Niños esclavos, el “botín de guerra” después de la Campaña al Desierto

Eran los hijos de los aborígenes asesinados o enviados a confinamiento. Los entregaban a familias acomodadas de Carmen de Patagones para que realicen tareas de servidumbre o trabajen en los campos.

En Patagones, después de la Campaña al Desierto, las familias acomodadas se repartían los niños de pueblos originarios. Sus padres habían sido diezmados a tiros de fusiles Remington y los sobrevivientes, enviados a confinamiento. A los pequeños hijos de los vencidos, los llevaban a casas lujosas o grandes campos para que hagan tareas de servidumbre sin posibilidades de ir a la escuela, ni integrarse a la sociedad.

La ventana abierta a este drama es producto de una revisión temporal realizada por el Museo Histórico Ema Nozzi (MHREN) de Cármen de Patagones. Con los antecedentes, sus investigadores armaron la muestra denominada “Botín de guerra”.

Esta exposición aborda la realidad de aquellas criaturas que, habiendo sido apresadas durante el operativo militar (1878-1885), fueron destinadas a esa villa portuaria por tratarse del centro urbano más importante hasta el estrecho de Magallanes y asignadas a la servidumbre doméstica o rural.

Mediante fotografías y documentos, los historiadores Jorge Bustos y Leonardo Dam, muestran que era habitual solicitar ‘chinitos’ o ‘chinitas’ de tal o cual edad por parte de vecinos. A estas familias se los entregaban sin mediar compromiso de su parte.

Un sector del archivo histórico del museo guarda documentación en distintos grados de organización, que fue rescatada de diversos organismos oficiales por Ema Nozzi, anterior directora y fundadora de esa institución. Con el tiempo, la información que tenían se puso en valor.

El equipo de historiadores y técnicos ordenaron -con cierta dificultad- las cédulas del Registro de Vecindad (primeros censos en Argentina). El paso inicial fue organizar las cédulas correspondientes a 1887, que cuentan con un total de 450 unidades. El padrón extraído indica la existencia de 104 niños indígenas distribuidos entre los vecinos de una población que no alcanzaba a los 2.000 habitantes.

Bustos señala a Río Negro que si bien hay “muchas fuentes cruzadas se llegó a conclusión de un botín de guerra”, cuando accedieron a las cartas algunos vecinos.

Recuerda al sacerdote Raúl Entraigas, uno de los biógrafos de monseñor José Fagnano que en 1880 comenzó a misionar en la Patagonia y ofició de protector de los aborígenes. Es que la Iglesia ocupó un lugar preponderante en la defensa de los derechos humanos por esos años. Los boletines salesianos reflejan una situación de esclavitud y también fueron analizados por otros investigadores como María Andrea Nicoletti e Iván Fresia.

De las vivencias de Fagnano, quien llegó a formar una orquesta con una docena de niños aborígenes, y recuperadas para la historia regional, se supo que el expedicionario al lago Nahuel Huapi, el general Conrado Villegas, nunca cumplió con los pedidos de que se eduquen más niños aborígenes en las artes y religión.

Unos 300 niños de ambos sexos, de todas las edades y semi desnudos, quedaron presos en situación de esclavitud bajo los cimientos del templo parroquial de esa villa.

Los documentos contienen una anécdota desgarradora. Acreditan que los soldados por orden de Villegas penetraron en la iglesia de Patagones donde estaban presos. Arremetieron contra las cautivas “indijenas (sic)” y les arrancaron a los hijos con violencia, los distribuyeron a los que los pidieron, y a los oficiales para que los esclavicen.

Se supo del caso de una madre que no pudiendo resistir el dolor arrojó a una criatura de pecho diciendo llena de rabia: “tomad también esta, asesinos y saciaos de la sangre a vuestro placer”.

104
niños indígenas, según el padrón de la época
2.000
habitantes era la población entre la que fueron distribuidos

El estudio de Bustos y Dam determina que estos niños “con el correr del tiempo olvidarían sus verdaderos nombres, el rostro de sus padres, sus hermanos, los juegos y las travesuras en la toldería”, observan sus autores.

Entienden que “la sociedad toda pareció olvidarse de ellos y su destino. No obstante, más de un siglo después, volvimos a saber de ellos gracias a las cédulas”. Para Bustos “este trabajo sucio” guarda muchas similitudes con lo acontecido en la última dictadura militar y el robo de bebés.


