Milka, la joven allense que es revelación de la pastelería en Valle Medio
Tiene 23 años y una buena performance en el mundo gastronómica. Por qué eligió esta zona de Río Negro para vivir. Cómo se plantea metas. Sus expectativas. Otra historia inspiradora de Yo Como.
Milka Iglesias tiene algo especial que la hace diferente.
Esta pastelera allense de 23 años esté donde esté ejerce un imán especial en su entorno.
Sea porque es colaborativa, como dicen algunos colegas suyos; porque siempre está dispuesta a dar una mano, como afirman desde el municipio de Choele Choele, donde hoy vive Milka; porque siempre se puede contar con ella sin pedir nada a cambio, como expresan sus amigas; porque quiere ser parte de la solución y no de los problemas, como evalúan exprofesores suyos… Sea por el hecho que sea, o por la suma de todo, lo cierto es que Milka es bien particular.
Se formó en gastronomía en Neuquén y desde hace dos años residente en Valle Medio, donde se ha posicionado como una revelación de la pastelería regional.
Hace dos años atrás, cuando todavía le faltaba la tesis para recibirse en Cocineros Patagónicos necesitó cambiar de habitat para proyectar aún más su emprendimiento – @milkapetitecuisine – y su carrera y Choele Choele le ofrecía más ventajas que la cordillera o Ushuaia, que eran otros dos destinos posibles a tomar. Esta localidad está cerca de su familia, cerca para viajar y terminar de cursar… y además tiene ese espíritu de pueblo que a Milka la conquistó de inmediato.
“La gastronomía es un mundo tan amplio que permite viajar, conocer y crecer en distintos lugares y de diferentes formas. Sigo con mi emprendimiento, el mismo que tenía en Allen, llevándolo a otro nivel… Estoy adaptando una casa para trabajar, dar cursos y capacitaciones. Cuando llegué no conocía a nadie en Choele Choel pero siempre fui muy curiosa, extrovertida y enérgica. Fue así que empecé a involucrarme y meterme en distintas actividades como jugar al padle, ir a un club y al poco tiempo ser profesora de hóckey, aprender a bailar tango y capacitarme y recibirme como bombera voluntaria”, cuenta con frenesí. Todas estrategias para insertarse e involucrarse sin perder mucho tiempo en una comunidad, que reconoce, le abrió siempre las puertas sin problema alguno. “La gente fue y sigue siendo muy cálida y cariñosa conmigo”, agradece.
“Mi formación como gastronómica arranca a los 16 años cuando por una casualidad se me generó una oportunidad de hacer una torta forrada a lo que yo no tenía conocimientos de cómo hacerla. Me acerqué a lo de una vecina de mi pueblo que me ayudó y enseñó… creo que en ese momento arranca todo. Después fui haciendo pedidos y me fui introduciendo en un mundo totalmente desconocido para mí y ese desconocimiento fue el punta pie que despertó todas mis ganas para poder formarme como profesional. Estudié en Cocineros Patagónicos y me recibí a finales de 2018 como profesional gastronómica y profesional pastelera y a mediados de 2019 como técnica superior en gastronomía. Paralelamente trabajaba con profesionales de Neuquén, realicé pasantías en el mismo instituto donde estudié, en una panadería de Allen y con otra pastelera de la localidad”, apunta.
Admite que hoy está en un momento de su carrera “inimaginable”. Cómo sería esto, preguntamos. “Cuando uno se propone objetivos o metas no espera que el tiempo y las oportunidades se presenten y te sorprendan. Entonces todo eso que planificaste a largo plazo se presenta, las cosas se dan, simplemente suceden, y de un día para el otro decís “no lo puedo creer, pude antes de tiempo” o “lo logré”. Hoy veo que no solo pude con esos objetivos sino que pude mucho más… Formo parte del equipo de gestión de la carrera de “Técnico Superior en Gastronomía” que se dicta en el CEAER (Centro de Especialización en Asuntos Económicos Regionales) en Lamarque y mi emprendimiento está funcionando y llegando a las personas desde lo más humano y lo más profesional posible, que es algo que me costaba muchísimo y hoy cuento con echo, Me hace sumamente feliz poder mostrar que soy humana, que me equivoco, que el camino me fue enseñando a pisar firme y por más de que me equivoque algunas veces con las decisiones que tomé siempre las considere la mejor opción en ese momento”, reflexiona.
