Marx y Darwin: dos Carlos muy curiosos…

Redacción

Por Redacción

DEBATES

Se cruzaron en un tiempo apasionante.

Un tiempo de vertiginosa y seductora desmesura por el conocimiento. Por la curiosidad. Por patear y patear muy lejos convencimientos, ideas que se daban por seguras desde el fondo de la historia.

Vivieron el intensamente el siglo XIX. Y le estamparon su sello propio a ese tiempo de intensas mudanzas en el campo de las ideas.

E incluso, en Inglaterra, Carlos Marx y Charles Darwin vivieron separados por 30 kilómetros de distancia. Un día largo de coche a caballo si el agrio clima británico se daba un respiro.

Y tuvieron amigos comunes. Y hábitos. Caminar. Reflexionar horas y horas en el más conservador de los silencios. Leer.

Pasión por las tabernas, el alemán. Ajeno a ellas, el británico. Mirada intensa, directa, la del primero. Serena, descansada, la del segundo.

Y ambos, libretas en los bolsillos. Abarrotarse de hojas en las que estampaban eso que los hizo trascendentes: la curiosidad por la vida.

Lectores “The Times” los dos. Desayunar con “The Times”, esa “Tiranía a que todas las mañanas los ingleses nos entregamos sin más”, escribirá Grahamn Green, quien en ese diario comenzó a enhebrar su vicio por el periodismo.

Un día de 1873, Carlos Marx hizo un paquete. Envuelto prolijo dentro del cual iban los tomos de su obra más trascendente: “El Capital”. Lo lacró. Les estampó una dirección del condado de Kent. Destinatario, Charles Darwin.

“El Capital” iba por su segunda edición. Con la primera, Carlos Marx había sufrido. Se había vendido lentamente. Pero vendido al fin. Era tiempo de una segunda.

Cuentan que no tuvo mayor esperanza de que Charles Darwin leyera “El Capital”. En tiempos del presente, quizá masculló: “Éste está en otra cosa”…

Pero un día, de meses después, recibió un sobre con una nota que con celo británico hoy se encuentra en un museo.

Fechada en Downe, Beckenham, condado de Kent el 1 de octubre de 1873, la nota partía en clave clásica: “Estimado señor”.

Y luego: “Le agradezco el honor que me ha hecho de enviarme su gran obra sobre el capital; deseo profundamente que fuese más merecedor de haberlo recibido si entendiese más del importante y profundo estudio. Pienso que ambos deseamos sinceramente la ampliación del conocimiento y que ello, a largo plazo, contribuirá a la felicidad de la humanidad. Suyo, Charles Darwin”…

Carlos Marx le mostró la carta a Edwin Ray Lankester, amigo suyo y de Darwin.

Y también le mostró correspondencia que había mantenido con Federico Engels muchos años antes, al momento de publicarse “El origen de las especies”.

“Este libro es muy importante y me sirve como apoyo, en las ciencias, de la lucha de clases en la historia…”

Porque claro, Carlos Marx era, es, lucha de clases…

Y Charles Darwin, lucha de especies…

Muchas décadas después se descubriría otra carta de Darwin a Marx. Aquél encontraba en el segundo atisbos de dogmatismo que lastimaban la libertad de pensamiento.

Pero ésa es otra historia.

En la historia, claro, de un Carlos y un Charles que atraviesan el mundo de las ideas con sello muy fuerte…

Carlos Torrengo

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