«Modificar la 2.302 es un atraso inconcebible»
Un psicoanalista con experiencia en la problemática de "los chicos de la calle" critica "el nivel de atraso conceptual" implícito en el intento oficial de reformar la Ley del Niño.
NEUQUEN (AN).- Psicoanalista y psiquiatra dedicado a la problemática adolescente, Rubén Efrón ha presentado en varias ediciones del Foro Social Mundial una ponencia de título inquietante: El genocidio de los jóvenes. Porque opina que hay «un asesinato masivo de las posibilidades de desarrollo» de chicas y chicos cuyo futuro cree que sólo la literatura y el arte pueden imaginar. Desde la larga experiencia que obtuvo en su práctica institucional como consultor en varios organismos como Unicef, el Consejo Nacional del Menor y la Familia y el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, así como desde su práctica académica y privada, sostiene que las políticas punitivas contra los adolescentes expresan «una lógica mezcla de ignorancia y mala fe». Y en ese pensamiento incluye el propósito de «sacar a los chicos de la calle» al que aspira la reforma de la Ley 2302.
Efrón dicta seminarios en el posgrado de Psicología de la UBA y en la maestría de Salud Mental Comunitaria de la Universidad de Lanús, en temas de Niñez y Adolescencia, y visita regularmente ciudades de la provincia de Río Negro, donde es asesor para programas de políticas públicas destinadas a jóvenes infractores de la ley. Integra la mesa directiva nacional de la APDH. Atento a la importancia del lenguaje y las formas de nombrar, explica por qué no conviene generalizar cuando se habla de jóvenes «en riesgo», ni decir «chicos de la calle», entre otras definiciones, y llama la atención sobre la política «de exterminio» que sufren los chicos en el mundo actual.
Es verdad, todos los jóvenes están en riesgo, pero los más humildes siempre son los más vulnerables. El mismo concepto de riesgo está cuestionado porque la noción de riesgo daría lugar a una cierta concepción estigmatizante. Es como recortar una población y definirla en riesgo. Sirvió además para cierto control desde el Estado. Entonces se tiende ahora a hablar de jóvenes en situación de vulnerabilidad. Vulnerables son los jóvenes humildes fácilmente captables por el sistema penal. En esta sociedad se puede considerar que la juventud, por su condición de joven, es vulnerable. Decir que están en riesgo requiere hacer especificaciones y mi posición en este campo es intentar desespecificar, partiendo de la base de que la adolescencia es una, aunque haya peculiaridades adolescentes. Desde el punto de vista teórico y práctico, en el campo nuestro van recortándose campos de saber que terminan transformándose en poderes. Hay especialistas en chicos de la calle, en adolescentes en situación de prostitución, en infractores de la ley. Son zonas de saber que terminan configurando espacios de poder muy en sintonía con una organización neoliberal que tiende a fragmentar los saberes. Es algo que no permite ver la totalidad y la estructura.
-¿En su experiencia con chicos de la calle…?
-Chicos de la calle no se dice últimamente. Es chicos en situación de calle. Es clave decir las cosas así porque le quita el carácter estigmatizante, como si ésa fuera su identidad. La noción de situación habla de una condición determinada socialmente, como decir chicas prostituidas, porque fueron llevadas a l prostitución. En el caso de los jóvenes no hay ninguna duda de que son prostituidos, son resultado de condiciones sociales que los arrastran a la prostitución.
-¿Y hablar de «menores»?
-Tampoco decir menores, porque es una referencia a algo que es mayor, establece una diferencia que no refleja la condición misma del sujeto ahí. No es que alguien es más o menos. Y la condición de menor de edad se transforma también en prácticas, porque si es menor es incapaz y tiene todo un sistema de tutelajes. Por eso hay que hablar de niñas, niños y adolescentes, no de menores.
-Usted trabajó con chicos «en situación de calle». ¿Qué dicen ellos de su situación, cómo piensan su futuro?
-Los chicos en situación de calle en Buenos Aires, que es donde hay más y que no son tantos como se dice, gran parte de ellos tienen fa
milia, y aquellos que viven efectivamente en la calle son una minoría. Por eso cuando se dice «chicos en situación de calle» es porque son chicos que hacen de la calle su lugar de vida cotidiana, no quiere decir que no tengan familia ni casa. Esta realidad lleva a que vivan en una situación permanente de presente, muy tomada por el presente. Tienen un presente angustiante y absoluto, no pueden pensarse en términos de futuro, su cotidianidad es sobrevivir y la categoría de futuro está como borrada. Y la de pasado también porque casi todos son de familias muy complicadas, muy desestructuradas y entonces tienen grandes dificultades para verse en el proceso de su historia.
-¿Responsabilizan a alguien por su situación?
-Yo no veo eso, pero tienen una relación hostil con el medio, incluso con aquellas personas que tienen disposición de ayudarlos lealmente, es decir, aquellos que respetan su decisión. Porque existe cada tanto un operativo policial para sacarlos de la calle a la fuerza. Esa es una concepción represiva demencial. Hay otras personas y programas que piensan en cómo acompañar a estos chicos en su decisión de vivir en la calle.
-Con motivo del proyecto de reformar la Ley 2.302, en Neuquén hay una pregunta que se repite: qué hay que hacer con los menores que violan la ley.
