Maternidad en pandemia

Del miedo y el encierro, a escuchar a los hijos, a reclamar y a organizarnos. La psicopedagoga Laura Collavini reflexiona sobre la dura etapa que atravesaron las madres en este período.

¿Qué es maternar? Es cuidar desde el amor, desde la capacidad de establecer vínculos afectivos, emocionales y energéticos con nuestro objeto a maternar: llámese hijo, familia, trabajo, proyecto o incluso uno mismo.


Establecer un vínculo afectivo es, por supuesto, una tarea que implica compromiso, exigencias, empatía, mucho afecto y una de las cuestiones más importantes: aprender a manejar las distancias. Medirlas suele llevarnos toda la vida. Tal vez podamos acordar que si bien el concepto de la maternidad es amplio, nada se compara a ejercer el rol de madre con otro ser humano.

Maternar también puede ser maternarnos. Desde el deseo de ser madre, o también desde que nos enteramos que lo seremos, comienza una etapa diferente. Dejamos atrás la libertad de pensar y sentir por nosotras mismas y lo haremos desde allí siempre por otra persona más. Así será el resto de nuestra vida. Maternamos entonces a esa mamá incipiente y llena de dudas, y también lo hacemos con nuestro hijo que crece sin cesar.

Ya no hay noches iguales a las de antes, ni alimentación, ni pensamiento en el que no esté involucrado nuestro hijo. Nacido de nuestro vientre o no, acompañar a un ser humano a desarrollarse es un arte. El más maravilloso y complejo. El más simple y extraño. Nos transforma y evoluciona.

Recuerdo la sensación de extrañeza cuando nació mi primera hija. Estaba maravillada por tener a un ser humano tan bello entre mis manos, sentía terror por no saber cómo cuidarla adecuadamente, y me asustaba el concepto de “para toda la vida”. ¿Cómo iba a hacer cuando me canse, cuando tenga mucho sueño, cuando esté enferma? ¿Cómo organizarme para seguir trabajando? Creía que no podría hacerlo. Muchas veces pensé que era una mala madre por sentirme agotada. Todo esto sucedió hasta que, al crecer, fui viendo los frutos de nuestra dedicación.


Ser madre no es una propaganda de pañales, donde se ven mujeres radiantes cambiando a sus bebés con una sonrisa, ellos siempre impecables, rebosantes de felicidad. Pasan tantas cosas que es un esfuerzo extra estar “presentables”.

Atravesamos espacios de tiempo donde las exigencias se nos suman. Las relaciones entre las parejas y los compromisos para con el hogar cambiaron, sin embargo, sigue siendo la mujer la que lleva la responsabilidad del hogar y de los niños. Podemos hacer en forma rápida una lista de las tareas que la mujer promedio en Argentina realiza a diario. En este listado los padres suelen tener, afortunadamente, cada día más implicancia; pero la responsabilidad final sigue estando del lado de la mujer: la limpieza de la casa. La compra de la comida. El pago de impuestos. El cuidado de los niños. La organización de las actividades de cada uno. Las visitas al pediatra y los tratamientos si son necesarios. La cocina.

Actualmente es necesario que ambos padres trabajen, y por este motivo las mujeres suelen repartir sus horarios entre lo laboral y lo doméstico. Pero aquí no termina, porque la mujer debe estar bella, en forma e informada. Entonces debe repartir su tiempo entre algún deporte o gimnasio para no sentirse mal con su cuerpo y sentirse socialmente aceptada.

Hasta acá más que un arte parece un juego de malabares. Hay que estar atentas minuto a minuto para que nada se desorganice. Así y todo, cuando sucede nos aunamos con otras mujeres con las que somos una red. Rondas de mujeres madres alrededor de niños compartiendo experiencias. Red de mujeres maternando y acompañando el crecimiento, corriendo para ayudar a otra.


Decía antes que aprender a medir las distancias es importante. Está nuestro bebé adentro nuestro, siendo parte de nuestro ser; y al nacer es otra persona que respira por sus propios medios. Desde ahí es el camino hacia la independencia.

La distancia acompaña al otro a crecer al mismo tiempo que las madres sentimos que podemos tener algo de privacidad, de respirar aire de mujer, de persona y no sólo de madre. El colegio es el gran sostén sociocultural que cumple la función de puente entre la casa y el mundo exterior.

