Neuquén y las 100.000 muertes: errores políticos y uno de los peores colapsos
La provincia se enfrentó en este tiempo difícil con una certeza: ya no queda tanto del sistema de salud que la hizo grande.
La gestión de la pandemia del covid-19 en Neuquén puede medirse desde dos varas: el éxito de su campaña de vacunación o la catástrofe sanitaria cuando golpeó con toda su fuerza la segunda ola. Sin dudas que es esta última desde donde deberá mirarse al gobierno de Omar Gutiérrez para hacer balances, pues un buen operativo para aplicar las dosis adquiridas por el gobierno nacional era acaso lo mínimo que se esperaba de las administraciones provinciales.
El inicio de la pandemia en Neuquén fue con contagios controlados que lograron retrasar hasta el invierno la circulación comunitaria del virus.
El gobierno se entusiasmó con dar buenas noticias y anunciar aperturas frente a una actividad económica que languidecía. Quedará para la evaluación de expertos si esa temprana flexibilización aportó para la grave situación que se vivió a partir de septiembre, cuando Neuquén se convirtió en una de las pocas provincias donde ocurrió lo que el presidente Alberto Fernández había buscado evitar con las tempranas cuarentenas: tener que elegir quién podía acceder a una cama y quién no.
El gobierno demoró en tomar el reclamo del personal de salud para que se vuelva a un cierre estricto y, cuando lo hizo, se enfrentó con poca predisposición de las intendencias para controlar su cumplimiento.
Ya había dado el (mal) ejemplo Río Negro, semanas atrás, con un anuncio de Fase 1 que se diluyó frente a las protestas de comerciantes en las viviendas particulares de los intendentes. Fue una imagen que nadie quiso repetir en carne propia.
Aunque a medias, las restricciones sirvieron y noviembre trajo alivio. Una relativa normalidad durante el verano permitió abrir el turismo y reparar parcialmente el daño que la pandemia había dejado sobre este sector de la economía. La temporada se midió como exitosa, aun cuando las localidades de la cordillera sufrieron la suba de contagios y la falta de camas.
En el plano político, Gutiérrez se apuró a firmar un acuerdo salarial con sus sindicatos afines, ATE y UPCN, para cercar un conflicto docente y clausurar la discusión hasta mitad de año. El 15% engrosado con sumas fijas, se argumentó, era el aumento que se podía dar sin comprometer la economía de la provincia que apenas lograba asomar cabeza tras la “estrepitosa caída” del 2020.
Lo que el gobierno entendió como una jugada inteligente en ese momento resultó un error de cálculo mayúsculo. El descontento en el personal de salud, que sintió que el incremento no se correspondía con el esfuerzo del 2020 ni compensaba el congelamiento de todo un año, derivó en la peor crisis política de su gestión.
Gutiérrez demoró dos meses en encontrar una salida al conflicto de los trabajadores autoconvocados y, cuando lo hizo, fue a un costo demasiado alto. No lo fue solo para las finanzas de la provincia, sino también para la industria hidrocarburífera que se vio afectada por los cortes de ruta y para la reconstrucción de los equipos de salud que debieron afrontar la segunda ola.
El virus fue impiadoso con un sistema que ya estaba desgastado. En paralelo al reclamo de los autoconvocados, habían renunciado terapistas del Castro Rendón tras presentar una acción de amparo en la que denunciaban el colapso del servicio.
Mayo fue el peor mes desde que comenzó la pandemia del covid-19 en Neuquén. Ese 1% de disponibilidad de camas de terapia intensiva que se había mantenido en el pico de casos del 2020 como límite entre la saturación y la catástrofe, esta vez, desapareció. La provincia fue la única del país con sus unidades de cuidados críticos al 100% durante casi dos meses y pacientes internados por decenas en guardias a la espera de una cama.
Las restricciones a la circulación para contener los contagios, nuevamente, se hicieron esperar. El gobierno provincial intentó acotar horarios y cerrar actividades deportivas, pero no fue sino hasta que el presidente decretó un nuevo confinamiento nacional cuando se avanzó en medidas en serio. Como en el primer año, los intendentes hicieron poco por cumplirlas.
Cuántas de las más de 2.000 vidas que perdió Neuquén en esta pandemia pudieron haberse evitado con una atención médica adecuada y a tiempo es una pregunta dolorosa, pero necesaria. La provincia se enfrentó en este tiempo difícil con una certeza: ya no queda tanto del sistema de salud que la hizo grande.
El éxito de la campaña de vacunación, la celeridad para aplicar cada dosis que llega y la organización que amorosamente despliega cada voluntario, sin dudas, recuperan algo de esa tradición.
En la inteligencia y la decisión política de esta y las gestiones que vengan estará la clave para su completa reconstrucción.
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