-Bueno, si acá se respetara la Convención Internacional por los Derechos del Niño y si se mantuvieran las consideraciones de la ley que está vigente, ahí están todas las pautas necesarias para ver qué se debe hacer con los chicos infractores de la ley. No hay nada nuevo que inventar. Ahora, lo fundamental es tratar de evitar los sistemas institucionalizantes. La Convención contempla todos los requerimientos para que los chicos no sean institucionalizados. Me parece que el intento de derogación dentro de la intención represiva que pretende imponer acá la ley es uno de los actos de mayor nivel de atraso que se ha visto en todo el país, porque cuando uno llega a un cierto nivel de desarrollo, como conquistar un espacio que hace al lugar de la cultura, y se quiere retroceder… Si se llegara a implementar esto en Neuquén, sería premedieval, de un nivel de atraso conceptual que no se puede concebir.
-El autor de este proyecto argumenta que «hay que sacar de la calle» a estos chicos para llevarlos a lugares mejores, donde van a estar atendidos.
-Es la tentación totalitaria, típico razonamiento de la ignorancia. El problema con este tipo de lógicas es saber en qué medida es una lógica que se asienta en convicciones o es simplemente mala fe. Si uno piensa con sentido común, a lo que hay que tender es a reforzar los sistemas familiares que están vulnerados por la situación social y ver de qué manera se consolida a esa familia. Aparte la idea de sacar, me gustaría ubicarla. Foucault dice que la concepción que tiene una sociedad de lo punitivo es la concepción que tiene la sociedad del sujeto. Lo que hay que tratar de hacer en una sociedad que apunta a una mínima razonabilidad es el desmontaje de la lógica de la práctica punitiva. Y acá lo que aparece es una lógica mezcla de ignorancia y mala fe. Lo que hay que tratar de hacer con los chicos de la calle es primero no sacarlos sino acompañarlos porque han elegido eso, entonces hay que ayudarlos para que no encuentren en la calle su forma de vivir, encontrar mecanismos para que sientan que hay espacios en la sociedad que les pueden dar cabida, pero eso no se llama sacarlos de la calle. Y eso sería reforzando los sistemas familiares y las políticas públicas de educación y salud. Y, como se trata de hacer en Río Negro, empezar programas alternativos a la institucionalización, como el de libertad asistida para los chicos que cometieron delitos. Los institutos llamados de menores son un eufemismo mentiroso. Son cárceles. En el caso de los chicos, las cárceles forman parte del aparato genocida. Un chico que entra al circuito judicializante, a uno de estos institutos, es un diagnóstico absoluto que su subjetividad va a ser destruida. No cabe ninguna duda. Esos institutos no cumplen ninguna función reparatoria ni socializadora.
El genocidio adolescente
Efrón sostiene que la búsqueda de responsables en la catástrofe de Cromañón distrae del verdadero problema: el genocidio adolescente como parte de la política capitalista. “Hubo una tendencia a trabajar sobre la responsabilidad, incluso las culpas, en Cromañón. Me parece que es una manera de invisibilizar la problemática adolescente. Lo que puso en evidencia este tema es la vulnerabilidad. Yo creo que los jóvenes son muy vulnerables en general. Nosotros (con Beatriz Fernández, su mujer, especialista en educación) hicimos en el Foro Social Mundial un taller, El Genocidio de los Jóvenes, el 2003 en Porto Alegre, el 2004 en la India y ahora en Porto Alegre de nuevo, antes de Cromañón. Cuando se produjo, lo tomamos como un nuevo ejemplo del genocidio adolescente. Hay una continuidad, por ejemplo, con lo que pasa en la provincia de Buenos Aires, donde el 60, 70 por ciento de los jóvenes está fuera del aparato productivo. A eso llamamos una política genocida. Es ridículo apelar a la responsabilidad de los adultos cuando conceptualmente las políticas, el lugar de los adolescentes es un lugar desresponsabilizado desde el Estado y los gobiernos. ¿Se puede tolerar que el 70 por ciento de los jóvenes estén fuera del aparato productivo? Yo considero que ése es uno de los eslabones de un programa genocida. En todo caso es un genocidio intelectual y emocional, es un asesinato masivo de las posibilidades de desarrollo. Cromañón es el asesinato directo, pero hay otras variantes como el asesinato de adolescentes por la policía, que es una cosa diaria en provincia de Buenos Aires. Lo de Cromañón no se puede entender saltando esto. “No es un fenómeno argentino nomás, es mundial, con algunas puntuaciones en los países pobres del Tercer Mundo, pero estoy convencido de que en este momento los jóvenes son uno de los blancos preferidos del liberalismo. No hay que pensar que Bush está mirando cómo matar jóvenes, pero naturalmente la política liberal lleva a que sean blanco predilecto. Es la organización misma del capitalismo que no tiene incluido al joven como un protagonista activo del proceso de transformación”.
NEUQUEN (AN).- Psicoanalista y psiquiatra dedicado a la problemática adolescente, Rubén Efrón ha presentado en varias ediciones del Foro Social Mundial una ponencia de título inquietante: El genocidio de los jóvenes. Porque opina que hay "un asesinato masivo de las posibilidades de desarrollo" de chicas y chicos cuyo futuro cree que sólo la literatura y el arte pueden imaginar. Desde la larga experiencia que obtuvo en su práctica institucional como consultor en varios organismos como Unicef, el Consejo Nacional del Menor y la Familia y el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, así como desde su práctica académica y privada, sostiene que las políticas punitivas contra los adolescentes expresan "una lógica mezcla de ignorancia y mala fe". Y en ese pensamiento incluye el propósito de "sacar a los chicos de la calle" al que aspira la reforma de la Ley 2302.
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