Mamá Margarita: ensayo del golpe en Neuquén

A 30 años del allanamiento de la escuela de Pampa del Malleo, hablan los protagonistas de esa primera expresión del terrorismo de Estado. El objetivo era Jaime

por: GERARDO BURTON

GERARDO BURTON

gburton@rionegro.com.ar

NEUQUEN (AN).- A las tres y media de la tarde del uno de diciembre de 1975, Mary Díaz salió del edificio central de la escuela Mamá Margarita y caminó hasta la huerta. El cielo estaba limpio, el día era templado cuando vio pasar los camiones del Ejército rumbo a Huilqui Menuco. «Buscan otro desertor», se dijo, «pobre colimba».

Miró hacia la Pampa del Malleo y se sorprendió: «El mallín se mueve», pensó, y observó mejor. Se movía porque estaba lleno de militares cuerpo a tierra, armados con fusiles livianos y ametralladoras que rodeaban el complejo de edificios –viviendas, escuela, depósito- de la misión Ceferino Namuncurá de los curas salesianos donde vivían además del equipo de docentes, 120 chicos de las comunidades mapuches residentes de Atreuco y Aucapán fundamentalmente de la familia Painefilu.

Mónica Bonini estaba en clase; era la única esa tarde. Así que Mary Díaz se acercó al aula, golpeó la ventana y le advirtió: «No te muevas, no corras. Nos vienen a allanar».

Más de treinta años después y tras dos encuentros para «contar y contarnos lo que pasó», Bonini, junto con Marta Kauper y José Pepe Chiclana, reconstruyeron los hechos que constituyeron un «verdadero ensayo del golpe de Estado» de marzo de 1976, con «una impunidad total y con un único destinatario: el obispo Jaime de Nevares». El operativo se focalizó contra un grupo de docentes vinculados con el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, las comunidades eclesiales de base y la teología de liberación nacida en América Latina, elementos muy arraigados en la Iglesia neuquina debido a la orientación de De Nevares.

Esa tarde, de una camioneta descendieron un oficial del Ejército y uno de Gendarmería y otro de la policía provincial.

Bernardino Chacho Díaz fue obligado a guiarlos en la recorrida por las casas de los docentes, los dormitorios de los chicos en busca de «material subversivo». Al finalizar, habían encontrado «libros, documentos de la Iglesia, revistas de actualidad y un manual de tiro nocturno de la biblioteca del Suboficial» que había sido donado.

«Nos era muy útil: cazábamos liebres, guanacos, a veces ciervos para acompañar la polenta, los fideos y papas» que constituían la dieta habitual, explicó Chiclana, dueño de una carabina calibre 22 y un revólver, ambos «con sus respectivos registros».

El allanamiento duró hasta el anochecer. Delia Boucau, la directora, estaba en el pueblo acompañando a la cocinera, Susana Jara, internada por quemaduras en un accidente.

Mario Rivadero y Celia (García) que tampoco se encontraban en la escuela, volvieron esa noche.

Chela –Segunda- Rivadero y Marta Kauper estaban embarazadas, y «por eso no las llevan», explicó Bonini. Además, «Marta era la única que podía manejar y alguien tenía que quedarse para cuidar a los chicos». En consecuencia, detuvieron a María Elena Herrera –otra docente- a Bonini y a Chacho Díaz.

Mientras los detenidos viajaban a Junín, hubo un nuevo allanamiento. Irrumpieron en los dormitorios en busca de material subversivo. Los trataron «sin ninguna contemplación».

Otros buscaron a la directora, Delia Boucau. La llevaron con las otras dos mujeres, al casino de oficiales del regimiento, luego de gritarle a la dueña del establecimiento que «avisen al obispo».

Fueron interrogadas por «dos hombres de civil que no eran del lugar. Seguramente pertenecían a la SIDE», indicó Bonini, «con sus roles típicos de bueno y malo». Demostraron conocer sus movimientos desde mucho tiempo atrás. A Boucau, por ejemplo, le preguntaron qué hacía en Zapala en junio de 1967. Luego, uno de ellos comenzó a manosearla.

«Lo único que va a conseguir es violarme. Y después ¿qué le va a decir a su esposa?», le dijo ella, «y así la dejaron tranquila», relató Bonini.

El martes liberaron a Herrera y a Chacho Díaz pero habían detenido a Mario Rivadero –que estaba en un cursillo- y al cura Antonio Mateos, que volvía desde Sa Ignacio. Los cuatro –Bonini, Boucau, Rivadero y Mateos- fueron llevados al aeropuerto de Chapelco, hasta donde, les dijeron, iría un avión militar para trasladarlos a Bahía Blanca.

«Por suerte nunca llegó», dijo Bonini, y en cambio «esa noche nos subieron a un Unimog donde nos encadenaron para ir a Neuquén». En el camino «se detenían y bajaban a disparar, como si fueran a fusilarnos. Hubo una sola parada en Piedra del Aguila».

Ya en Neuquén, los hicieron pasar por el edificio del comando y de ahí los trasladaron a la U9, donde «nos alojaron por separado en celdas sin luz y ventiladas a través de chapas perforadas», dijo Bonini, que fue la única sometida a interrogatorio. Los temas: personas conocidas, actividades suyas y de sus amigos, lecturas, acciones del obispo De Nevares. De nuevo los dos agentes de civil, que esta vez la sometieron a golpes mientras estaba sentada con los ojos vendados. En la noche del miércoles escuchaban a otros detenidos –probablemente petroleros del SUPE de Cutral Co- que eran torturados.

Tres días antes, Marta Kauper de Chiclana y Celia García, que había vuelto a la escuela, viajaron en auto hasta Junín a informar a los curas. El martes se encontraron con Herrera –que había sido liberada- y fueron a averiguar a la comisaría.

Por la noche «vemos que pasa el cura Mateos en su camioneta. Ya estaba detenido. Intentamos volver a la escuela, pero el Citroën no subió la cuesta, entonces retornamos al pueblo y decidimos esperar al día siguiente para viajar a Neuquén y avisarle a Jaime (de Nevares)», relató Marta Kauper.

Ella y Herrera llegaron por la tarde y comunicaron lo sucedido a De Nevares. Las primeras gestiones para hallar a los detenidos fueron infructuosas, hasta que un empleado de la U9 les informó que en efecto, estaban allí.

Chiclana, enterado de los hechos, se comunicó desde Casa de Neuquén en Buenos Aires con el secretario de De Nevares, Juan San Sebastián.El viernes, tras su liberación y luego de una misa en la catedral neuquina, los cuatro detenidos retornaron al Malleo.

El domingo 7 de diciembre De Nevares, por la entonces estatal LU5, denunció los hechos, con lo cual se desató el intercambio de comunicados entre el obispado y el general Juan Antonio Buasso. Ahí comenzó a romperse el cerco informativo y a difundirse lo acontecido.

Notas asociadas: La voz de los militares Un proyecto del obispo  

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