Crecen las marchas en Lima contra el gobierno de Dina Boluarte
Por segundo día hubo manifestaciones en la capital peruana, con incidentes en otras ciudades del país.
Por segundo día la capital peruana fue escenario de marchas de manifestantes de oposición al gobierno que viajaron desde los Andes, mientras en dos regiones del sur, la policía enfrentaba protestas que reclaman nuevas elecciones, la renuncia de la presidenta Dina Boluarte y de los integrantes del Parlamento.
Los manifestantes se mostraron más ordenados que en la víspera, incluso se difundió por las redes sociales un mapa del recorrido por las calles del centro histórico.
Llevando carteles que decían «Dina asesina» o banderas de Perú, los manifestantes avanzaron en dirección del local del Parlamento, pero varias cuadras antes fueron frenados por una muralla decenas de agentes antidisturbios.
Las manifestaciones, que llevan más de un mes y empezaron en los Andes, han dejado 55 muertos y más de 700 heridos, de los cuales 76 siguen hospitalizadas. La presidenta criticó la víspera las protestas por no tener «ninguna agenda social que el país necesita» y puso en sospecha el financiamiento de los manifestantes.
«Ustedes quieren quebrar el Estado de Derecho, quieren generar caos y para dentro de ese caos y desorden tomar el poder de la nación. Están equivocados», dijo la mandataria.
Manifestantes en la provincia de Espinar, en la sureña región Cusco, ingresaron a las instalaciones de una mina llamada Antapaccay de la multinacional Glencore y exigieron detener sus actividades, indicó la mina en un comunicado. La mina publicó videos donde se ve que parte de su campamento fue incendiado y atribuyó ese acto a un grupo de quienes protestaban.
En la ciudad de Arequipa, la segunda más importante del país, otros manifestantes se enfrentaban con la policía luego de ingresar a uno de los terrenos del aeropuerto local. Antes otro choque se produjo en un puente donde en la víspera murió un peruano de 30 años de un tiro en el abdomen.
Hasta ahora las protestas se habían registrado principalmente en el sur de los Andes y aunque esta semana hubo algunas en Lima, la del jueves fue la mayor desde el inicio de las manifestaciones.
En la víspera una casa antigua cerca de la plaza San Martín, en el centro histórico de Lima, quedó semidestruida por un incendio que fue controlado durante la madrugada, pero cuyo fuego se reavivió pasado el mediodía. El municipio de Lima, dirigido por el alcalde Rafael López, quien está en contra de las protestas, calculó el viernes daños en el ornato de la urbe por 207.000 dólares, los cuáles incuyen daños en luminarias, áreas verdes y bancas.
El jueves la embajadora de Estados Unidos en Perú Lisa Kenna indicó en su cuenta de Twitter que es fundamental que las fuerzas del orden «respeten los derechos humanos el derecho a la protesta y protejan a la ciudadanía». También pidió que las protestas sean pacíficas.
Las protestas comenzaron después de que Boluarte, quien era vicepresidenta de Castillo, juró el 7 de diciembre como nueva mandataria pese a haber prometido año antes que si el presidente era cesado ella renunciaría al cargo. Castillo fue destituido tras un intento fallido de disolver el Congreso.
Perú es un país muy centralizado y alrededor de un tercio de sus 33 millones de habitantes vive en la región metropolitana de Lima.
El resistido plan de Boluarte
Boluarte ha dicho que apoya un plan para adelantar a 2024 las elecciones presidenciales y legislativas previstas para 2026. Pero muchos de los inconformes dicen que no hay diálogo posible con un gobierno que, según ellos, ha desatado tanta violencia.
Activistas bautizaron la manifestación del jueves como la «Marcha de los cuatro suyos» en referencia a los cuatro puntos cardinales del imperio inca. Es el mismo nombre que recibió otra movilización masiva en el año 2000 cuando miles de peruanos salieron a las calles para protestar contra el gobierno autocrático de Alberto Fujimori, quien dimitió meses después.
Las protestas han crecido al punto de que es poco probable que los manifestantes se conformen con la dimisión de Boluarte. Ahora también exigen una reforma estructural ante la elevada crisis de confianza de la élite gobernante.
Comentarios