos enfermamos, algunos hemos sido portadores, otros han estado de licencia. Nosotros estamos viviéndolo de una manera rara. Fue un impacto muy grande. Ahora estamos esperando un rebrote, que quizás no se dé, pero nos tiene muy estresados. La incertidumbre es nuestro principal tema”, explica.

El equipo que acompaña a Silvana, ahora, en un clima de mayor distención.


P – Además del hecho concreto de que bajen la cantidad de infectados, ¿cómo advirtieron que la curva iba cediendo?

R – Nosotros, aunque este es un hospital privado, nos comportamos como hospital público en este tiempo y ahora hace dos semanas que no recibimos pacientes. Uno se da cuenta de que ha cedido la curva porque los casos se distancian y porque en el servicio de urgencia empiezan a aparecer banalidades.

P – ¿Cómo quedó el personal después de estos tremendos meses?

R –
La verdad, hemos quedado con el ánimo muy tocado, muy shockeados, tristes. A todos, en mayor o menor medida, nos ha tocado vivir una muerte cercana: de compañeros, enfermeros, médicos, gente conocida, familiares. Ha sido triste, para todos. Y no estábamos preparados para esto. Como médico esta ha sido una experiencia muy, muy dura porque nos hemos encontrado con la muerte directamente. Nos hemos encontrado con una enfermedad desconocida, que no sabíamos y que no se sabe todavía cómo anularla completamente. Lo único que sabemos es cómo prevenirla. Ahora lo sabemos, porque esto ha sido progresivo y se ha ido aprendiendo con las muertes. Nos hemos encontrado con la muerte directamente sin poder hacer nada ante un paciente que estaba estable hemodinámicamente y que de repente empezaba a decaer y decaer, de un día para el otro, y sin poder entender a este virus. En lo personal, como médico al ver tanta muerte de cerca, al ver morir muchos pacientes, en pasillos, porque no había camas, y como madre, como esposa y como amiga -las mujeres somos muy contenedoras cuando estamos a cargo de personas- ha sido un impacto 100% muy delicado, muy triste, y que va a dejarme una huella para toda la vida. No nos esperábamos tanta dureza, tanta crudeza, tanta muerte, tanta tristeza. Y a eso hay que sumarle que mientras eso ocurría, y yo personalmente estaba muy destrozada tenía que mantener el ánimo para que mi hijo siguiera feliz entre las cuatro paredes, intentar jugar, sonreír, cuando por dentro uno estaba… (llora). Perdón, es muy difícil volver a recordar.

P – ¿Tienen algún apoyo?

R –
Ahora nos han dado apoyo psicológico, pero muy pocos compañeros lo han tomado porque necesitamos descansar antes de seguir hablando de este tema. Es muy duro rememorar la situación. Vivir con miedo de que no le pasara nada a los familiares.

“Vamos que podemos”, una manera de darse ánimo en los díias tristes.


P – ¿Y vos?

R – Como médico rogaba que no se enfermaran mi hijo ni mi marido. Personalmente sigo compungida, preocupada por los amigos y familiares en Argentina porque muchos son colegas y están en primera linea ahora. Y además estoy preocupada por mis padres, Antonio y Marcela (que viven en Roca), mis hermanos, mis amigos.. .Sigo igual de preocupada porque la situación aguda ahora se ha trasladado allí, y hasta que no se vea que allí se mejore no voy a estar tranquila. Permanecemos en alerta, con el teléfono encendido todo el día, y escuchando las noticias de allá y preguntando a mis amigos de allá.

En Barcelona, donde vive con su hijo de cinco años y su marido, Silvana es jefa de guardia los jueves y algunos fines de semana, pero cuando los casos de Covid-19 desbordaron todo, aumentó la cantidad de días. En la primera etapa del virus, se contagió y tuvo que ir a casa.

Mientras esto ocurría, y yo estaba muy destrozada tenía que mantener el ánimo para que al volver a casa mi hijo siguiera feliz”.

Silvana Lagos, médica del servicio de urgencias de un hospital de Barcelona.


Ahora, retoma de a poco rutinas de antes. Y algunas nuevas, como las clases de yoga y meditación que le han ofrecido “de regalo” y como retribución por los malos meses en los que puso el cuerpo cada día.

P – ¿Cómo es la “nueva” normalidad? ¿Es tan “normalidad”, o no se parece en nada a lo que vivíamos antes?

R –
La nueva normalidad es poder salir. Tener el gusto de poder entrar a un sitio público, tomar un café, o salir a cenar. Todo está muy restringido, de todas maneras. Desde este lunes abrieron los comercios y hace dos semanas cafés y restaurantes. Siempre estuvieron abiertos supermercados y panaderías que eran como el sitio de “salida” de todo el mundo. Pero cuando comenzamos a “desconfinar”, esta nueva normalidad fue como tener un permiso, una libertad que antes no todos tenían por igual. Tantos días de cuarentena fueron angustioso y depresivos para muchos, porque efectivamente es algo que no se ha vivido jamás. Entonces, esta nueva normalidad es un poco el placer de poder salir a un sitio y conectar con el resto del mundo, con los amigos, con la familia. Que los niños hayan comenzado esta semana el colegio, da alegría. Los papás hemos tenido que firmar un documento para permitir que nuestros hijos puedan entrar al colegio, que tiene obviamente restricción de alumnos (algunos seguían online y otros iban presencial). Se hace sobre todo para que los niños jueguen, que estén entre ellos. Y los mas grandes, pueden ir a tomar un café, una cerveza, ir a un shopping a ver ropa. Son cosas que antes eran la normalidad y ahora son como un regalo del estado. Es una cosa muy impresionante. Nosotros, como médicos teníamos esa posibilidad yendo al trabajo, por ejemplo: poder conducir el coche hasta el trabajo y ver a nuestros compañeros. Ese era nuestro “regalo”, aunque estábamos en un sitio de guerra. Pero salir era nuestro despeje, como los que trabajan en supermercados, panaderías y repartidores. En esta nueva normalidad, las cosas cotidianas se volvieron un regalo precioso para un 80 por ciento de la población (porque hay un 20% que ha pasado olímpicamente de todas las normas y no ha entendido todavía que esto ha sido un proceso grave, delicado y que ha muerto mucha gente a causa de esta pandemia).


P – ¿Qué fue lo primero que hiciste cuando todo comenzó a mejorar?

R –
Lo primero que hemos hecho la mayoría fue juntarnos con familiares y a amigos . Esa socialización que teníamos vía online se hizo personal. Y en segunda instancia, salimos a los sitios a comprar ropa, cosas que al principio parecen banalidades y que ahora son un regalo.

P – ¿Y qué es lo que todavía no pudiste hacer porque la prevención no lo permite?

R –
Abrazar. Esa distancia social que en los países nórdicos es cultural, aquí nos cuesta. No poder abrazarnos es tremendo. Antes, cuando uno se veía con amigos y familias, lo primero que hacíamos es abrazar y dar besos, y aún no se pude hacer. Yo espero sinceramente que la gente entienda lo que esto significa. Que tenemos que respetar por sobre todas las cosas las normas: si te dicen que no es no, y punto porque es para proteger al prójimo. Lo único que espero es que en Argentina mejore todo, porque si seguimos en el bucle vamos a tener que retroceder en el tiempo, todos. Espero que todos sean conscientes de que hay respetar las normas, sociales y sanitarias. Es lo único que deseo y que deseamos la mayoría, para volver a tener estabilidad y no volver a tener esta tristeza.


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