Balance 2024 en el mundo: democracias bajo tensión y liderazgos con interrogantes
El regreso de Trump al poder marcará la dinámica de 2025, con problemas de bajo crecimiento económico, la disputa entre China y Estados Unidos por el predominio global y una serie de conflictos armados de dinámica imprevisible.
El balance del 2024 y su efecto sobre el 2025 depende de la perspectiva: si se ve el vaso medio lleno o medio vacío. Si se mira el lado bueno, en 73 países (la mitad de la población mundial) los ciudadanos fueron a las urnas para elegir a sus gobernantes. El costado preocupante de este “superaño electoral” es que en muchos estados los ganadores podrían encabezar regímenes que erosionen las instituciones y donde el acto de votar se vuelva un mero ritual que legitime autócratas eternizados en el poder. La Venezuela de Nicolás Maduro es el caso más cercano, con prueba de fuego en enero.
Además de elecciones, el año estuvo marcado por la agudización de guerras y conflictos internacionales, tensiones política y sociales y por una cada vez más clara disputa China-EE. UU. por el predominio global que impactará en América Latina.
Para el analista internacional Daniel Zovatto, para América Latina el 2025 será un año marcado por tres dinámicas principales: 1) El regreso de Trump y su impacto en las relaciones hemisféricas; 2) Un entorno interno de bajo crecimiento económico y creciente malestar ciudadano; y 3) El inicio de un nuevo superciclo electoral.
El dato más relevante llegó a fin de año. Estados Unidos decidió apostar nuevamente por Donald Trump como presidente, lo que sacudió el tablero internacional. Trump ha prometido terminar la guerra en Ucrania (el más importante conflicto internacional, junto al de Medio Oriente y de Sudán), una política comercial proteccionista y endurecer su posición hacia China. Es una incógnita su relación con la Unión Europea y con Rusia, dada su inclinación a la presión y la transacción por sobre alianzas estratégicas. También si sus recetas simplistas podrán con una realidad compleja, como muestra la guerra civil en Siria.
La prueba más elocuente quizás tenga que ver con nuestra región, donde no sólo amenazó con imponer altas tarifas y sanciones a México por la presencia de empresas del gigante asiático y la inmigración ilegal, sino que además el sábado pasado amenazó directamente con recuperar de forma unilateral el Canal de Panamá por la “completa estafa” a las empresas de su país en materia de precios, tarifas y la, a su juicio, excesiva influencia de Pekin en el estratégico paso marítimo.
Más allá de la grandilocuencia, la legalidad y la viabilidad de la medida (también intimó a Dinamarca a venderle Groenlandia, donde hay otro paso marítimo clave hacia el Ártico), deja en claro los temores de la superpotencia ante el avance chino en la región, que se vieron reforzados con la reciente inauguración del megapuerto chino de Chancay, en Perú, que cambiará de forma notable la ruta comercial hacia el Asia-Pacífico, el nuevo eje dinamizador de la economía global.
Ese entramado de intereses opera en una región cuyo crecimiento seguirá en un decepcionante 2,4% promedio, según la CEPAL, por debajo del 3,2% mundial, pese a contar con riquezas naturales, energía y minerales estratégicos que demanda la nueva economía, además de ventajas comparativas y geográficas.
El estancamiento económico amenaza con acentuar descontentos sociales, pobreza y exclusión. La inseguridad creciente por el avance del crimen organizado y la corrupción seguirán socavando la confianza ciudadana en las instituciones, dejando a muchos gobiernos en situaciones de fragilidad, en medio de polarizaciones crecientes y fragmentación política.
Uno de los primeros hitos políticos será en enero, cuando está prevista la asunción de Nicolás Maduro para un nuevo mandato en Venezuela, apoyado apenas por un puñado de países y ante una condena generalizada del resto del mundo ante la evidencia de fraude masivo en las pasadas elecciones. La deriva autoritaria se ve confirmada con los casos de Nicaragua, donde el régimen de Ortega parece decidido a aniquilar cualquier oposición y en El Salvador, donde la popularidad de la “mano dura” contra la delincuencia de Nayib Bukele oculta un avance antidemocrático contra las instituciones.
El autoritarismo tiene terreno sobre el cual avanzar: un 54% de los latinoamericanos toleraría un gobierno no democrático en el poder si éste resuelve sus principales problemas, según Latinobarómetro.
En este desafiante contexto, la duda es si la región logrará delinear en este 2025 liderazgos y estrategias colectivas que le permitan aprovechar sus ventajas, consolidar sus economías y estabilizar sus democracias, en un mundo cada vez más complejo e impredecible.
El balance del 2024 y su efecto sobre el 2025 depende de la perspectiva: si se ve el vaso medio lleno o medio vacío. Si se mira el lado bueno, en 73 países (la mitad de la población mundial) los ciudadanos fueron a las urnas para elegir a sus gobernantes. El costado preocupante de este “superaño electoral” es que en muchos estados los ganadores podrían encabezar regímenes que erosionen las instituciones y donde el acto de votar se vuelva un mero ritual que legitime autócratas eternizados en el poder. La Venezuela de Nicolás Maduro es el caso más cercano, con prueba de fuego en enero.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $2600 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios