MPN: cómo cambiar para ganar y conservar el poder
El partido provincial neuquino sólo perdió una elección a gobernador desde su fundación. Un nuevo libro del historiador Gabriel Rafart, "el MPN y los otros" intenta explicar cómo desde 1983 esa fuerza logró transformarse y crear un sistema de sucesión competitivo para mantener la unidad y sobrevivir a la declinación.
¿Cómo ha hecho el Movimiento Popular Neuquino para ganar las elecciones y mantenerse en el poder de la provincia de Neuquén en forma interrumpida desde el retorno a la democracia? Ese es el principal interrogante que intenta resolver el más reciente libro del historiador Gabriel Rafart “El MPN y los otros: partidos y elecciones en Neuquén, de 1983 a 2019”, que resalta la manera en que el MPN ha logrado convertirse en el principal partido provincial del país, con una envidiable capacidad para presentarse a todos los turnos electorales sin cambiar su denominación y obtener, en general, buenos resultados. En un contexto político multipartidario y abierto.
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El partido ha logrado además que todos sus candidatos de primer orden surjan sólo de sus filas, mediante una dinámica competitiva interna que se ha institucionalizado a través de los años.
En el prólogo la también historiadora Beatriz Gentile, destaca cómo se articula “una trama de alianzas pragmáticas, de disputas familiares, de entornos de lealtades volátiles y traiciones que se perdonan si la coyuntura lo exige. La política del MPN ‘se presenta como una sucesión de revanchas dentro de un sistema en permanente competencia’”, dice Gentile citando al autor.
Rafart es magister en Historia, docente e investigador en las universidades del Comahue y de Río Negro. Ha publicado libros sobre la historia social del delito en la Patagonia y diversos trabajos sobre política y partidos políticos en Río Negro y Neuquén.
En diálogo con Debates, Rafart señala que el libro “El MPN y los otros” comenzó hace diez años como una investigación sobre el rol de Jorge Sobisch, el “accidente” en la vida del partido como lo descalificara el histórico líder Felipe Sapag, que luego marcó un quiebre en el predominio familiar del “doble principado” establecido por los hermanos Felipe y Elías en el partido y dominó la escena política neuquina por varios años.
Sin embargo, el proyecto fue mutando hacia una historia más general sobre la democracia electoral neuquina desde 1.983 hasta nuestros días, donde sin duda el gran protagonista fue el partido provincial.
En su recorrido, el historiador buceó en los numerosos trabajos académicos sobre la historia del partido, muchos de ellos sólo publicados en revistas especializadas y en documentos internos del MPN aportados por sus autoridades: actas, declaraciones, programas. También los artículos publicados en la prensa regional, entre ellos “Río Negro”. Además, recurrió a entrevistas con líderes o referentes partidarios y de fuerzas aliadas y rivales protagonistas de hechos claves. En el final de la investigación sobrevino la pandemia, “por lo cual muchos testimonios y documentos llegaron mediante intercambio de correos y vía Whastapp”, dice.
El investigador sostiene que las explicaciones basadas en el “predominio hegemónico” y de la visión del MPN como un “partido-Estado” o el clientelismo, si bien aportan aspectos significativos para entenderlo, no son suficientes para explicar los éxitos electorales para la gobernación y la permanencia en el poder, pese a sufrir importantes derrotas y desafíos en otros frentes.
El partido logró superar el caudillismo de los “padres fundadores” de otras fuerzas provinciales como el bloquismo sanjuanino y “dotar a su organización de un orden sucesorio muy disputado pero eficaz” dice Rafart. “El MPN logró institucionalizar reglas competitivas que resguardaron su organización y aseguraron que el derrumbe y ascenso de líderes no afectara su principal cometido como partido político: ganar las elecciones a gobernador”. Tan es así que las elecciones internas del MPN pasaron a ser casi tan importantes para los neuquinos como la elección general.
El autor también destaca que, a partir de los 90, el partido provincial ha venido mostrando un rendimiento decreciente en las urnas, que ha logrado contrarrestar recurriendo a alianzas con fuerzas políticas pequeñas que actúan como “colectoras” de votos y se transformaron en verdaderas “fuerzas auxiliares” para que el MPN conserve su predominio.
Rafart retrata también las transformaciones ideológicas del partido, una fuerza “híbrida”, que en su opinión ha “sabido contener y adaptar, según las épocas, dimensiones conservadoras y transformadoras”: desde el desarrollismo y el ideario de bienestar social del primer peronismo a abrazar la modernización global y la idea de progreso indefinido vinculada al neoliberalismo.
Estas son algunas de las definiciones que Rafart dio a Debates .
Pregunta: ¿Porque hablás de “doble principado” en la primera parte de tu libro?
Respuesta: Con el concepto “doble principado” identificamos el liderazgo dual de Elías y Felipe. En ambos se reunieron los recursos de poder que hacen a la construcción de un principado republicano. Esta adjetivación no tiene connotación negativa: para una democracia, en definitiva quien obtiene la legitimidad se comporta como un príncipe, en el sentido que le dio Maquiavelo. Resulta un caso novedoso de la política de provincias que revela la necesaria división de responsabilidades entre un Elías “Canciller” (para las negociaciones en el Congreso y con el peronismo, esto o no en el gobierno) y Felipe, el líder del “pueblo neuquino”. Este doble principado comenzó a desdibujarse cuando Felipe deja el gobierno en 1987, y se rompe definitivamente con el triunfo de Jorge Sobisch para gobernador en 1991.
P: ¿Qué explica la vitalidad de este verdadero “sistema político” que es el MPN: es que a diferencia de otros partidos provinciales ha sabido renovarse por medios democráticos?
R: La vitalidad el MPN se da a través de la capacidad de integrar distintas partes: el partido del gobierno ejecutivo provincial (con su gobernador, vice, ministros) el partido federal (de los diputados y senadores nacionales), el partido legislativo(diputados provinciales), el partido de los municipios (os intendentes) y el partidos de las comisiones barriales. A todos esos “partidos” debemos sumarle el partido en sí, con su Junta de Gobierno y Convención, además de las seccionales, el de los afiliados. En ese “sistema” se lograron resolver dos temas siempre delicados: el de la sucesión de liderazgos y la cuestión de la unidad. Todo por medio de la competencia electoral interna -desde 1987- que consideramos la “llave maestra” de su sistema.
P: ¿Cómo se posiciona el MPN ante la protesta social, especialmente en los últimos años, que ha cuestionado y desafiado fuertemente algunas acciones de gobierno?
R: Al igual que el peronismo nacional, el MPN lidió fuerte con la protesta social. Con los gremios -amigos y opositores, de empleados públicos o privados- quiso por momentos comportarse como el peronismo: como un partido no “de” sino “con” base sindical, como en las ramas del partido de Perón. Tuvo relativo éxito, pero siempre después de mucha tensión donde en última instancia termina aceptando los términos de la protesta: el último conflicto en Salud, es un buen ejemplo. Con los movimientos sociales las cosas fueron más complejas -por la inorganicidad de esos actores, además de la “intoxicación” en los procesos por parte de los intereses de integrantes del propio MPN, por ejemplo en las puebladas de 1997. Muchas veces logró canalizar estos conflictos y otras los dejó para que otros actores lo pudieran hacer, conformando canales partidarios de nuevo tipo pero que en poco tiempo se transformaron en actores políticos poco relevantes, por ejemplo UNE.
P: Vos destacás a Sobisch como la gran irrupción que altera el predominio familiar, pero al mismo tiempo, un liderazgo que siempre se sometió a la urnas.
R: Ciertamente, Sobisch es un extraordinario exponente del triunfo de la democracia electoral neuquina. Más allá de las críticas que puedan hacerle, siempre se sometió al veredicto de las urnas, lo suyo es legitimidad primero por los votos. Desde 1983 hasta 2019 casi no faltó a ningún turno electoral y siempre buscó apelar directamente a un “pueblo unidad”, no como un candidato a legislador, que debe siempre pelear por “pueblos divididos”. Además la presencia de Sobisch coincide con el quiebre de ese “doble principado”. A partir del 1999 el tiempo político siempre fue suyo, hasta el 2007.
P: ¿Cuál es el rol de los “otros” partidos en estos momentos de declinación relativa del partido, sobre todo en las elecciones legislativas nacionales y liderazgos en municipios?
R: Desde 2007 en adelante el MPN ha perdido potencia electoral y la ha costado cada vez más llegar a los “nuevos electores” , que por cuestiones generacionales o producto de las olas migratorias llegan a la provincia. Pero los “otros”, mayormente quienes conforman el sistema de partido peronista, no han podido ofrecer ni unidad ni liderazgo. La fragmentación los afecta de una manera crítica. Además, coincide con el crecimiento del otro sistema político conformado por los restos del radicalismo y fuerzas de nuevas derechas alineadas con el PRO. El cuadro de este tiempo es de tres sistemas políticos en competencia, que podrían repartirse un tercio del electorado cada uno, pero con ventaja a favor del MPN. Se podría agregar un cuarto, el de la izquierda y movimientos sociales, por ahora muy incipiente.
P: ¿Qué hay de novedoso en el “nuevo sapagismo” ?
R: Si hay algo de novedoso, es su voluntad de creer que su política pertenece al mundo de la administración, del no conflicto. Esta es aún la herencia del tiempo ultraconflictivo de Sobisch. Asimismo, el tiempo del nuevo sapagismo ha dejado mucho de las políticas del bienestar al Estado Nacional, perdiendo protagonismo. Además trata de lograr que su fórmula -federalismo de negociación- sea posible.
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