Los tesoros ocultos de las cavernas neuquinas

La nación tiene catastradas 183 cuevas naturales en la provincia. Increíbles anécdotas cuentan los miembros de un grupo explorador.

HISTORIAS DEL Gaemn

NEUQUÉN (AN).- Estar doce horas bajo tierra sin poder salir porque no se encuentra la salida de una laberíntica caverna es una de las experiencias que mezclan adrenalina y sed de aventura de los exploradores espeleológicos neuquinos. ¿Qué hicieron para salir? Uno de los exploradores se sacó un pulóver que llevaba y lo destejió, con lo que pudieron “marcar” el lugar por donde habían ido para no volver sobre sus pasos, al mejor estilo del cuento de Hansel y Gretel; ahora la caverna es conocida como “la del pulóver”.

Esta es una de las historias increíbles que cuentan los integrantes del Grupo Azul de Espeleología y Montañismo de Neuquén, Gaemn, que presentó un informe de situación de la espeleología en la asamblea anual de la Unión Argentina de Espeleología (UAE) que se realizó en Buenos Aires. La exploración de cavernas en la provincia no está suspendida aunque sí para el ingreso de público por una cuestión de seguridad. “Hay que presentar un proyecto para justificar lo que se va a hacer”, dijo Néstor Chemor, del Gaemn.

Eduardo Benko, tesorero de la UAE, explicó que además del grupo que integra, en Neuquén existen otros grupos como el Gelar de Las Lajas y que Cultura de Provincia obliga a que los espeleólogos estén inscriptos en un registro provincial. “Si viene gente de afuera deben ser acompañados por los locales”, acotó Mercedes Trebino quien además de integrar el Gaemn es vocal de la UAE y precisó que en el catastro nacional de cavidades hay 183 cavernas en Neuquén, todas naturales porque no se registran las artificiales.

La provincia tiene la mirada puesta en tres cavernas donde desarrolla estudios de impacto ambiental para poder utilizarlas turísticamente: Salado III, Los Gatos y La Laguna. Están cerca de Chorriaca.

En la caverna ubicada en la cima del Huitrín, Trebino relató que como hay que bajar 20 metros haciendo rapel, una vez se quedó enganchada.

-¿No les da miedo? -inquirió el periodista, y reconoció que sí, pero al principio, dado que después rescata la camaradería y el espíritu de grupo que implica la exploración de cavernas.

Cuando se desciende se realiza la prueba del silencio: “una vez abajo, se apagan las linternas y nadie habla y más de uno empieza a ponerse nervioso; espanta”, dijo Benko. “La sensación física es como levitar, sentir el sonido de las gotas de agua es muy extraño sin ver nada, pero es muy lindo”, apuntó Trebino.


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