Mutualidades en pandemia
"No esperen que yo repita todo lo que ya fue dicho todo este año, no miro hacia el pasado,existo para el futuro. Me llamo “esperanza”… la esperanza no existe sin ti y tu no existes sin ella…”. Fernanda Montenegro
Por Mirta Itlman e Isabel Mansione *
Tensiones y acomodaciones nos trajo el CV19. Nos tomó por sorpresa, nos desregulo el GPS personal y comunitario. Enfermedades, aislamiento social, inseguridad, cambio de rutinas, incertezas, insomnios. Pero son las palabras de la Gran Dama del teatro brasileño la que a sus 91 años nos invita a encontrarnos con ese estado de ánimo que nos empuja hacia otro costado posible y esperanzador.
El año que aún transcurre nos ha llevado a repensar el concepto de solidaridad como una construcción en vínculo, en un entre dos o más. Hemos tenido que rescatarnos, ser ayudados y ayudar… Nuestro bienestar, aunque siempre en tensión e imperfecto, fue y es posible gracias a determinadas cualidades de los lazos sociales que dependen no solo de los cimientos que nos constituyeron como personas sino también de los encuentros que tengan el potencial de ser transformadores y humanizantes a lo largo de la vida, los que serán transmitidos de generación en generación.
La solidaridad se construye y depende de las experiencias que el infante tenga con su cuidador. Contamos con una predisposición genética que llamamos apego que nos lleva a buscar al otro humano. Una conducta adaptativa de estar con otro en la búsqueda de seguridad y sostén.
Dentro de este contexto se desarrolla la apertura mental para recibir comunicación social por parte de los adultos responsables. Si encontramos nuestra mente en la mente del otro y nos sentimos reflejados, surge el sentimiento de confianza. Es desde estas plataformas que el niño aprende a regular sus estados de ánimo, darle coherencia y sentido a sus experiencias permitiendo el desarrollo de las capacidades para pensarse y reflexionar sobre los sentimientos e intenciones propias y de los demás.
Lo que nuestra persona confiable nos dice lo aceptamos como parte de nuestra cultura y nos abrimos a los otros siempre y cuando sintamos que están interesado en nosotros como personas en relación a nuestros deseos, necesidades, sueños, pensamientos, creencias, sentimientos. Esta cognición social y comprensión emocional incorporada a nuestro ser es lo que nos permite estar en grupo, interactuar y generalizar las experiencias primarias a otras situaciones sociales donde sentirnos miembros de la especie.
Si tomamos el concepto de empatía podemos decir que es la sensibilidad con lo ajeno y de lo ajeno con uno. Es la habilidad de compartir a través de una escucha amplia y comprensiva al semejante, en un diálogo que nos llevará a ponernos en la piel del otro.
Los conceptos antedichos se ven reflejados en la puesta en marcha de las practicas colectivas del grupo Psicoanalistas en la comunidad, en el que están algunos proyectos comunitarios de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires (APdeBA) y de otras asociaciones psicoanalíticas componentes de la Federación Psicoanalítica de América Latina (Fepal) ya sea trabajando con escuelas, con hospitales, en la emergencia o allí donde se nos busque.
Para poder trabajar solidariamente se requiere de coraje, o sea, sobreponerse al temor de dejar lo conocido para enfrentar lo nuevo. Requiere salir del narcisismo y del etnocentrismo. Requiere receptividad y capacidad para alojar aquello que produce malestar o no entendemos. Puede ser el enojo de las personas y de los grupos por el aislamiento o por la constricción del yo, la angustia, el miedo a la soledad, la crisis de pánico, los duelos así como el tener que sostener una escuela abierta o un hospital ante inevitables situaciones violentadoras y de riesgo.
Si podemos alojarlo en vez de expulsarlo, si podemos elaborar el impacto de lo recibido, ganaremos en comprensión y conocimiento como parte de la cultura en permanente construcción.
La solidaridad requiere de una escucha activa y benévola hacia lo que el otro siente y piensa, es una escucha de aquello que se dice y de lo que no se dice, del silencio y del ruido. Una escucha con respeto que no interrumpe ni se precipita en consideraciones en base a preconceptos. Una escucha que quita el elemento punitivo y prejuicioso que distorsiona la visión hacia el semejante.
Caminemos juntos hacia lo sabido nunca pensado y hacia lo novedoso no comprendido haciéndonos permeables a la emocionalidad propia y del conjunto que nos protege del aislamiento psíquico y evita un quiebre en el sentimiento solidario.
La responsabilidad solidaria transcurre con poblaciones vulnerables, en situaciones de riesgo, de dolor, con la familia con el trabajo. En cualquier territorio. Es en estos espacios donde la crueldad debe amortiguarse para encauzar la vida hacia la posibilidad de un clima esperanzador en el medio de lo incierto.
(*) Mirta Itlman es miembro de la comisión directiva de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires y del grupo de Psicoanalistas en la Comunidad Fepal/IPA
Isabel Mansione es miembro psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, coordinadora del grupo de estudio Psicoanalistas en la Comunidad de Fepal/IPA
Por Mirta Itlman e Isabel Mansione *
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