La vida me sorprende, dicen. “Solo pienso que todo es posible y dejo que las oportunidades surjan y que el camino de la vida me lleve… Disfruto de cada logro y cada tropezón como una oportunidad para crecer y seguir recorriendo el camino de la vida”, acota.
“Una de las ventajas de vivir en este hermoso Valle Medio es poder contar con materia prima fresca y de calidad, la cual no tiene otro intermediario que no sea el mismo productor. Aquí no se deteriora tanto el producto a diferencia de aquellos que recorren kilómetros para llegar a distintos destinos y usuarios. En esta zona contamos una diversidad biológica amplia y muchos micro-ecosistemas que permiten que esta variedad de productos estén al alcance de nuestras manos. Esta es una ventaja para b muchos gastronómicos que aprovechamos para poder ofrecer alimentos de primera calidad, utilizando y teniendo acceso a materia prima fresca, y divulgando y generando (por lo menos en mi caso) que ese productor llegue a más personas”, dice en la conversación que con ella tuvimos en la primera edición regional que la organización Enbhiga realizó semanas atrás en el Valle Medio rionegrino.
Gastronómica y docente
Aprender y enseñar al mismo tiempo: ¿cómo convergen ambas actividades en ella? “Mis padres son docentes: mi papá, profesor de matemática financiera y contabilidad y mi madre profesora de biología. Siempre me sentí incentivada por querer formar parte del sistema educativo. En Neuquén tuve la posibilidad de ser asistente en cursos de cocina para chicos y durante la primera cuarentena por Covid-19 generé actividades didácticas gastronómicas para que los chicos tengan la posibilidad de cocinar, comer y divertirse en medio del caos sanitario. Con mi corta experiencia me gusta enseñar y mostrar técnicas fáciles y sencillas para poder lograr buenos resultados. La experiencia permite desarrollar esas habilidades y tuve un docente durante la carrera (Diego Buzza, mi primer referente) que me demostró y enseñó que todo eso es posible. Cómo lograrlo: prueba y error; él decía “el que abandona no tiene premio”. En el CEAER anexo Lamarque se dicta la carrera de Técnico Superior en Gastronomía, y desde que supe de esta carrera busqué involucrarme y participar de algún concurso para poder adquirir un cargo o alguna cátedra de alguna materia. Me llamó la atención el puesto de “encargado de depósito y gamuza” que en nuestro vocabulario es MEP (mise en place, puesta en escena); armé un proyecto, actualicé mi currículum con algunos detalles y presenté un anexo que especificaba mi experiencia en ese puesto. Hoy formo parte del equipo de gestión de la carrera y es algo que me reconforta”.
Siempre para adelante
En su familia todos se destacan por alguna receta que les sale de maravillas. “Mi mamá me enseñó a hacer el lemon pie y los budines. De chica vendía y juntaba mi plata para los viajes en familia y así poder comprarme helados o algo que me gustaba”. Supo enseguida que había que estudiar para ser pastelera, más allá de saber hacer algunas tortas y postres. Y va de nuevo a esa anécdota del 2012 cuando corajudamente tomó un pedido para hacer una torta forrada. “No sabía como se manipulaba el fondant, llamé a una vecina que sí sabía hacerlo y mientras en la emergencia ella me eseñaba distintas técnicas me decía “una vez que la forres no hay vuelta atrás, no te podés equivocar” y cuando lo fui a colocar se me partió arriba de la torta. En ese momento quería llorar y ahí estaba ella para salvarme, la volvimos a cubrir y problema solucionado. Pero yo quería más, quería aprender y que no me pasen esas cosas nunca más”.
¿Su plato preferido? “Tengo muchos, amo comer, probar cosas nuevas y ver como mi cuerpo se llena de sensaciones inexplicables.. Pero si me dan a elegir, la milanesa y arroz amarillo de mi abuela, el pastel de polenta de mi mamá, la paella de mi papá, los mates de mi abuelo y así podría ir pasando por cada uno de mi familia, amigos y gente querida que cocina cosas maravillosas, desde lo más sencillo a lo más rebuscado”.
