Matices

Un “realismo” político nada bueno para el país indica que, si Sapag quiere seguir gobernando, tiene que esgrimir la re-re.

Redacción

Por Redacción

Héctor Mauriño vasco@rionegro.com.ar

La vicegobernadora acaba de poner el dedo en la llaga. En una entrevista con este diario, consideró que hablar de re-reelección a menos de un año de iniciada la gestión es algo “extemporáneo”. Ana Pechen no se detuvo en analizar si es conveniente o no introducir la re-reelección en la Constitución provincial. Tampoco desafió a su jefe –a quien le sigue reconociendo el liderazgo–. Se limitó a señalar que hablar de un nuevo cargo ejecutivo cuando faltan tres años y cuatro meses para concluir el actual no es razonable, porque el momento para plantear algo así está, en todo caso, aún muy lejos en el tiempo. Y debería estarlo también –lo decimos nosotros– en las prioridades de quien debe cumplir un mandato. Tiene razón Pechen. Sin embargo su postura –definida por ella misma como “matices” en relación a la de Sapag– no debería sorprender a nadie: simplemente es de sentido común admitir que el planteo de la re-re es, por sobre cualquier consideración de tipo constitucionalista, demasiado prematuro. Tan de sentido común es que lo contrario defrauda, porque entonces lo más importante no es cumplir el compromiso electoral sino prepararse todo el tiempo para garantizar otra vuelta. Con todo, se podría decir también que lo de Pechen no es “político”, que lo “político” entendido en el uso más común del término hoy día sería que la vicegobernadora aplaudiera la iniciativa del gobernador, que se sumara como ya lo han hecho otras figuras del partido y del gobierno, encolumnándose detrás del nuevo eje de construcción de poder. La verdad es que esta forma de ver lo “político” lleva implícita la degradación de que ha sido objeto la actividad durante las últimas décadas en la Argentina, al punto de convertir lo que debe ser un instrumento fundamental de construcción de ciudadanía en algo vil, perverso. En este esquema, la “política” no es algo bueno y los responsables de todo son “los políticos”. Esta forma de pensamiento, que se extiende mucho más allá de este ejemplo, pone toda la responsabilidad por lo que ocurre afuera y rechaza cualquier posibilidad de asumir la cuota propia. Lo cierto es que los políticos y la sociedad se retroalimentan mutuamente. No hay una clase política que hace ‘lo que quiere’ y pone sus propios intereses por delante, sin una sociedad que la genera y la moldea. En este juego uno y otro son, alternativamente, víctima y victimario; verdugo y ajusticiado. “Los argentinos somos personalistas”, dijo Pechen en un momento de la entrevista. Y tampoco se equivocó, aunque eso incluye la esencia del partido en el que milita. La verdad es que la sociedad argentina es personalista y sus políticos también lo son. No se conoce o casi ningún líder en este país que haya construido la candidatura de su heredero. El más notable de todos ellos, Juan Perón, nos legó un desastre. Y en el MPN, parece, la única forma de sucesión es la del propio protagonista. Claro que, en este esquema de víctima-victimario-víctima, las razones del poder muchas veces obligan a cubrirse las espaldas hacia delante, so pena de no poder gobernar. Ocurre frecuentemente que quien está gobernando y ya no puede ser reelecto pierde la posibilidad de conducir, no ya a los que están en desacuerdo sino a sus propios seguidores, entre ellos a muchos integrantes de su equipo que, alertados por la falta de expectativas futuras de su jefe, comienzan a trabajar para otro referente, cuando no para ellos mismos. En el entorno de Sapag señalan, justamente, que cerrada la posibilidad de un nuevo período por la cláusula constitucional su jefe estaba empezando a perder la posibilidad de conducir a su propia tropa; en suma, estaba comenzando a apreciar que sus posibilidades de gobernar se diluían. En realidad así visto éste es un problema insoluble. Pero si se mira más detenidamente surge una cantidad de interrogantes que quizá permiten plantear las cosas en otros términos: ¿está, realmente, el gobernador haciendo todo lo que debería hacer para dejar sin sustento el fatídico adagio “Si este gobierno no hace todo lo que debería hacer, mejor es que venga el que sigue? ¿La crisis de liderazgo que afecta al MPN guarda alguna relación con el personalismo exacerbado que ha impregnado desde siempre a sus principales dirigentes? ¿Por qué el partido provincial no tiene cuadros con capacidad de liderazgo? Además de que ningún gobernador del MPN dejó crecer nada a su alrededor, ¿la crisis actual de ese partido guarda alguna relación con su incapacidad para seguir liderando los cambios necesarios en la provincia? El “realismo” político de nuestros días, ese que dicta que si Sapag quiere seguir gobernando debe esgrimir su re-reelección, tiene sentido dentro de esa lógica de la retroalimentación. El tema es salirse de ese esquema que tanto daño le ha hecho al país. Cortar con él no es fácil, claro. Pero está demostrado que resignarse a lo inevitable lo único que logra es mantener un estado de cosas que no es bueno para nadie. Por lo pronto y más allá de los mecanismos de retroalimentación –que no son automáticos ni infalibles–, la jugada de Sapag se verá puesta a prueba en el momento indicado. El relativo éxito de su gestión y el insondable humor social dirán en su momento si es posible o no esta riesgosa jugada. Tal y como están las cosas hoy, con un MPN exangüe, sin vida interna, y con un proceso de renovación de cuadros congelado desde hace décadas, lo más probable es que un eventual fracaso del ‘operativo clamor’ deje al partido sin alternativas. Con los datos actuales, esa situación habilitaría en primer lugar a Quiroga, y bastante más lejos a Rioseco y Bertoldi. Teniendo en cuenta que Sobisch, aunque conserva una fracción del partido, no podría recuperar al electorado independiente, la construcción de Quiroga parece enderezada, precisamente, a conquistar el espacio que deja, dentro y fuera del MPN, Sapag: la derecha que antes monopolizaba Sobisch. El intendente juega esa carta no sólo porque es el espacio vacante, sino porque ésa es su manera de ver el mundo.


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