Nadie disfruta del mítico hotel Llao Llao en la pandemia

Hace más de cuatro meses que no tiene huéspedes. Se prepara para reabrir en octubre con estrictos protocolos aplicados con la calidez que es marca registrada en Bariloche.

El último huésped que tuvo el mítico hotel Llao Llao hizo el check out el 19 de marzo. Desde entonces, sus habitaciones se quedaron solas, por sus salones no pasa nadie, las cocinas se clausuraron y los cauquenes se hicieron amos y señores de la pileta. Alguna que otra mara se acerca a los vidrios del Winter Garden pero nadie las ve porque el té ya no se sirve. Estiman que los turistas regresarán cuando promedie la primavera aunque con protocolos que cambiarán de manera radical la relación con los anfitriones.

Desde que reabrió en 1993 el hotel nunca pasó tanto tiempo vacío. Las cenizas volcánicas que cayeron en 2011 provocaron un cierre parecido, pero más corto y con una preocupación mayúscula: cómo limpiar la enorme superficie cubierta de un manto gris, desde los techos a la cancha de golf.

Por ahora, se aprovecha el parate para hacer arreglos de fondo, esos que no se pueden encarar con huéspedes adentro: redes de agua, electricidad, wifi, pisos. Así que en estos más de cuatro meses los que rondan los pasillos del hotel son técnicos armados de escaleras y herramientas.

Daina Smud es gerenta comercial y de marketing del hotel. RIO NEGRO recorrió con ella las dos alas del Llao Llao, la histórica, y la más moderna, que da al lago Moreno, donde está la Suite Royal, desde donde el entonces presidente estadounidense Barak Obama llegó a la conclusión, en marzo de 2016, de que “Bariloche es un verdadero tesoro de la Argentina”.

Sólo un puñado de trabajadores supervisa a una cantidad igual de reducida de técnicos abocados a los arreglos que en otra circunstancia no podrían llevarse a cabo.

Un trabajador realiza instalaciones electricas en el lobby del hotel Llao Llao, cerrado por la cuarentena. Foto: Marcelo Martinez

Los pasillos se mantienen impecables, señoriales en el ala Bustillo, y con la elegancia práctica de lo moderno, del lado del lago Moreno.

En estos meses de pandemia, el Llao Llao brilló en las redes. La community manager se lució con videos de tortas fritas para las fechas patrias hechas por los trabajadores en una cocina preparada para darles de comer a cientos de huéspedes acostumbrados a la excelencia.

También subieron a las redes algunas de las recetas de delicias que suelen colocarse en las mesas del Winter Garden, en atardeceres inolvidables.

En el hotel trabajan unas 400 personas, la mayoría de manera permanente. En poco tiempo comenzarán a ser capacitados mediante procedimientos con certificación internacional.

La idea es comenzar a recibir huéspedes a finales de octubre. “El invierno ya está perdido”, dice Daina.

No podemos dejar de ser un hotel que se caracteriza por la calidez. Vamos a cumplir los protocolos sin dejar de ser lo que somos”.

Daina Smud
Daina Smud, directora comercial y de marketing del hotel Llao Llao. Foto: Marcelo Martinez

Ya están tomando reservas, aunque de manera condicional porque todo dependerá de la evolución de los contagios.

Es un desafío para el Llao Llao la etapa que comienza. “No podemos dejar de ser un hotel que se caracteriza por la calidez”, pero en tiempos de distanciamiento social -apunta Daina- hay una atención de cercanía que tendrá que desaparecer.

¿Pileta? ¿Spa? Difícil que vuelvan igual que antes de la pandemia. Aprovecharán los espacios al aire libre, que sobran en el territorio del hotel.

Uno de los pasillos del hotel Llao Llao por donde habitualmente circulan cientos de personas. Ahora permanece vacía. Foto: Marcelo Martinez

El Llao Llao pertenece a dos grupos empresarios: IRSA y Sutton. Ambos tienen amplia experiencia en el mundo del turismo y los hoteles.


En el delicado equilibrio con el medio ambiente, los elementos descartables habrían sido un recurso descabellado, pero ahora no queda otra.

¿Frigobar? ¿Desayuno bufet? Son servicios que desaparecerán tal como se conocen hasta ahora. El café de la mañana con tostadas, medialunas y la repostería que es marca registrada, se ofrecerá “a la carta”.

“Vamos a aplicar todos los protocolos pero nunca vamos a dejar de ser lo que somos”, advierte Daina.

Esta es la clave del nuevo período que se abre en el hotel que soñó Ezequiel Bustillo y levantó dos veces su hermano Alejandro debido al incendio de 1939. Abandonado en 1979, reabrió en 1993. El Llao Llao siempre renació de sus cenizas.

El pasillo que une el ala Moreno y el sector Bustillo en el hotel Llao Llao. Foto: Marcelo Martinez

Protocolo de seguridad para los huéspedes


Para la reapertura, el hotel busca una certificación internacional en medidas de sanitización con protocolos de covid-19, como garantía para los huéspedes

Algunas medidas que ya saben que se tomarán (además de las que en general se aplican en todos los comercios) son:

•Colocación de alfombras sanitizantes en accesos de huéspedes, de proveedores, de personal y del equipaje.

•Proceso de sanitización especial de llaves de habitaciones, lapiceras, terminales de pago y elementos de uso común.

•Digitalización del proceso de check in y check out.

La recepción del emblemático hotel Llao Llao realizará el check in de manera digital cuando retorne la actividad. Foto: Marcelo Martinez

•Opción de pago sin contacto en los servicios. Digitalización de información del hotel y sus servicios, como restaurants y gimnasios.

•Control de temperatura antes del ingreso al hotel.

•Documentación de todos los procesos de control y prevención para huéspedes, proveedores y empleados.

•Establecimiento de un plan de contingencia para casos sospechosos o detectados en el hotel.

Datos

80 años
va a cumplir en diciembre el hotel, en su versión actual. Una anterior fue destruida por un incendio un año antes.
250
habitaciones tiene todo el complejo: 162 en el ala Bustillo y 43 en el ala Moreno. En general, son dobles.

El último huésped que tuvo el mítico hotel Llao Llao hizo el check out el 19 de marzo. Desde entonces, sus habitaciones se quedaron solas, por sus salones no pasa nadie, las cocinas se clausuraron y los cauquenes se hicieron amos y señores de la pileta. Alguna que otra mara se acerca a los vidrios del Winter Garden pero nadie las ve porque el té ya no se sirve. Estiman que los turistas regresarán cuando promedie la primavera aunque con protocolos que cambiarán de manera radical la relación con los anfitriones.

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