Las cartas a Roa


El siniestro plan por el que tomaba decisiones ejecutivas sobre el paradero de estos niños, es atribuido al teniente coronel Lino Oris de Roa. Este había comandado el batallón que se enfrentó en 1883 y 1884 con la comunidad mapuche, en algunas luchas finales de la llamada conquista en Chubut, y era jefe de la expedición militar de Valcheta.

“Amigo Roa, necesito que me haga el servicio de separarme dos ‘chinitas’ buenas de las que trae y que ya el General (Lorenzo) Vintter (fundador de la ciudad de Roca y gobernador de la Patagonia en 1882) sabe sobre esto, y le agradecería si pudiera mandármelas en la primera oportunidad, estas chinitas son para mi familia”,

le escribía un vecino de Patagones.

En el registro armado en el marco de las investigaciones, hay constancias de que el niño que se menciona como “indio” con nombre y apellido (cuyas iniciales son J.A). de 9 años, no asiste a la escuela. Vive en la casa de un ciudadano de bien, con cuatro huérfanos argentinos, que sí lo hacen.

Por otra parte, según los registros, en la casa de un intendente de Viedma a mediados de 1880 hay seis niños que no son hijos suyos, cinco de los cuales están en edad escolar. Entre éstos, tres figuran como argentinos y dos como indias. Los argentinos concurren a la escuela, pero no lo hacen las dos “indias” que además no saben leer.

Entre quienes firman las cartas figuran L.G. (intendente de Viedma a mediados de 1890), M.R. de General Conesa, J.O. o R.S (intendente de Viedma a fines del siglo XIX) .

“Pretendemos hacer un seguimiento de estos nombres y ver que ha sido de su vida. El concepto que había era eliminar ‘lo salvaje’, no a los salvajes, exigía que se atomizaran los vínculos. No tenía que quedar madre con hijo o hermano con hermano. Había que fragmentar todo, que no quedara vinculo identitario. No era casual, y en esa concepción lo mejor era darlos a una familia de buenas costumbres”, advierte Bustos.

La Campaña al desierto


El trabajo del Museo Histórico Ema Nozzi (MHREN) bucea en la llamada Campaña al Desierto. Consideran que fue parte del proceso de construcción del Estado Nacional, que se gestó por la doble vía de la ley y de la imposición armada.

Entre los años 1878 y 1885 el Estado argentino desarrolló un conjunto de operaciones militares concebidas por el general Julio A. Roca. Bustos y Dam confirman que “las tribus patagónicas y las del sur de Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires, fueron arrasadas” y “las que no opusieron resistencia a la avanzada militar, en general, fueron desplazadas a tierras lejanas e inhóspitas. Las rebeldes fueron minuciosamente desarticuladas”.

En este punto, destacaron a Aristóbulo del Valle, quien se desempeñó como senador nacional por el Partido Autonomista (1876-1990), fue cofundador de la Unión Cívica Radical (1889) y amigo de Leandro Alem, fue quien acuñó la frase: “botín de guerra” para los vencedores.

El abogado y docente denunció que “los hombres fueron repartidos en obrajes y haciendas en los cuatro puntos cardinales; las mujeres prostituidas o entregadas en servidumbre de las familias porteñas y los niños asignados a familias como servidumbre doméstica”.

Las ideas de la época


Cuando examinan las políticas llevadas a cabo por un gobierno, se detienen en las posibles soluciones alternativas, y a las ideas y debates de aquel momento.

“Esto es, que no podemos analizar decisiones del pasado utilizando parámetros, categorías de análisis o teorías actuales”,

advierten.

Ponen en cuestión, dos decisiones del gobierno nacional vinculadas a la Campaña. La primera, es el propósito de extender la soberanía hasta el Estrecho de Magallanes. La segunda, es la política de “sometimiento por desalojo de los indios bárbaros”, lo que en concreto significó una política de tierras, tribus y familias arrasadas”.

En este punto pudieron constatar que junto a Del Valle existieron sacerdotes que se opusieron a esta metodología aberrante y la criticaron duramente. Por caso, los “lazaristas” dejaron la Misión en Patagones una vez que se conoció las características que tendría la Campaña.


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