Meliquina: el paraíso agreste escondido a 30 km de San Martín de los Andes
La propuesta es una escapada de un día, tomando la ruta 40 hasta el cruce con la 63. Desde ahí son 6 km hasta la cabecera norte del lago. Tenés que llevar lo que quieras comer y tomar. El premio: volvés lleno de naturaleza. Del lado sur, a 12 km, hay un parador. Crónica y fotos de Patricio Rodríguez.
Salís bien temprano de San Martín de los Andes, agarrás la ruta nacional 40 (asfaltada hasta Villa La Angostura) y hacés unos 25 kilómetros hasta el cruce con la 63. Seguís por esa ruta provincial de ripio (hay algunos pozos y serruchos, pasa la máquina de Vialidad todas las semanas), haces otros seis kilómetros y a mano izquierda hay una calle que recorre 500 metros hasta la cabecera norte del lago Meliquina.
Llegaste a una playa tan agreste como espectacular, ideal para pasar un día diferente en esta aldea de montaña neuquina. En esa cabecera desemboca el río Hermoso, hay una bajada de lanch as y un estacionamiento como para 15 autos.
Es una zona que eligen los pescadores por su onda tranquila y para probar suerte alejándose un puñado de metros río arriba.
Para pasar el día en esa zona del lago tenés que llevar todo lo que quieras comer y beber, porque ahí no hay ningún lugar donde poder comprar. Llevá sombrilla porque después de las 12 no encontrás un árbol libre. Cruzando el río, en cambio, el bosque te da reparo del sol.
La temperatura del agua es fría y vas a ver a muchos que las disfrutan a bordo de kayaks o tablas de SUP: reman parados o arrodillados sobre una tabla. Vas a ver varias inflables, una tendencia que se notó en varias playas este verano.
Podés llegar con el auto hasta la costa del lago, como hace la mayoría. Desde ese punto hay unos 300 metros de playa de piedra hasta el río Hermoso. Lo podés cruzar caminando.
A esta altura del año el río te llega pasando los tobillos y abajo de la rodilla, pero si vas en diciembre tenés que tener cuidado porque el agua deshielo baja con más fuerza.
Otra chance es atravesarlo remando. Una vez que lo hacés, podés disfrutar de unos mil metros más de playa, mayoría de piedra con cortos tramos de arena y una puntita de pasto en la desembocadura ideal para jugar un rato a la pelota con los chicos.
Bien temprano o al caer el sol, es territorio de pescadores en busca de la trucha soñada, antes o después del movimiento que las espanta.
En el medio, el movimiento:muchos aprovechan que el agua es más cálida que la del lago para tirarse a los pozones desde las barrancas.
El Meliquina, te contábamos, es más frío pero más transparente:es justamente cuando se juntas muchos bañistas en el río cuando levantan el sedimento que llega hasta el lago, donde podés caminar unos diez metros hasta el veril, donde la profundidad baja abruptamente a unos tres metros.
Tené en cuenta que no hay guardavidas, que no se puede hacer fuego y que no hay ningún servicio. Es, más bien, un paseo para tomar como un día de campamento playero.
El panorama cambia en la margen sur, a unos 12 kilómetros de la norte. Allí en la cabecera opuesta a la de la desembocadura del río Hermoso está el pueblo donde la mayoría de los habitantes se resisten a que los adelantos tecnológicos alteren el espíritu agreste fundacional en esta aldea que empezó a tomar forma en 1977, cuando se loteó el casco de una estancia.
Allí vas a encontrar un almacén, un parador que alquila kayaks y tablas, un almacén de ramos generales, un bar, cabañas, una dotación de bomberos, una salita de primeros y también una proveeduría.
Aquel espíritu fundacional del que te contábamos se expresa en la inexistencia de servicios: la idea de la mayoría de los pobladores es vivir manteniendo la onda de hace algunas décadas. En algunos lugares encontrás wifi, la energía es generada por las turbinas en los arroyos y molinos de viento. Y el agua es de vertiente. Como siempre.
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