Con todo este contexto explicitado, conversemos acerca de cómo fue la maternidad en el 2020 y 2021. De solo recordarlo lleno los pulmones de aire para soplar fuerte. Me lleno de recuerdos intensos. Muchos dolorosos, otros con mucha fuerza vital. Cada uno de nosotros atravesó esos momentos como pudo. Nunca mejor esa expresión. Porque contamos con herramientas internas que nos sostuvieron… o no. La salud mental cobró la el protagonismo que merece.

Como mamás nos tocó estar 24×24 en casa, con los chicos que no tenían clases. Debimos ser madres, maestras, cocineras, limpiar, hacer ejercicios. Mantenernos informadas estaba relacionado con la depresión, ya que las noticias que mostraban cada vez eran más aterradoras.


El miedo nos llevó a encerrarnos más, a proteger con todas nuestras fuerzas. Hicimos juegos, los dejamos más tiempos en las pantallas para ayudarlos a que se conecten con el mundo exterior. Lavamos mil veces las verduras. Nos pusimos escafandras ridículas para salir a comprar. Cocinamos de más. Lloramos en silencio. Gritamos de impotencia y secamos las lágrimas para secar a la de nuestros hijos que pedían amigos, juegos en el parque y que el sol les de en la cara.

Yo lo vi, lo veo, lo vivo. Me emocioné del milagro de la fuerza de las madres. Las escuché decir que había que hacer algo y me junté con ellas. Yo madre tomé mis armas que matan la hipocresía y me rebelé. Liberé a mis hijos y empecé a no escuchar las órdenes que no protegían, sino que reprimían. Otras madres también lo hicieron. De la desesperación al ver a nuestros hijos marchitarse empezamos a romper muros, a destapar nuestras bocas calladas por el espanto y a movilizarnos. Armamos redes para compartir noticias donde mostraban que nuestros hijos no eran los peligrosos, los que contagiaban. Les empezamos a devolver su lugar de niños y adolescentes. Pero los de afuera no se enteraban.

Organizamos aquelarres. Con la fuerza de las mujeres ancestrales que lo hacían junto al fuego, lo hicimos con lo que pudimos. Nuestro aquelarre fueron -son- los grupos de WhatsApp. Nos dimos fuerzas para exigir educación, la apertura de los colegios. Peleamos por los derechos de nuestros hijos que a ningún gobernante le importan.

Como siempre sucede ante las represiones, se gestan fuerzas desconocidas. Comenzaron a aparecer vínculos fuertes entre mujeres que no nos conocíamos. Pero cuando de defender a la vida se trata, las mujeres no preguntamos nada más. Nos unimos y confiamos. Aparecieron nuevas líderes, lazos. “Los padres y madres nos organizamos por la educación” es una fuerza de vida con mayor presencia de mujeres. Es el despertar de una nueva maternidad. La que lucha por la educación, por los lugares postergados. Los colegios cierran porque sí. Con falta de infraestructura, de dedicación, muestra clara del poco lugar que se brinda a la niñez.


Sabemos que el encierro despertó consciencia. Aquella que trasciende las fronteras de la impotencia. Gritamos fuerte, pero esta vez no lo hacemos solas. Aprendemos a hacerlo juntas, con la energía de un nuevo parto. Por cuestiones culturales seguimos siendo las madres las que nos involucramos con más fuerza. Deseo que esto pueda equilibrarse para compartir cada vez más con la bella fuerza masculina. Mientras eso ocurre honro el ser mujer, agradezco formar parte de los aquelarres que me alimentan el alma y me ofrecen la sabiduría de lo trascendental.

En esos grupos veo reflejados a mis mujeres ancestrales, las que se hicieron camino entre humillaciones, sacrificio y esa visión de amor incondicional que hace que yo esté aquí escribiendo esto. Mamás que somos mujeres, hijas, parejas, amigas. Confiemos en nuestra percepción de cuidado y respeto. Sabemos nuestra fuerza. Sigamos manifestando la energía que antes denominaban brujerías. Ahora sabemos que somos grandes brujas que pueden usar cualquier hechizo para salvaguardar a nuestros hijos.


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