Niños en crisis y padres colapsados, un efecto de la pandemia

La pérdida de estructura de hábitos y rutinas, la falta de relaciones sociales o la imposibilidad de ir a la escuela, son algunos motores del problema. Cuáles son los signos de alarma.

“Ya no sé qué hacer, cada cosa que le digo es un berrinche”. “Habíamos logrado sacarlo de la cama grande, pero con la pandemia volvió a dormir con nosotros”. “Pasa del enojo al llanto de manera repentina, como si necesitara llorar por algo”. “Se empezó a hacer pis”. Frases como estas, comparten un grupo de madres con preocupación. Después de siete meses de aislamiento, coinciden en que el malestar crece con el tiempo y no encuentran herramientas para ayudar a los niños.

En los consultorios de psicólogos y psicopedagogos de Río Negro y Neuquén, esta realidad se ve reflejada en el número de pacientes que llaman. Una profesional que atiende en Cipolletti, solo en un día, recibió 7 pedidos de consulta, cuando en épocas normales, los recibe en un tiempo largo.

Laura Sánchez , es licenciada en psicología, trabaja en Aletheia, un centro de atención interdisciplinario de General Roca junto a Karina Diniello y Florencia Alfaraz, ambas licenciadas en Psicopedagogía. Ellas explicaron que el aislamiento prolongado impacta en términos psíquicos, en la desorganización.

“Se han perdido muchos hábitos en cuanto rutinas y en el corte con el mundo exogámico (fuera de la familia). Estar tanto tiempo en lo endogámico (de la misma familia) genera, tanto para padres como niños, tensión, agresividad. Conlleva angustia, ligada a tantas pérdidas, a la incertidumbre y el hartazgo”, dijo la licenciada Laura Sánchez.

El enojo permanente es una de las actitudes que manifiestan los niños. Foto: Gonzalo Maldonado.

Las profesionales afirman que a pesar de la difícil situación que viven los niños, tienen una gran capacidad de adaptación a los cambios. Alejandra Pugliese, licenciada y magister en psicología de Cipolletti explicó que no hay que desesperar y leer lo que pasa en el contexto, con la historia familiar del sujeto.

“El impacto en la salud mental es de gran magnitud y a la larga tiene consecuencias, pero ante una situación anormal, es normal que demanden amor, que tengan regresiones, que quieran dormir con los padres porque tienen miedo. Ellos también sufren el estrés cotidiano”, dijo.

Por otra parte, y de cara a pensar en una vuelta a la normalidad y las consecuencias que puede dejar la pandemia, la licenciada Sánchez sostiene que la dificultad al regresar puede darse en lo vincular con pares, sobre todo en los niños más chiquitos. “Se verá con el tiempo cómo, eso que se perdió, se va a configurar después de estar tanto tiempo solo con la familia”, dijo.

Las especialistas sostienen que hay que pensar en como los padres transitan este momento y que, en función de ellos, también va a ser el transitar de los niños.

En el caso de la licenciada Pugliese, adscribe al enfoque cognitivo-conductual y desde allí recomienda la importancia de explicarle a los chicos lo que pasa cuando preguntan o encontrar el momento. Comentó que hay técnicas para los papás, de desactivación fisiológica o estrategias de relajación. Por ejemplo, inflar un globo en medio de un juego trabaja la respiración y la ansiedad.

Las familias deben buscar ayuda cuando las situaciones se vuelven intolerantes, la angustia es grande y los cambios de comportamiento se sostienen en el tiempo.

sostienen las profesionales.

También sugirió expresar las emociones, por ejemplo, permitirse decirles “hoy estoy un poco triste”, y validar esas emociones. Usar pautas de manejo de rabietas y sostuvo que nunca se debe sobreinformar ni hacer descargas verbales o físicas sobre ellos.

“Dedicarle en el día un tiempo al juego con ellos puede aportar. Por ahí dicen, ‘estoy todo el día con ellos’, pero estás trabajando, cocinando, lo importante es compartir unos minutos en exclusiva”, dijo Pugliese.

Según la psicopedagoga Florencia Alfaraz, lo principal será tratar de organizar y reorganizar tiempos y tareas con organigramas. No presionar a los niños, tratar de hacer con ellos acuerdos, estimular su autonomía.

“A la hora de hacer la tarea, a veces la presencia de los padres es lo que genera malestar, porque no son su referente escolar, no son la seño, entonces no quieren hacerla o se enojan, porque a ellos les pueden decir que no. Eso se nota mucho en las entrevistas. Paciencia y más paciencia y pedir ayuda profesional cuando los exceda y no encuentren solución, recomendó Alfaraz.

La escuela añorada

Según las profesionales, la escuela, y sobre todo en los primeros años, sienta las bases de aprendizajes futuros, propicia la construcción de un pensamiento crítico, la idea de disfrute por el conocimiento, asiste en el desarrollo de la capacidad de resolver problemas. La escuela motiva la exploración y la curiosidad. Sin motivación no hay aprendizaje y no todos los padres cuentan con las herramientas para habilitar esos espacios de exploración y resolución, explicó la psicopedagoga Karina Diniello.

