Mujeres campesinas: pilares de la producción, la vida rural y las luchas por la tierra y el ambiente

Historias de vida que inspiran. Según datos de la Naciones Unidas, las mujeres representan algo más del 40% de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo.

Por Natalia Concina

Pilares fundamentales de la vida y la producción en las zonas rurales, las campesinas también protagonizan luchas por la tierra y en contra del modelo extractivista como se refleja en los testimonios de Marisol Cortez, Paola Pacheco y Andrea Tortorolo, quienes compartieron sus historias en las vísperas del Día Internacional de las Mujeres Rurales.

«Cuando regresé al campo hace cuatro años vine sola; si bien nací y me crié en zona rural hacía mucho que no trabajaba la tierra y al volver fue gracias al apoyo de las agricultoras que logré armar la huerta; me encontré con mujeres generosas que me compartieron conocimientos, que vinieron a trabajar conmigo», cuenta a Télam Marisol Cortez, una mujer de 42 años que hoy vive y trabaja en su campo en Colonias Las Rosas, en el departamento mendocino de Tunuyán.

Y continúa: «Yo venía a hacer agroecología y al llegar comenzaron las fumigaciones aéreas, fue terrible porque pasaba el avión por arriba de mi casa. Comenzamos a reunirnos, la mayoría éramos mujeres, y después de unos años de luchar logramos que se prohíba la fumigación aérea en todo el Valle de Uco».

Así Marisol se fue integrando a la Crece desde el Pie, una organización conformada por diversos colectivos que producen y comercializan alimentos sanos, a la vez que defienden el derecho a la tierra y la vivienda.

Marisol Cortez vive y trabaja en su campo en Colonia Las Rosas, en la provincia de Mendoza.

«Si bien yo trabajo sola mi huerta, una parte de mi producción la vendemos en el local de la organización, eso nos permite llegar a clientes donde sola no podría; también nos acompañamos en los emprendimientos y en las luchas que cada colectivo tiene que dar», señala la mujer y reivindica ese caminar junto a otras y otros.

Fue en esos encuentros de campesinas y campesinos de la zona que conoció a Paola Pacheco, una mujer de 46 años criadora de cabras que vive en la estancia Yaucha puesto La Argentina (Distrito Pareditas) en el departamento de San Carlos, también Mendoza.

«Estamos en estas tierras desde siempre, mis bisabuelos, abuelos y padres ya trabajaban acá y con mi marido y mis hijos seguimos; además de cabras tenemos animales de granja, es un trabajo muy duro sobre todo en el mes de octubre cuando las cabras tienen sus crías», cuenta Paola, quien es parte de Puesteros del Yaucha, un colectivo que conformaron junto a otras y otros campesino en defensa de la tierra.

En los años 40 las tierras que habita y trabaja Paola fueron donadas por el Estado a distintos pobladores con el fin de fomentar el trabajo rural; durante la dictadura las tierras se titularon a nombre del Ejército Argentino, aunque se les dejó la posesión a las familias que estaban allí.

«Desde entonces que las familias recibimos cada tanto amenazas de desalojo y presiones; nuestra lucha es para que nos den la titularidad de estas tierras a quienes las trabajamos desde hace años; es horrible porque cada vez que recibimos una de esas cartas una siente que está haciendo algo malo y no es así», apunta Paola.

Andrea Tortorolo (57 años) es ingeniera agrónoma, docente, productora agroecológica e integrante de la agrupación socioambiental Ecos de Saladillo, que debe su nombre a la localidad bonaerense en cuya zona rural se fue a vivir y trabajar hace 27 años junto a Gabriel, su compañero.

Graciela del Carmen Medina tiene un emprendimiento rural, cría de gallinas.

«Durante estos años participamos de muchas luchas como por ejemplo contra las fumigaciones, la instalación de feedlot o los canales clandestinos que hacen que se desagote un arroyo y se pierdan los humedales, también propusimos ordenanzas en el Concejo Deliberante del Saladillo que hacen al ordenamiento territorial para el acceso a la tierra», cuenta Andrea a Télam.

Según datos de la Naciones Unidas, las mujeres representan algo más del 40% de la fuerza laboral agrícola en los países en desarrollo; sin embargo, se enfrentan a una discriminación significativa en lo que respecta a la propiedad de la tierra y el ganado, la igualdad de remuneración, la participación en la toma de decisiones de entidades como las cooperativas agrarias, y el acceso a recursos, crédito y mercado para que sus explotaciones y granjas prosperen.

En paralelo, su protagonismo en la conformación de organizaciones de lucha por la tierra y movimientos socioambientales es cada vez mayor.

«En estos últimos años, los sectores rurales subalternos se vieron afectados por el proceso de ‘modernización’ implantado por el modelo neoliberal que implicó no sólo un deterioro creciente en su calidad de vida sino que, además, cuestiona su permanencia en el campo», explicaba ya en el año 2000 la socióloga e investigadora de Conicet Karina Bidaseca en su artículo «El Movimiento de Mujeres Agropecuarias en Lucha y el Movimento das Quebradeiras de Côco Babaçu. Un estudio comparativo acerca de las luchas de las mujeres rurales» publicado por Clacso.

«En este contexto hegemonizado por los procesos de globalización e integración regional surgen a modo de resistencia formas de organización colectiva y movimientos sociales nuevos que cuestionan, entre otras, la dominación del capital global», detalla Bidaseca en su artículo y añade que «la importante movilización de mujeres rurales constituye uno de los rasgos más distintivos» de estos nuevos movimientos.

Magdalena Porma productora en la localidad rionegrina de Comallo.

«Hay muchísimos ejemplos de mujeres que están al frente de estas resistencia como es el acceso a la tierra o el freno a la fumigaciones; las mujeres del MoCaSE, de la UTT, las madres de Ituzaingó por mencionar sólo algunas experiencias en Argentina. Acá se ve la tremenda fuerza de la mujer en defensa de la tierra, de sus familias, de sus hijos», describe por su experiencia Andrea.

Mientras que Paola añade: «Nosotras no sólo trabajamos a la par que nuestros compañeros, sino que también nos ocupamos de la casa, los chicos, y cuando hay que salir a defender a la tierra ahí estamos también con la familia, por eso nuestro rol es importante en toda la vida del campo».

Por su parte Marisol, que también sabe de luchar con otras, sostiene: «las mujeres tenemos más claro que la defensa de la vida es la defensa de la otra, del otro, y ese otro no es sólo el ser humano, es el suelo, son las plantas, los animales; y eso tiene que ver con nuestra crianza que nos hizo más conscientes y más conectadas con la naturaleza, con la vida en sí; y nosotras ponemos en centro la vida, mientras que el capitalismo pone al capital».

«Y en ese sentido el capitalismo, el patriarcado y el modelos extractivista tienen las mismas características, comparten la jerarquía y la dominación de alguien sobre otro u otra; las mujeres, en cambio, apostamos a la cooperación más que a la competencia, a diferencia del hombre que fue criado para competir», consigna la mendocina.

Y concluye: «Y esto se ve con claridad cuando nos juntamos a hacer intercambio de semilla y las agricultoras no sólo te dan la semilla sino que te cuentan cuándo plantarla, qué problemas podés tener, o sea te cuentan todo lo que saben, lo comparten. Creo que es porque entendemos que desde siempre fue la cooperación la que finalmente permitió la vida».


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