¿Un plato que la define? “Mi infancia y crianza tuvo espacio en la chacra de mis abuelos, en Allen. Nunca probé la pera hasta la adolescencia pero un día comí unas “peras en escabeche” hechas por mi primo y mi papá y mi puntaje fue un diez: con pan o galletitas iban como trompadaaaa. Quise hacer las mías con mi toque y así fue, las hacía y vendía, recibí críticas espectaculares y encima me gustaba hacerlas, la tenía a mi hermana, mi papá y amigos ayudándome hasta cualquier hora para terminar pedidos. Era satisfactorio, reconfortante, mi receta, mi touch de magia”.
¿De dónde se provee los productos? “Cuando trabajé en Neuquén generé lazos con muchos proveedores, a quienes unos años más tarde volví a cruzar en Choele Choel, pero en cuanto empecé a ver y conocer la diversidad de productos del Valle Medio preferí buscar productores y tener acceso a materia prima fresca, a excepción de algunas materias primas que no se consiguen acá o por lo menos no en los volúmenes y marcas que uso. Productores de Beltrán, Lamarque y Choele Choel son quienes principalmente me abastecen de miel, frutos secos, frutos de carozo, frutos rojos y distintas verduras”.
¿Cómo definiría su cocina? “Trato de salir de lo común, salgo de lo clásico o reversiono mejorando esos clásicos. Me dijeron que soy pasional y que eso se ve en los detalles. Cuando creo un postre pienso en los sabores individuales, primero….el coco, la frambuesa, el dulce de leche, el queso, las especias, el fruto caramelizado ofreciendo esa textura crocante única… luego vuelo al momento de pensar en los sabores, en relacionarlos… los combino en mi mente. Así, el postre final hasta a mi me soprender. Así es mi cocina, asi soy yo”.
¿Referentes? “Busco mi seguridad dentro de lo que sé que puedo ofrecer ya que no cuento con muchos elementos. Pero puedo nombrar a profesionales que tengo muy presentes, a quienes sigo y veo sus trabajos contantemente: Osvaldo Gross, Maira Liboa, Pamela Pastor, Agustina Fontenla. Y también están ellos a quienes les escribo ante cualquier duda que se me presenta y estoy sumamente agradecida Érica Yunez, Diego Buzza, Pablo Quiven y Angelina Astegiano”.
¿Un sueño? “Poder aprender lenguaje de señas y dar clases a personas con disminución auditiva o pérdida total de la audición”.
Hoy por hoy, Milka es feliz en Valle Medio. En general, la vida de los gastronómicos es nómade por muchísimos años. “Nunca se sabe”, comenta la entrevistada. “Hoy por hoy este es presente que supe crear y lo estoy disfrutando en un ciento por ciento”.
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La historia detrás del nombre
“¿Por qué me pusieron Milka? Eligieron ese nombre por la mamá de mi abuela, Milka Pamich Milotich. Milka significa “reina”; ella era yugoeslava. Cuando se declara la guerra en 1914 a los hombres en su país se los llevaban para combatir y a las mujeres se las trasladaba por distintos países: su primera parada fue Alemania. Cuando llegaron ahí la inscribieron y la mandaron a una escuela lo que le permitió aprender el idioma alemán. Entonces tenía 6 años y pudo cursar primero y segundo grado. Así también aprendió otros idiomas como el austríaco y el italiano. Saber distintos idiomas le permitió salvarse tanto a ella como a su mamá, abuela y hermanos. Tenía dos hermanos, uno de ellos nació en Alemania, su primer parada, y el segundo en Italia. Cuando la guerra se da por concluida volvieron a su país pero antes en Italia ya les habían sacado los documentos y cambiados los nombres: Milka había pasado a llamarse Emilia.
Cuando el papá de Milka logró escapar lo hizo a la Argentina y después mandó a buscar al resto de su familia. Esa es la historia detrás de mi nombre”.
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