A la hora de hacer la tarea, a veces la presencia de los padres es lo que genera malestar. Foto: Gonzalo Maldonado.

La necesidad de la escuela aparece reflejada en los consultorios, en las entrevistas de estos días. “Impacta en la organización y estructura de hábitos y rutinas, sumado al hartazgo de niños y padres. La falta de vínculo y relaciones sociales los afecta mucho, somos seres sociales por naturaleza y es una de las cosas que más influye. La escuela es espacio de aprendizaje, pero también de encuentro”, dijo Alfaraz.

Hay que poder dialogar con nuestros hijos, poner en palabras las situaciones que son esperables, que esta etapa no es un tiempo de vacaciones, y restablecer dentro del hogar los ritmos de las rutinas”.

Karina Diniello licenciada en psicopedagogía.

Para Diniello la escuela es un espacio por excelencia de nutrición social, para intercambiar con otros. “Nos abre las puertas de mundos distintos, mediatizado por adultos que son imparciales. Cuando decimos mundos, me refiero a otros sujetos que cuentan otras historias de crianza, de creencias, de expectativas, de gustos, que piensan distinto y pueden compartir opiniones o contradecirlas”, explicó e hizo hincapié en la importancia de que los chicos puedan volver a este espacio cuanto antes.

La licenciada explicó que con la imposibilidad de ir a la escuela, se perdió un orden que lo daba esa institución y muchas familias lo pudieron restaurar y otros se quedaron en la pérdida. Ante esto, es importante “dialogar con nuestros hijos, poner en palabra las situaciones que son esperables, que esta etapa no es un tiempo de vacaciones, y restablecer dentro del hogar los ritmos de rutinas para niños y adolescentes”, destacó Diniello.

Ante qué signos consultar a un profesional.

Según las profesionales para saber si es necesario la intervención de un profesional hay que ver como las situaciones problemáticas de los niños se prolongan en el tiempo.

No ver a sus abuelos, a sus primos, no jugar con sus amigos, son factores que angustian a los niños. Foto: Gonzalo Maldonado.

Algunos indicadores a tener en cuenta para la consulta, son los excesos (angustia, agresividad) inhibiciones graves (por ejemplo, que ya no pueda salir), síntomas en el cuerpo de manera prolongada, perdida de adquisiciones que se habían logrado. Seguramente haya manifestaciones propias de cada niño, pero eso se agudiza, o no, de acuerdo a la dinámica familiar y como los padres puedas elaborar esta situación.

“Tiempo no apurado”, conexión y presencia. Lic. Gabriela Sito. Psicóloga. General Roca.

Nos encontramos en medio de una pandemia global, sin nuestras rutinas cotidianas habituales, sin certezas acerca de cuándo termina y cómo, pasando por momentos de sentirnos atrapados en emociones intensas, transitando pérdidas económicas y afectivas, procesando duelos y como adultos responsables de niños, niñas y adolescentes habilitando espacios para que puedan expresarse, ser contenidos y desplegar sus talentos.

Es esperable que se manifiesten: con el cuerpo, con la palabra, con algunas dificultades para “adaptarse” a situaciones tan extrañas para ellos como no ir a la escuela, tener que hacer tareas igual, no jugar con sus amigos, no visitar a sus familiares y amigos de la familia durante tanto tiempo, usar barbijos.

La energía y la vida que tienen los niños y niñas para desplegar necesita que les demos espacio, más aún en estas circunstancias. Habilitar espacios de la casa como laboratorios como dice el pedagogo italiano Francesco Tonucci, en el patio, en la vereda o donde se pueda. Jugar en familia, narrar historias, jugar con otros niños como se pueda. Espacios donde poder hablar también de sus pérdidas, lo que extrañan, temen y necesitan: en palabras de Osías, el Osito de María Elena Walsh sería “tiempo no apurado, tiempo de jugar que es el mejor.

Tenemos la oportunidad de, pese a nuestro cansancio y a nuestras propias angustias, temores y duelos, detenernos a disfrutar con ellos de “un tiempo no enjaulado adentro de un despertador” ni de un cronómetro que mida nuestro y su rendimiento. Sólo estar ahí, presentes en esa experiencia única, habitándola como “lugar seguro” de confianza al cual volver. En ese espacio no hay metas que tengamos que cumplir.

Tenemos la posibilidad de pedir ayuda si sentimos que no podemos solos, si nos sentimos atrapados en una situación, si no podemos contener la angustia o preocupaciones de un niño o una niña, si nos sentimos muy asustados o desbordados como para no poder detenernos a escucharlos y contenerlos, si sus manifestaciones de ansiedad, tristeza, irritabilidad permanecen en el tiempo.


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