Nélida, la orgullosa arriera del norte neuquino
Nélida González mantiene viva la tradición de las crianceras trashumantes, una de las pocas que van quedando en actividad. El autor del relato se encontró con ella, su marido Juan y su hijo Eulices en pleno arreo en la ruta provincial 43 rumbo a las tierras de invernada en El Alamito. Texto y fotos de Ricardo Kleine Samson.
Protegidos por la nube de polvo que levanta su piño en el trajín a la invernada, viene Nélida González con unos aritos tan bonitos que la hacen aún más linda que todas las lindas del mundo; por allá viene Juan, su marido, arreando los caballos.
Y, a los dos, les ayuda su hijo Eulices, adoptivo desde hace millones de cosas.
– ¡Qué burro tan chiquito…!
– No es un burro, es una mula…Me corrige.
– ¿En qué se diferencia uno del otro…?
– Mi mula tiene tetas y el burro pajarito… Me aclara, didáctico, Eulices (14 años).
– ¿De dónde vienen…?
– De arriba de Las Ovejas… Me responde Nélida
– ¿A dónde van…?
– Al Alamito…
– Ahh. Ya les queda poco… Concluyo.
– Si, en dos días más llegamos… Esta noche dormimos en el alojo que está ahí abajo. Nos están asando unos pollos. Estamos cansados. Vamos con mi marido y mi hijo… Me dice contenta. A boca de jarro. Con un desbordante frenesí. Orgullosa y dichosa, casi cantando…su himno a la dignidad de una vida realizada…
Y sus aritos le brillan como un sol…
Ahora son las 7 de la mañana y hacen apenas 6 grados. Recién parece asomar el sol por detrás de la cordillera del Viento. Ahora mismo están cruzando el puente que, sobre el río Neuquén, hay en Andacollo.
Con la poca luz, Nélida y Juan, recién levantados de dormir a la intemperie, encaran el anteúltimo tramo antes de llegar a El Alamito, un pequeño caserío sobre la ruta pcial. N° 43 a medio camino entre Andacollo y Chos Malal. Eulices, su hijo, se quedó en el alojo para juntar los caballos y en un rato los alcanza.
En lo personal, es cada vez menos común ver a toda una familia arriando un piño. Este es uno de los ejemplos más emocionantes que me tocó vivir. Los tres parecen disfrutar de su trajín.
¡Bienvenida la vida…!
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