«No hay que corregir con rojo los cuadernos»

Docentes y padres no salían de su asombro al enterarse que la antigua corrección en rojo de los deberes no obedecía a una simple razón pragmática sino a la evolución y sofisticación de los métodos de control y disciplinamiento del cochino sistema capitalista, que ya no torturaba al niño descerrajándole un palmetazo con la regla sobre los nudillos de las manos ni haciéndolo arrodillar sobre granos de maíz, como en la época de los abuelos y bisabuelos de los escolares ochentistas, sino por medio de una marca roja en el cuaderno para señalarle en forma indubitable el error cometido, o con varias si el maestro resultaba ser un perverso.

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