Ni búnker nazi, ni obra de Perón: se develó el misterio de las ruinas de Bariloche
Los escombros de Villa Tacul guardan un secreto inimaginable detrás de la tierra.
Los restos de cemento y hierro que atraen la atención a los que llegan por primera vez hasta la punta de Villa Tacul no son las ruinas de un búnker nazi ni los vestigios de un complejo vacacional del primer peronismo: era un coqueto hotel construido en la década del 40 por un empresario nacido en Alemania y nacionalizado argentino llamado Hans Symens.
Su hija Sonia, de 87 años, le contó a “Río Negro” lo que pocos habían escuchado hasta ahora: su padre se fundió por no haber apoyado a los partidarios del nazismo en la comunidad alemana de Buenos Aires y luego, cuando nuestro país se plegó tardíamente a la declaración de guerra, pagó el costo de ser alemán en tierras fronterizas: le quitaron la propiedad y sufrió el saqueo.
¿Cuándo fue derruido el hotel? Eso no está claro. Gonzalo Romero, hijo de Sonia y nieto de Hans, cree que fue durante el conflicto con Chile por el canal de Beagle, pero no son pocos los que recuerdan que la construcción ya estaba en ruinas en la década del 70.
Este diario recogió la semana pasada todos los testimonios posibles en Bariloche que pudieran echar luz sobre lo que se conoce ahora como Las Ruinas de Villa Tacul. Cada uno dijo algo que fue parcialmente cierto pero fue Diana Lochner la que mejor información tenía: dijo que era un hotel que nunca logró tener habilitación definitiva. Finalmente lo demolieron “para evitar que se instalen intrusos”.
Los nietos de Hans Symens (uno vive en Buenos Aires y el otro, en Santiago de Chile) leyeron la publicación y decidieron comunicarse para que la leyenda cesara y se conociera la historia de boca de sus protagonistas.
De un lado a otro
Hans Symens nació en Alemania en 1901. Sufrió la crueldad de la guerra siendo muy chico: lo enviaron al frente ruso cuando era casi un adolescente. Ya adulto decidió que no le gustaba el rumbo que estaba tomando la política en su país (“mi padre era pacifista”, contó Sonia) y emprendió el exilio. En Buenos Aires pudo esforzarse, formar una familia y crear una pequeña compañía de calderas y calefacción junto a un socio de apellido Bersky.
Instaló sistemas de calefacción en 35 edificios de Buenos Aires, entre ellos el histórico del ministerio de Obras Públicas, sobre la avenida 9 de Julio, y el Hospital de Clínicas.
Era amigo de Exequiel Bustillo, que en 1934 había iniciado la década de lo que él llamó “el despertar de Bariloche” como director de Parques Nacionales.
“Parques Nacionales nos vendió tres hectáreas en Villa Tacul con la condición de que se escriturarían una vez construido el hotel”, escribió Hans Symens en un mensaje que su hija Sonia conserva.
Los Symens vivían en Martínez, provincia de Buenos Aires. Hans invirtió una fortuna porque, además del hotel en sí, costó mucho abrir el camino que aun hoy lleva hasta el lugar desde el Circuito Chico. Son 3 kilómetros trazados a fuerza de dinamita.
Parques nos vendió tres hectáreas en Villa Tacul con la condición de que se escriturarían una vez construido el hotel”.
Hans Symens en un escrito que conserva su hija Sonia.
La esposa de Hans colaboró en la decoración del interior. Eran tres pisos que se levantaban en lo alto de un peñón con vista a varios brazos del lago Nahuel Huapi y dos bahías de ensueño.
Las fotos que Sonia conserva muestran lo que las ruinas no permiten adivinar: una construcción que se levanta sobre el peñón.
Sonia contó que su padre no adhería a las ideas del nacionalsocialismo alemán y no participaba de las reuniones nazis. “Hubo una orden de la embajada de Alemania de que dejaran de contratarlo”, apuntó. Hay que sumar a ello que muchos de los insumos de su trabajo provenían de Alemania.
Los problemas financieros se hicieron más fuertes, Bustillo ya no estaba en Parques Nacionales y finalmente Argentina le declara la guerra a Alemania, en 1944. Dos años después asumía su primer gobierno Juan Domingo Perón. Para entonces, la Segunda Guerra Mundial había llegado a su fin y aunque está demostrado que arribaron a nuestro país gran cantidad de militares y jerarcas del nazismo, la Administración de Parques Nacionales da a Symens la orden de frenar la obra, con el argumento de que no podía haber en zona de fronteras tierras en poder de alemanes.
“Fuimos indemnizados malamente”, escribió Hans en el escrito que atesora su hija. “El hotel estaba casi terminado –recordó Sonia más de 70 años después– e iba a ir a la Fundación Evita”.
Es difícil precisar las fechas cuando se apela a los recuerdos. Está claro que la Fundación Eva Perón comenzó a funcionar en 1948 y, lógicamente, cesó con el golpe de Estado de 1955.
“Al hotel lo saquearon, se llevaron todo”, apuntó Sonia. “Fue un dolor muy grande”. Tenía 25 habitaciones y destino de éxito. Nunca llegó a ser nada. Ni hotel de veraneo ni hospedaje de la Fundación Eva Perón. Ahora son sólo ruinas.
Hidroaviones
En hotel tenía tres pisos y quedaba a poca distancia del Llao Llao, que ya era el hotel grande y lujoso que es ahora.
En ese sector de la costa lago Nahuel Huapi, entre Llao Llao y Bahía López, casi en el sitio donde se bifurcan los brazos Tristeza y Blest, hay un privilegiado dominio del lago.
Pasajeros
- 25
- habitaciones tenía el hotel que había soñado Hans Symens y que estaba casi terminado cuando sufrió el saqueo.
Sonia contó que con un muelle llegaron a tener la idea de que muchos visitantes llegaran en algunos de los hidroaviones que prestaban servicios en Bariloche y la zona.
La versión libre de Lucía Puenzo en la película “Wakolda”
En el libro y la posterior película “Wakolda”, de la directora Lucía Puenzo, las ruinas de Villa Tacul aparecen emparentadas con el nazismo y Adolf Hitler. El lugar le sirvió a la realizadora para su relato, simplemente.
En determinada escena Helmut Gregor (que es criminal de guerra Josef Mengele con otra identidad) llega hasta el lugar junto a Klaus, un argentino descendiente de alemanes que lo acoge en Bariloche, y Lilith, la hija del matrimonio que le da hospedaje en su hostería (recreada en el hotel Tunquelén). Al llegar el lugar, Gregor pregunta, en alemán: “¿Cuándo lo dinamitaron?”.
“Hace dos años –le contesta Klaus–, en el medio de la noche, seis unidades del Ejército Argentino”. Y añade, enseguida: “Muchos dicen que él no murió –en obvia alusión a Hitler–, que está escondido en un búnker. Anoche soñé con él. Estaba en un pasillo oscuro, bajo tierra. Vivía ahí, enterrado en vida”.
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